JOSÉ KAMINER PARA ENLACE JUDÍO

Protección legal de las invenciones – Este número fue el primero que inventó que registró con un copyright. En aquella época los magos empezaban a buscar formas legales de impedir que otros magos copiaran sus números pues había gran rivalidad entre ellos. Houdini había pasado cinco años trabajando en su Cámara; se consideraba un innovador y odiaba a los imitadores. También disfrutaba yendo a las exhibiciones de los rivales imitadores para exponer sus trucos ante el público y dejarlos en ridículo. No deja de ser curioso que uno de sus números más famosos, la metamorfosis fuera en realidad original de John Nevil Maskelyne.

Alcanzada la fama de estrella internacional, Houdini fue mejorando sus números y complicándolos cada vez más, promocionándolos como muestra de coraje y valor: se tiraba atado desde puentes, era sumergido en cajas cerradas y siempre emergía victorioso de las heladas aguas. Su madre siempre asistió a sus más arriesgadas proezas. Cuando ella murió, para Houdini fue un duro golpe.

Madurez y otros intereses

A medida que pasaban los años, el físico de Houdini no era el mismo que en su juventud, de modo que tuvo que abandonar algunas de sus proezas. Una de las últimas que popularizó, y que a más gente congregaba en las ciudades, era escapar de una camisa de fuerza suspendido boca abajo, colgado de una cuerda, de una altísima grúa. Lo hizo en Times Square en Nueva York, Washington y en muchas otras ciudades. Pero la tarea era agotadora y Houdini solía acabar dolorido, por lo que comenzó a buscar otras salidas artísticas.

Con el tiempo montó un espectáculo propio en Broadway, que promocionaba con números como la desaparición en el escenario de un elefante. También empezó a dedicar su tiempo a otras aficiones: quiso ser recordado como uno de los pioneros de la aviación (que estaba naciendo en aquella época) y en 1910 fue la primera persona en sobrevolar Australia, con un biplano que había llevado hasta allí.

Otras aficiones – Houdini también rodó varias películas de acción como protagonista, pero como actor del celuloide no era gran cosa.

Esas cintas, que se han podido recuperar, son buenos documentos gráficos sobre sus escapatorias, aunque la gente las consideraba a veces «trucos de cámara» y no eran tan efectistas como el directo. También probó suerte como empresario en la industria del cine, algo que con el tiempo abandonaría. Escribió algunos libros para el círculo mágico describiendo su trabajo y completó una vasta biblioteca personal con libros sobre magia de todas las épocas.

Azote de médiums y espiritistas

La última parte de su carrera la dedicó a una faceta muy especial: ser el azote de los espiritistas. Los millones de muertos de la I Guerra Mundial, así como los avances en las ciencias, la electricidad y el cambio de siglo habían producido un resurgimiento de lo paranormal: eran cuestiones poco entendidas todavía, pero misteriosas y fascinantes para el gran público, que había perdido recientemente a muchos de sus seres queridos. En salones de espectáculos médiums y espiritistas hacían su negocio «contactando» con el más allá.

El espíritu de su madre desde el más allá – Houdini nunca había creído en todas esas patrañas y se mostró especialmente irritado cuando una médium intentó contactar con el espíritu de su querida madre, fallecida años antes. Cuando la médium transcribió el «mensaje literal» que había recibido, Houdini reveló que difícilmente podía ser en verdad su madre: el mensaje estaba en inglés, mientras que su madre sólo hablaba una mezcla de alemán, húngaro y yidddish; una cruz encabezaba el mensaje, mas su familia era judía. Indignado, juró entonces convertirse en un cruzado contra el espiritismo.

Obviamente médiums y espiritistas usaban trucos que difícilmente escaparían al escrutinio de un mago. Armado con sus cocimientos, y a veces con disfraces, se presentaba en reuniones para desenmascarar a los fraudes. Publicó artículos en la revista Scientific American, declaró contra el espiritismo ante el Congreso, hizo de cazafantasmas y dejó en ridículo a los creyentes en lo paranormal. Los premios que ofreció a quien demostrara tener habilidades sobrenaturales nunca fueron otorgados a nadie, pues sus engaños siempre eran siempre descubiertos por el mago.

