BENNY MORRIS – OPEN ZION

Este es un cliché: “El Estado judío, fundado para proporcionar un refugio seguro para los judíos perseguidos del mundo, se ha convertido en el lugar más peligroso del mundo para los judíos”.

Sin embargo, y por desgracia, esto parece ser más cierto con cada minuto que pasa.

Antes de 1948, cuando los inmigrantes judíos que escapaban de los pogromchiks asesinos (hasta en fecha tan tardía como 1946, cuando algunos polacos estaban ocupados matando a los judíos sobrevivientes en Polonia), o de los mismos nazis aún más asesinos, llegaban a Palestina, se encontraban con la criminalidad asesina de unos muy poco empáticos árabes locales. En 1948 y desde entonces, los Estados árabes vecinos atacaron y sitiaron al Estado judío – en última instancia, su destrucción era el objetivo perseguido – ya que no podían (ni pueden) soportar un Estado no árabe y no musulmán en medio de ellos. Y desde los años 1950 y 1960 (depende de cómo y quién lo cuenta), los palestinos, a los que más tarde se unió Hezbolá, han acosado a Israel con olas del terrorismo, con escuadrones armados de asesinos, con bombas, con atentados suicidas y, más recientemente, con lanzamientos de cohetes.

Han existido algunos momentos de respiro, básicamente, cuando los beligerantes árabes han estado contra las cuerdas (unas pocas semanas en junio de 1967, algo más tras expulsar el ejército israelí a la OLP del Líbano en 1982) e incluso algunos interludios envueltos de optimismo, como cuando Egipto y Jordania firmaron los tratados de paz con Israel en 1979 y 1994.

Pero en el largo plazo, e históricamente hablando, ha sido un largo y sangriento asedio. Incluso los Estados que firmaron los tratados de paz también mantuvieron de alguna manera ese asedio: no hubo intercambio comercial o cultural, y llegados a un punto los egipcios y los jordanos no disfrutaron de la libertad de visitar Israel. Desde los medios de comunicación, privados y estatales, y desde el ámbito escolar y universitario, se martilleaba el mensaje en las mentes de sus poblaciones de que los israelíes (y los judíos) eran malvados.

Y este asedio está creciendo sensiblemente y se vuelve más estrecho, mientras los periodistas occidentales se engañan (y engañan a los demás) llamándolo “primavera árabe”. Ciertamente, los dictadores están siendo derrocados y gracias a ello sus pueblos poseerán al menos ciertos momentos y espacios para que su voz, mucho tiempo reprimida, se oiga. Pero la cuestión final, tras el año y medio de tumultos en las calles del Oriente Medio y del Norte de África, es que ha producido la toma del poder por los fundamentalistas musulmanes. Parece que esta era, y es, la voluntad de las masas árabes, alimentada durante siglos por el analfabetismo y la pobreza, la represión sexual y la impotencia política

Sin embargo, para Israel, la “primavera árabe” representa un reforzamiento dramático y abrupto de la soga. La toma de control de la Franja de Gaza por Hamas, la toma de posesión permanente de Egipto por la Hermandad Musulmana – tradicionalmente partidaria de la destrucción de Israel -, la subversión gradual por parte de los islamistas del poder hachemita en Jordania, el dominio de Hezbolá en el Líbano, y la caída actual del régimen de Assad en Siria, todo ello representa un recrudecimiento del asedio. (Siria, en este sentido, representa una especie de paradoja: el régimen de Assad suministraba y protegía a Hezbollah, además de ser un fuerte aliado de Irán, pero el derrocamiento de Assad lo más probable es que lleve al poder a los fundamentalistas suníes, que también serán beligerantes con Israel).

El eje central del asedio, que se presenta como la amenaza más palpable e inmediata de Israel, es, por supuesto, Irán, con su programa de armas nucleares que se apresura a llegar a buen término. En este sentido y en este contexto, un posible ataque israelí contra el programa nuclear iraní, lo cual podría producir una mayor conflagración en el Oriente Medio, representaría un esfuerzo histórico por parte de Israel de romper ese cerco, y, por así decirlo, hacer retroceder la marea de la historia del Oriente Medio. Pero si no hay ningún ataque israelí (o americano) contra Irán, y finalmente alcanza la capacidad de fabricar armas nucleares, entonces el cerco se estrechará aún más, con Irán pretendiendo conducir la coalición islámica en la región.

