EL ECONOMISTA.ES

Quienes visiten este verano el principal museo de arte moderno de Berlín deberán tener cuidado para no pisar los montones de excrementos de caballo, colocados como un excrermento del arte que fue robado, destruido o desapareció durante el gobierno nazi.

Con su instalación en la New National Gallery de cuatro pilas de estiércol artificial pintado de azul, el artista austriaco Martin Gostner dice estar homenajeando al cuadro de Franz Marc “La torre de los caballos azules”.

Los nazis confiscaron el trabajo expresionista seminal de Marc en 1937, calificándolo de “no alemán” y “degenerado”. A día de hoy se desconoce si fue destruido o escondido, pero nunca se ha encontrado.

Cada una de las pilas de excrementos azules corresponde a uno de los caballos del cuadro desaparecido, y está pensado para hacer que parezca que los animales están vivos y trotando por el museo.

“¿Qué habría pasado si la pintura estuviese viva, si esto fuese una señal, y si los caballos viniesen por aquí?”, dijo Dieter Scholz, el responsable de la galería.

La instalación de Gostner recuerda también a un montón de obras maestras modernistas que los nazis destruyeron o confiscaron en un intento de purgar el arte alemán que consideraban que estaba influenciado por los judíos o los bolcheviques. Las pilas de estiércol son un recordatorio tácito de que esas obras podrían recuperarse todavía.

La colección permanente de la New National Gallery incluye trabajos de muchos artistas incluyendo Max Beckmann, Otto Dix, y Ernst Ludwig Kirchner, que fue etiquetado de “degenerado” por los nazis.

Algunos visitantes que deambulaban entorno a la obra de Gostner, titulada “El mirador de los caballos azules”, estaban desconcertados.

“Es exótico y extraño para mí”, dijo Jota, un funcionario de 57 años que no quiso dar su apellido.

El arte confiscado por los nazis ha reaparecido periódicamente en últimas décadas desde la Segunda Guerra Mundial. En 2010, 11 esculturas “degeneradas” fueron recuperadas durante la construcción de una línea de metro en Berlín.

“Quizá haya otras obras escondidas ahí fuera”, dijo Scholz. “Muchas podrían ver la luz”.