MANUEL COMA PARA LA RAZÓN /

Netanyahu lleva meses intensificando su campaña para que Obama le apoye en algo así como un ultimátum a Irán o le dé luz verde para que Israel se busque la vida por su cuenta. No hay manera de medir qué parte es juego político y qué parte es preparación diplomática para una acción bélica. Cada uno hace sus conjeturas. El presidente israelí pide que Washington defina claramente, respecto al programa nuclear iraní, cuál sería la «línea roja» cuyo traspaso desencadenaría de manera casi automática una acción punitiva norteamericana.

En su discurso del martes en la Asamblea General de Naciones Unidas, Obama llegó más lejos que nunca al declarar taxativamente que la adquisición de armas atómicas por parte de Irán es completamente inaceptable para Estados Unidos, pero se quedó sin trazar la raya. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, continúa sin saber en qué punto exactamente empieza lo inaceptable en la cuestión iraní por parte de Estados Unidos.

Para el Estado judío el límite está por delante de la posesión efectiva de un arma atómica, para lo que considera que todavía puede faltar un año o algo más. El punto sin retorno, a partir del cual ya no se podrá hacer eficazmente algo que le pare los pies a los ayatolás, se sitúa en el blindaje de sus instalaciones de desarrollo de uranio enriquecido, la materia prima para la adquisición de las bombas. En cuanto esos centros estén al abrigo de los bombardeos, sobre todo el que los satélites espías descubrieron, todavía en construcción, hace pocos años, excavado en el interior de una montaña próxima a la ciudad-santuario de Qom, el programa podrá continuarse hasta su conclusión final. Otra forma de invulnerabilidad sería la obtención de misiles antiaéreos que pudiesen desbaratar cualquier ataque, pero hasta ahora los rusos no han estado dispuestos a dar el paso decisivo de proporcionárselos y no parece que vayan a cambiar.

Por supuesto, las capacidades destructivas de los americanos podrían llegar mucho más lejos que las de los israelíes. La premura de Jerusalén viene no sólo del creciente peligro iraní, sino del distanciamiento del presidente americano, que se presenta como el gran pacificador universal. Su cita electoral cuenta y de varias maneras. No quiere líos, pero no puede evitarlos.