Houdini y Sir Conan Doyle – De aquella época data su amistad y posterior enfrentamiento con Sir Arthur Conan Doyle, el creador de Sherlock Holmes. Cuando se conocieron entablaron una entrañable amistad, pero sus creencias pronto se vieron enfrentadas: Conan Doyle era un creyente del mundo espiritual y paranormal, mientras que Houdini se erigió en cruzado contra todo ello. El escritor llegó a estar convencido de que las habilidades de Houdini eran genuinas, realmente paranormales, y no meros trucos. Como tantos otros, creía que Houdini era capaz de desmaterializarse, a pesar de haber visto cómo el mago desenmascaraba los burdos montajes de los espiritistas como parte de sus espectáculos o le explicaba en persona algunas de sus técnicas de magia y escapismo.

El final… y más allá

El final de la vida de Houdini se produjo en extrañas circunstancias. Ello, unido a su reciente lucha contra lo paranormal y un extraño reto que había planteado para después de su muerte convirtieron el hecho de su muerte en algo tan interesante y misterioso como otros de su propia vida.

El incidente con los estudiantes – Un día de octubre de 1926 unos estudiantes universitarios se dirigieron a Houdini mientras descansaba tras haber terminado uno de sus espectáculos. Uno de ellos le retó a recibir unos cuantos golpes en el abdomen, para comprobar si su resistencia física era tan legendaria como se decía. El mago aceptó sin miedo. Sin embargo, antes de que pudiera prepararse adecuadamente, recibió un primer fuerte puñetazo, al que siguieron varios más. Aunque aguantó el envite como un buen actor, había sufrido sin saberlo una rotura de apéndice.

Por su carácter Houdini quiso seguir trabajando durante los días siguientes a pesar de padecer fuertes dolores y fiebre. Finalmente sufrió dos desmayos en una actuación y fue hospitalizado. Tras varios días luchando contra la enfermedad, pareció rendirse ante lo inevitable. Le dijo a su hermano Hardeen: Estoy cansado de luchar. Creo que esta cosa me va a vencer.

En la madrugada del 31 de octubre de 1926, el día de Halloween, Houdini fallecía a sus 52 años. Los médicos emitieron un informe en el que indicaban una peritonitis como causa de la muerte. Su apéndice tal vez llevaba días, inflamado antes del incidente con los estudiantes.

El entierro se celebró a los pocos días. Una multitud de dos mil personas acudió al evento, algo tan multitudinario como algunos de sus números callejeros. Pero una cuestión flotaba en el ambiente: ¿Podría el mago escapar de su propia muerte? ¿No sería este otro de sus espectaculares trucos? Todavía quedaba un último número.

El código Houdini – Tras muchos años luchando contra lo paranormal, el mago había diseñado un reto definitivo aprovechando su propia muerte. Ideó un código secreto que compartió con su mujer, consistente en diez palabras secretas (curiosamente, extraídas de una carta de Conan Doyle). Si alguna vez contactaba a través de algún médium «desde el más allá» usaría esas palabras, de modo que Bess pudiera tener la certeza de que el contacto era genuino.

Diversos espiritistas aseguraron haber entrado en contacto con el espíritu de Houdini, especialmente uno llamado Arthur Ford, aunque su mujer nunca recibió el código secreto. Llegaron a publicar historias falseando incluso el testimonio de Bess para hacer creer que había aceptado que el código había sido revelado, pero nunca fue así.

Al cabo de diez años, su mujer celebró una última sesión, sin éxito. Apagó entonces una vela que simbólicamente había mantenido encendida junto a la fotografía de Houdini. «Diez años son suficientes para esperar por cualquier hombre», dijo. Desde entonces, es tradición entre los magos celebrar sesiones en las que se invoca al espíritu de Houdini cada 31 de octubre.

El ilusionista y escapista más famoso de todos los tiempos, el genio que redefinió la magia y el espectáculo de los retos y proezas, consiguió sin duda algo en lo que había sido un experto toda su vida: que sus hazañas fueran narradas y su nombre perdurada con el paso del tiempo. Buena prueba de ello es que casi 80 años después de su muerte todavía se siguen escribiendo historias sobre él.