ESTHER SHABOT/ EXCELSIOR

El Movimiento de los Países No Alineados (MPNA) fue en sus orígenes un producto del mundo bipolar. De ahí su nombre y su plataforma político-ideológica oficial, por más que tal no alineamiento fuera siempre difícil de concretar. De hecho, la mayoría de los países que lo integraron acabaron por girar más alrededor de la órbita soviética de lo que estuvieron dispuestos a aceptar explícitamente, con lo que en realidad los No Alineados constituyeron un bloque en confrontación constante con las potencias occidentales, confrontación que se dio en mayor o menor grado según tiempos y circunstancias.

A pesar de que el mundo estructurado bipolarmente ha desaparecido, el MPNA sigue en pie con un borroso perfil en cuanto a su programa y expectativas. Ciento veinte países lo integran, y cuando aparecen iniciativas de reunión, éstas obedecen por lo general a la intención de empujar alguna agenda política específica de alguno de sus miembros. Es así como del 29 al 31 de agosto próximos se llevará a cabo en Teherán una de esas reuniones en momentos en que Irán está por recibir de manos de los egipcios la presidencia rotativa de la agrupación, la cual cambia cada tres años. Teherán ha estado desplegando esfuerzos para que el evento sea lo más concurrido posible y en ese sentido el propio vicepresidente iraní, Hamid Baghaei, realizó hace poco una visita oficial a Egipto a fin de invitar al gobierno de Mursi a participar. Tal visita marcó una nueva etapa en las relaciones entre los dos países, ya que desde 1979, cuando Egipto firmó la paz con Israel, las relaciones diplomáticas entre Teherán y El Cairo se rompieron.

Es evidente que una reunión como ésta en Teherán, con invitaciones a representantes de 120 países en desarrollo, le da al régimen iraní un muy importante respiro de cara al embargo en curso debido a las sanciones decretadas en su contra en el seno del Consejo de Seguridad de la ONU. Ante las presiones de buena parte de la comunidad internacional para que Irán ceda en cuanto a sus pretensiones de convertirse en potencia nuclear, los ayatolás organizan ahora la reunión de los No Alineados en su casa y consiguen con ello, incluso, que el propio Ban Ki-moon, secretario general de la ONU, acepte asistir. Las relaciones públicas de la República Islámica reciben así una importante inyección de fuerza que muy probablemente contribuirá a rigidizar aún más sus posturas acerca de la cuestión nuclear.

Por otra parte, hay indicios de que otra de las pretensiones de Irán es la de movilizar en el seno de los No Alineados una postura de apoyo al régimen sirio de Bashar al-Assad. Éste es uno de los aliados más útiles y preciados para los intereses geoestratégicos de Teherán, por lo que su probable derrumbe constituye una de sus preocupaciones más serias.

De ahí la centralidad del tema sirio en la preparación de la agenda a discutirse en la reunión, tal como se manifestó en las declaraciones del ministro de Relaciones Exteriores de Irán, Ali Akbar Salehi, quien enfatizó que su país va a presentar una propuesta de solución de la cuestión siria. Dada la defensa a ultranza de Al-Assad por parte de Teherán, es evidente que tal propuesta no contemplará la salida de éste del poder, sino alguna forma de mantenerlo vigente a pesar de los horrores que cotidianamente ocurren en ese país, sumido ya en una franca guerra civil.

Por lo pronto, y a reserva de constatar quiénes asistirán a la reunión, qué temas concentrará la agenda y cuáles serán sus conclusiones, es un hecho que ser los anfitriones en este evento constituye una hábil movida de los iraníes para romper el aislamiento internacional que les aqueja.