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El pasado domingo el ex soldado israelí Guilad Shalit estuvo en el Camp Nou cumpliendo así uno de sus sueños: ver en directo al que se ha convertido en el equipo de su alma, el Barça, jugando nada menos que contra el Real Madrid. Podría decirse que es un buen regalo de cumpleaños porque, el sábado según el calendario hebreo –y el próximo día 18, según el gregoriano, que es el nuestro y el internacional– hizo un año que Gilad Shalit volvió a nacer. Fue entonces cuando este soldado israelí, ascendido a sargento durante su cautiverio, recobró la libertad al ser intercambiado por 1.027 presos palestinos tras haber permanecido cinco años y casi cuatro meses secuestrado y en poder de Hamás en la franja de Gaza.

Durante los más de cinco años en que estuvo cautivo, aislado y sin ningún contacto con el mundo exterior, el Barça y el fútbol proporcionaron al rehén algunos de los escasos momentos de alivio en unas circunstancias extraordinariamente difíciles. Shalit y sus secuestradores “tenían algo en común: el amor a Messi”. Ahora no ha querido renunciar a viajar a Barcelona, pese a la polémica suscitada por las protestas de grupos propalestinos que presionaron al Barça para que le retirara la invitación.