EL PAÍS

28 de Agosto 2012.-Un juez de la ciudad de Haifa ha exonerado de responsabilidad al conductor que conducía la excavadora militar que en marzo de 2003 mató a la activista estadounidense Rachel Corrie, que se convirtió en uno de los principales iconos de la segunda Intifada palestina. Según la sentencia judicial esta voluntaria del Movimiento de Solidaridad Internacional (ISM, en sus siglas en inglés) desoyó las llamadas de los soldados a retirarse de la zona, permaneciendo en “zona militar cerrada” (área en la que operaba el Ejército en ese momento).

La sentencia del magistrado Oded Gershon, de 162 páginas, califica lo ocurrido de accidente desafortunado, asegurando que el conductor de la excavadora no actuó de mala fe dada la limitada visibilidad desde la cabina. Por esta razón, de acuerdo con el veredicto judicial, el Estado no debe asumir ninguna responsabilidad –ni legal ni económica– por lo ocurrido, en cuanto que ella se colocó voluntariamente frente al bulldozer. “No hay justificación para exigirle al Estado que pague ningún daño”, dijo el juez. “Ella no se alejó del área como hubiera hecho cualquier persona”, añadió.

Por su parte, la familia Corrie, que hace siete años presentó una demanda civil contra el Ministerio de Defensa israelí después de que este diera por cerrado el caso tras una larga investigación interna, se ha mostrado “dolida”.

De momento, la Embajada de Estados Unidos en Israel no ha emitido ningún comunicado oficial al respecto, aunque se espera que lo haga dado el interés mostrado por el actual embajador en Tel Aviv, Dan Shapiro, que se mostró públicamente insatisfecho con las conclusiones de la investigación militar. Tampoco se sabe si la familia recurrirá la sentencia ante una instancia judicial superior.

Rachel Corrie fue arrollada por la excavadora cuando tenía 23 años de edad, mientras hacía de escudo humano para impedir la demolición de viviendas palestinas en la localidad fronteriza de Rafah, en la franja de Gaza, entonces uno de los principales focos de enfrentamientos entre el Ejército israelí y las milicias palestinas. Su trágica muerte la convirtió en todo un símbolo de la segunda Intifada que dio lugar a libros (Dejadme sola), obras de teatro e incluso calles y hasta restaurantes con su nombre en diferentes ciudades palestinas.