LA RAZÓN.ES

Judío con raíces lituanas y ucranianas, hijo de un taxista y una costurera, a sus 79 años de edad ha conseguido ser el decimocuarto hombre más rico del mundo, con una fortuna de 25 millones de dólares. ¿El sueño americano? Sí.

Sheldon Adelson nació en 1933 en Boston (Estados Unidos), en los años del «New deal», y creció en el barrio obrero de Dorchester, lo que le obligó a sacarse las castañas del fuego desde muy joven. Su primer negocio lo creó a los 16 años, cuando su tío le prestó 200 dólares para comprar un quiosco de periódicos. Posteriormente, invirtió los beneficios en unas máquinas expendedoras de refrescos y comida que colocó en las gasolineras que abrían durante todo el día. Simplemente con esto queda claro que Adelson y el dinero son inseparables.

Debido a su cojera, producida por una enfermedad nerviosa, aparenta una imagen de debilidad que para nada casa con la realidad. Sin embargo, a pesar de que su salud esté un poco «tocada», sus convicciones se mantienen intactas. Su imagen relacionada con el mundo de las apuestas es muy conocida, por lo que cabe centrarse en otros aspectos de su vida que nos ayuden a construirnos una idea de quién es Adelson. Su mujer, la doctora israelí Miri Ochshorn, es el 50 por ciento de sus negocios, el 50 por ciento de su vida. Sin Miri no toma ninguna decisión. Una de las razones por las que Adelson dudó entre Madrid y Barcelona fue que su esposa defendió la Ciudad Condal por tener playa. Bastó con ese comentario. Dicho esto, lo que de verdad nos puede acercar a este multimillonario es su vida social y política.

Empezó siendo cercano al Partido Demócrata, pero cuando su cuenta bancaria creció, decidió que eso de que suban los impuestos a los ricos no iba con él y se convirtió en un ferviente defensor de la causa republicana. Ha apoyado con ingentes cantidades de dinero a políticos de este partido. Adelson y su esposa fueron los principales benefactores de «Freedom Watch», un «lobby» que funcionó para contrarrestar la ideología demócrata y dar puntapiés a enemigos de EE UU como el presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad. De hecho, todo el dinero que este grupo gastó –30 millones de dólares– contra Barack Obama en la campaña de 2008 salió de sus manos.

Pero sus donaciones van más allá. Sus raíces judías le han llevado a ser un defensor radical de Israel y un opositor feroz de Palestina. En 2006 donó 25 millones a la organización sionista Birthright Israel, que financia los viajes de judíos a ese país. Un año después, repitió la jugada, y así sucesivamente. Es más, allí tiene un periódico –«Israel Hayom»–, muy cercano al presidente conservador Benjamin Netanyahu. Una anécdota que cabe rescatar en este sentido es que, cuando en el mes de junio vino su número dos –Michael Leven–, coincidió con el homenaje que se rindió en Sol al empresario israelí afincado en España Max Mazin, cofundador de la CEIM y la CEOE y líder de la comunidad hebrea en la capital. Al entrar, vio una enorme bandera con la Estrella de David y pudo saborear un vino kosher, el único que pueden beber los judíos.

Sin ningún género de dudas, la religión hace mella en Adelson, pero su otro punto revelador es la lucha contra las drogas. En 2005 tuvo la mala suerte de perder a un hijo por su drogodependencia, por lo que, desde ese momento, no ha parado de crear asociaciones e invertir dinero en esta batalla. Las conclusiones son sencillas. Estadounidense originario de Europa del Este, judío y ferviente republicano. No soporta a los sindicatos ni a los palestinos. Su idea del paraíso es la ausencia de impuestos y de leyes que supongan trabas en sus negocios. Religión, política y dinero son sus tótems.