Es cierto, los estados y sociedades suníes y chiitas continuarán discutiendo y amenazándose, incluso colocando bombas en los cortejos fúnebres de los demás (el pasatiempo favorito de los sunitas iraquíes contra los chiítas de Irak). Pero cuando se trata de Israel, los fundamentalistas islámicos de las diversas tendencias se unen y apoyan los unos a los otros. Un conflicto bélico entre Israel y el Hezbolá chiíta o Irán, e inmediatamente rugirán las calles suníes y sus regímenes se volverán amenazadores y sumamente hostiles, o bien un incidente bélico en el sur de Israel entre Israel y los suníes de Hamas, e inmediatamente eso provocará la movilización bélica de Hezbolá y de sus patrocinadores iraníes.

Por lo tanto, de una manera u otra, si Irán obtiene la bomba, una guerra nuclear se preparará en el Oriente Medio. Así que tienen razón estos vendedores ambulantes del ya mencionado cliché, “Israel se ha convertido en el lugar más peligroso del mundo para los judíos”. En el Haaretz de ayer, dos de los artículos de opinión, uno del veterano analista político Akiva Eldar, y otro del novelista Yoram Kaniuk, utilizan ese cliché de manera explícita y argumentan que los judíos de Israel harían bien en emigrar.

Y lo más importante, tanto Eldar como Kaniuk culpan a Israel – a Netanyahu y a Barak – de esa situación, ya que según ellos estos dos líderes han conducido a Israel a esta situación peligrosa. En este sentido, los Eldar y Kaniuk de Israel solo repiten lo que expresan muchos, quizá la mayoría, de los comentaristas occidentales actuales. Y es que todos ellos prefieren ignorar la historia.

Es cierto, los israelíes no han sido siempre unos ángeles. Por supuesto, Netanyahu parece estar equivocándose por aferrarse a la empresa colonizadora, y puede ser que Barak sea actualmente un espíritu guerrero, centrado en un ataque a Irán, el cual podría desencadenar días sombríos para Israel.

Pero el rechazo de los palestinos a Israel y a la noción de un compromiso de dos estados, el cual incluiría un Estado judío, tiene una duración mucho más larga y consistente. Lo manifestaron por vez primera los dirigentes palestinos de la década de 1920, y ha sido reiterado por todos los restantes y posteriores líderes palestinos, desde Haj Amin al-Husseini, quien rechazó la posibilidad de un compromiso sobre dicha base en 1937 y 1947, pasando por Yasser Arafat, quien lo rechazó en 1978 y 2000, y Abbas, que rechazó ese mismo compromiso de dos estados en 2008). Por otro lado, el rechazo de un Estado judío y sus llamamientos a la destrucción de la empresa sionista por parte del Islam político, también son una realidad histórica. Ese rechazo está profundamente incrustado en la psique de los islamistas, como lo demuestra el rechazo (y el antisemitismo) de Hassan al Bannah en los años 1920 y 1930, el rechazo (y el antisemitismo) de Said Qutb en los años 1950 y 1960, al igual que el rechazo (y antisemitismo) de Jomeini en los años 1960 y 1970.

Este rechazo no tenía nada que ver, y nunca tuvo nada que ver, con lo que los sionistas y los israelíes hicieran en un momento dado, sino que procede de que el sionismo e Israel son para ellos una especie de “implante extraterrestre” en medio de un desierto que desean solamente árabe y musulmán.

Este desierto es intolerante y no puede soportar al extranjero, a menos que esté postrado y se muestre subordinado, e inclusive así será tratado con intolerancia y desprecio (véase por ejemplo la eliminación de las muy antiguas comunidades cristianas y judías, que una vez fueron numerosas, desde el Oriente Medio al África del Norte, y observen la rápida huida actual de los cristianos de Irak, de la Franja de Gaza, de Cisjordania y de Egipto).

Es por eso, y no por otra cosa, que Israel es el lugar más peligroso del mundo para los judíos.