ELENA BIALOSTOCKY PARA ENLACE JUDÍO

Cuando se instala una nueva Comunidad judía en cualquier parte del mundo, lo primero que hace es comprar el terreno para el cementerio. Por esta razón, si recorremos los panteones sabremos de donde provienen los integrantes de esta comunidad, ya que generalmente, sobre todo con los nuevos inmigrantes, la procedencia de la persona se inscribía en las lápidas.

En un evento organizado por la Delegación Miguel Hidalgo en la Ex Capilla de Guadalupe, la Sra. Paloma Cung Sulkin presentó una explicación sobre el tema, basado en su libro “Tierra para echar Raíces, Cementerios Judíos en México”.

Al ser cuestionada acerca del motivo por el cual se había interesado por este tema, nos comentó que una de las razones más importantes es el hecho de que la mayor parte de su familia murió en el Holocausto y sus restos quedaron en una fosa común, de dirección desconocida. Por otra parte, su interés proviene de su profesión de socióloga.

“Era muy común que cuando una familia planeaba emigrar de su lugar de residencia hacía un nuevo país, iba a despedirse de sus muertos; se tomaban fotos en las tumbas, sabiendo que no habría retorno y se las llevaban con ellos, como recuerdo de sus raíces”.

“El primer terreno adquirido para un panteón de nuevos emigrantes judíos en México fue el de la Comunidad Monte Sinaí en 1912; se inauguró años después y se encuentra en la calle de Tacuba, en la Delegación Miguel Hidalgo. Este terreno lo compró el Sr. Jacobo Granat, quién era amigo del Presidente masón Francisco I. Madero. El Sr. Granat tenía salas de cine por toda la República y las prestaba para la campaña por la presidencia de Madero. Cuando Madero asumió la Presidencia, quiso agradecerle al Sr. Granat, por su cooperación, proporcionándole todas las facilidades para legalizar la documentación del terreno y usarlo como panteón”.

“En todos los panteones judíos se va a encontrar una especie de capilla, que es donde se lava y prepara el cuerpo. Su estilo depende del país donde se encuentra, ya que los judíos, al ir emigrando a los diferentes países, vamos tomando algunas costumbres del país al que llegamos”.

La Sra. Cung explicó las costumbres de los judíos al morir una persona: “En principio, el respeto al muerto es muy importante. Si los hijos están presentes, le cierran los ojos, se le baja al suelo pidiéndole perdón por bajarlo, se prenden velas y nunca se le deja solo, todo el tiempo habrá alguien rezando junto al cuerpo. El entierro tiene que ser lo más rápido posible”.

“Ya en el panteón, hay un grupo de personas, la Jevra Kadishá, que es el encargado de lavar los cuerpos con mucho respeto. Según el sexo del difunto, serán hombres o mujeres los que llevan a cabo su cuidado. El lavado o purificado (Rejitzá) es con agua tibia, tapando sus genitales y tratándolo con delicadeza. Entre las costumbres está el no incinerar y tampoco embalsamar: sólo se permite embalsamar cuando se va a transportar el cuerpo, si es que la persona murió lejos de su hogar”.

“Antes del entierro, se rasga la ropa de los deudos. El ritual es realizado por alguien de la Jebrá; quien comienza con una tijera y los deudos terminan rasgándose la prenda. Es un momento catártico para los deudos, el momento que marca el comienzo del duelo. A los hijos se les corta la blusa o camisa del lado izquierdo- al resto de los deudos del lado derecho”.

“El féretro tiene que ser muy sencillo, y para transportarlo lo tienen que cargar asistentes al entierro que no sean familiares. En el camino, se detienen siete veces y van recitando el Salmo 91. Al momento del entierro, los asistentes dan paladas de tierra sobre el féretro y la pala que se usa no se pasa de mano en mano, sino que es dejado en el piso para que la siguiente persona que quiera hacerlo, lo tome”.

El panteón es considerado un lugar impuro y por esto, al salir, se lavan las manos y no se secan, para no llevarse de allí impureza alguna.