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En la vida de todos los seres humanos hay historias personales, o pertenecientes a otros, que resultan fundamentales en nuestro desarrollo: para León Krauze está la historia de sus dos bisabuelos polacos que decidieron emigrar a México a principios del siglo XX, pero en especial la de un joven maletero veracruzano que decidió cuidarle el enorme veliz a su bisabuelo Saúl, en el puerto de Veracruz.

“Cuando regresó, después de caminar por el lugar, y darse cuenta que la maleta seguía ahí y el niño comía un mango sentado sobre el veliz, decidió quedarse aquí y no irse a Canadá como se iba a ir originalmente, donde estaba su hermano.”

Pasajes que marcan, de las que el escritor y periodista aprendió lo suficiente como para darse a la tarea de tratar de recopilar una serie de mitos, leyendas, sucesos reales y vidas extraordinarias, que primero compartió a través de la radio y, después, se convirtieron en libro: Historias perdidas, del que acaba de aparecer el segundo volumen.

“Este tipo de historias, desde las más fantasiosas hasta las que arraigan más con la historia con mayúscula, están relacionadas con mi infancia; desde pequeño tenía la ilusión de ir al Lago Ness, por ejemplo, pero luego descubrí otras historias, como la vida de Cleopatra, relatos mucho más serios y, al mismo tiempo, emocionantes y misteriosos.”

La idea fue propiciar una especie de ejercicio comunitario de narrativa, en el que un número muy grande de niños y jóvenes se reunieran a escuchar las historias con sus padres, ya sea en la radio o a través de podcasts, con lo que se produjeron dos volúmenes, libros escritos sin que el mismo León Krauze se diera cuenta.

“Son puertas a muchos mun¬dos: en este libro está la historia naval del siglo XIX, la de la Rusia de los zares, la del Egipto clásico, la historia criminal de Estados Unidos en el siglo XX. Son muchas partes de la historia a las que, con el libro, le asigno ventanas y puertas, con la esperanza de que los lectores entren, se asomen y, a lo mejor, decidan descubrir un poco más sobre ello, porque si bien es fundamental tener a la mano mitos, también se requieren entradas a la Historia.”

Desde hace seis meses, León Krauze sigue su trabajo periodístico en Estados Unidos, específicamente en Los Ángeles, donde ya no quiso replicar su sección, convencido de que la puerta se había cerrado en México; incluso, luego del tiempo necesario para acoplarse a sus nuevas funciones, está en proceso de renovación literaria, “estoy rumiando mis siguientes pasos”, explica.

En Historias perdidas 2 (Aguilar, 2012), el autor se acerca a personajes históricos, pero siempre con la idea de contarlos desde su parte más misteriosa y enigmática, seguro de que esa es la manera de despertar la curiosidad de un lector joven, “siempre tienes que dejar al final de la historia la nube del misterio”.

“Siempre cuento una historia de la que me enteré no hace mucho tiempo: una chica dominicana, hace décadas, recibió un libro sobre Cleopatra y decidió que ella iba a encontrar dónde estaba enterrada. Su papá le dijo ‘estás loca’; en Egipto le dijeron ‘estás loca; treinta veces no le abrieron la puerta y hoy, esa chica dominicana busca el lugar en el que está enterrada Cleopatra con Marco Antonio: ¿cómo llegó a Egipto?, pues porque descubrió una historia con el misterio final de la vida de Cleopatra.”

Entre los objetivos de las Historias perdidas siempre estuvo en la posibilidad de impulsar el acercamiento y “en una de esas crear vocaciones”.