RICARDO ALEMÁN/PERIÓDICO CORREO

Hace 44 años, los estudiantes protestaban contra la represión de la Policía y el Ejército, y contra el déspota gobierno de Díaz Ordaz.

Hace 44 años el movimiento estudiantil reclamaba diálogo y respeto a libertades básicas; como las de expresión, de información, manifestación y tránsito, entre otras.

Hace 44 años se movilizaban por rendijas democráticas, en un sistema autoritario, represor, despótico, de partido único, en donde todo estaba en manos del PRI.

Y hace 44 años muchos de esos jóvenes –estudiantes y trabajadores–, fueron masacrados por la Policía y el Ejército, durante un mitin en la Plaza de Las Tres Culturas –en Tlatelolco–, en donde nadie supo y nadie sabrá el número de muertos y desaparecidos.

Luego de esa represión del 2 de octubre –y la del 10 de junio de 1971–, toda una generación juvenil resultó marcada por la lucha para recuperar libertades y espacios mínimos para la democracia, cada cual desde su trinchera, incluidos aquéllos que prefirieron la guerrilla, en donde muchos otros perdieron la vida.

Pero 44 años después –y como burla de la historia–, reaparecen los movimientos estudiantiles en México, pero no para protestar contra la represión policial y del Ejército, tampoco contra el partido único, y menos a favor de libertades básicas y democracia.

No, 44 años después del 2 de octubre de 1968, los protestantes no son estudiantes de escasos recursos, de universidades públicas y obreros. No, son “juniors”, “jupies”, de escuelas privadas, que a través del chabacano #132 han convertido la protesta callejera en grosera moda de temporal.

Y es que 44 años después del 2 de octubre de 1968, ya no sólo no existe el culto al presidente y a la figura presidencial, sino que poco falta para que le mienten la madre al presidente. Claro, luego que un periodista mendaz y un diputado locuaz inventaron la especie de que Calderón es un borracho. Y luego que un senador panista le dijo a Calderón que era “un cobarde”.

A 44 años de la “matanza de Tlatelolco”, la Policía y el Ejército ya no reprimen estudiantes o manifestaciones estudiantiles, sino que todo joven que se asume como un “ternurita” del chabacano y ridículo #132, goza de total impunidad para cualquier acto de barbarie imaginable.

Desde bloquear calles, cerrar vialidades primarias, fastidiar la vida a miles o millones, quemar autos, lanzar piedras contra un candidato presidencial, hasta meterse a la fuerza a cualquier propiedad privada o pública y robar a transeúntes, dañar mobiliario urbano, causar destrozos en autos, propiedades muebles e inmuebles y lanzar insultos, improperios, huevos y amenazas de muerte contra todo aquél que se atreva a pensar diferente.

A 44 años, el nuevo movimiento estudiantil ya no reclama diálogo. No, hoy sus integrantes pretenden imponer por medio de la violencia, la fuerza, el insulto, la descalificación y la amenaza, sus muy limitados puntos de vista; muchos de ellos auténticas joyas del pensamiento fascista.

A 44 años de “La Noche de Tlatelolco”, cuando se viven y practican las mayores expresiones democráticas que hayan existido en México –nos guste o no–, cuando ya no existe partido único, cuando han gobernado la derecha y las izquierdas, cuando cuentan y se cuentan los votos, cuando es realidad la democracia electoral, los “ternuritas” del #132 hablan de imposición, de lo contrario, amenazan con hacer la revolución. ¡Ternuritas!

A 44 años de que los jóvenes reclamaban libertades básicas, como la libertad de expresión, de información; a 44 años que exigían el fin de la censura oficial a los medios, y cuando vivimos los mayores estándares de libertad de expresión de nuestra historia como nación, los “ternuritas” del #132 insultan a los medios libres, persiguen a los periodistas que piensan diferente a ellos –y que cuestionan su intolerancia–, y hasta se avientan la puntada de proponer el pensamiento único y el control autoritario de los medios.

Y a 44 años de que el charrismo sindical arropó al criminal gobierno de Díaz Ordaz –por la matanza de Tlatelolco–, los “Ternuritas” se han aliado a charros y caciques sindicales como los del SME –entre otros–, a mafias como las de la CNTE, y a grupos porriles propios del viejo priato, que viven de la extorsión y la transa.

A 44 años de distancia de la masacre de Tlatelolco, se agrandan las gestas estudiantiles de 1968 y 1971, al tiempo que se confirma que el chabacano #132 no es más que una grosera impostura, a cuyos impostores “ternuritas”, no les da más que para lanzar huevos a la solapa de una mujer, periodista, que piensa diferente. La historia como tragedia, en 1968 y como comedia, en 2012. ¿O no?