GINA ZABLUDOVSKY PARA ENLACE JUDÍO

Para Salo y Paloma

Ahora que recién falleció Chavela Vargas quiero compartir con los lectores(as) mi experiencia con ella.

Todo empezó con la admiración que mi marido le ha tenido durante muchos años ¡Cómo me gustaría escuchar nuevamente a Chavela Vargas! me decía mi esposo, Salo Grabinsky, reiteradamente desde que lo conocí en 1981.

Él siempre recordaba las noches bohemias en el Hotel Regis y otros lugares, entonando la Macorina, se preguntaba ¿Dónde estará? ¿Qué habrá sido de ella?

Un día de noviembre de 1988, mientras estábamos en una habitación que alquilábamos en una casa dentro del monasterio Benedictino de Ahuatepec, Salo llegó emocionadísimo. No podía creer que su sueño se había hecho realidad. ¿A quién crees que me encontré en la tienda de la esquina?, me dijo fuera de sí. ¡Aunque no lo creas, a la misma Chavela Vargas!

Y efectivamente, Salo se había topado con Chavela en una pequeña miscelánea. No cabía de entusiasmo. La invitó a la terraza de la casa y nos sentamos con ella varias horas para que nos pusiera al corriente de sus andanzas, éxitos y fracasos. Nos contó de proyectos truncos como los discos que le habían prometido sacar nuevamente y que nunca habían visto la luz.

Al día siguiente nos fuimos a una excursión donde ella nos guió por Amatlán, enseñándonos emocionadamente la magia que se esconde en el lado menos visible del Tepozteco. Chavela nos mostraba las capillas naturales y formas escultóricas que se hacen en las laderas de los montes.

Pero el encuentro con Chavela fue agridulce, estaba en la ruina, con problemas de alcoholismo, endeudada y dedicada a añorar sus buenas épocas. Gran parte del día se la pasaba lamentando su presente a la luz de lo que había sido su pasado.

Salo se conmovió con su situación y con el hecho de encontrarse con un talento desperdiciado. Finalmente se le ocurrió una idea: organizaría un pequeño recital de beneficencia en nuestra casa de México para ayudarla.

Estaba sumamente emocionado. Mataría dos pájaros de un tiro, por un lado sería una función privada para apoyarla, por el otro, tendríamos el lujo de pasar una velada bohemia con ese mito viviente que había sido olvidado.

Le avisamos a amigos y familiares. Yo nunca había cobrado por entrar a mi casa pero ahora el asunto era ayudar a Chavela. Nadie podía creer su reaparición ¿De veras? Me decían. ¿Dónde se la encontraron?

Chavela había llegado a nuestro departamento desde temprano y cuando nosotros regresamos de trabajar y comprar las cosas para la reunión, ella ya se había tomado varias copas. Sus nervios por enfrentar al público parecían mayores y desafortunadamente no pudo entonar más que una canción. La boca, con una suerte de tic nervioso, la traicionaba. La gente pasó la noche con un sentimiento en el que prevalecía más la solidaridad y la sorpresa que la alegría bohemia.

Entre las invitadas estaba nuestra amiga Paloma Jimenez, la hija de José Alfredo. Ante su presencia, la única canción que Chavela pudo cantar fue la de “Paloma Querida”. Varias veces se dirigió a ella. Estaba sumamente emocionada por la oportunidad de convivir con la hija del compositor y poder cantarle la canción que fue escrita para ella.

Una vez que se fueron los asistentes, le dimos a Chavela las buenas noches y le entregamos la contribución que habíamos reunido. La acompañamos al cuarto que le destinamos para dormir esa noche y nos despedimos de ella comentando que nos veríamos al día siguiente para desayunar. ¡Cuál sería nuestra sorpresa al despertarnos y darnos cuenta que, sin decir nada, había partido sola en la madrugada! Nos preguntamos si estaría bien, ¿qué habría pasado? Empezaron las conjeturas. ¿Estará avergonzada de no haber podido cantar como de alguna forma ella hubiera querido? ¿Le habremos hecho algo que la habrá ofendido? ¿Fue su retirada simplemente un sello de su estilo y de su originalidad?

Nos dedicamos un rato a buscarla en vano, hasta que unos meses después supimos que estaba cantando en un bar de Tepoztlán. Después nos enteramos de las funciones en otros centros nocturnos de la ciudad de México y un tiempo después la veríamos y escucharíamos en las películas de Almodóvar.

Lo demás es historia, Chavela revivió y se convirtió nuevamente en una leyenda viviente y en referencia obligada para la música popular mexicana. Desde un punto de vista que quizá sea totalmente subjetivo, yo pienso que Salo fue el primero que le dio el empujón de confianza para arrancar su segunda etapa.

Aunque después de la velada en mi casa ya no tuvo contacto con ella, él siempre le ha sido fiel, gozó sus triunfos y la escucha constantemente. Su adquisición más reciente es un nuevo disco comprado en nuestro viaje a España (cuando Chavela estaba también allí ) donde ella recita a García Lorca.