ALFONSO M. BECKER / EXCLUSIVA MUNDIAL PARA ENLACE JUDÍO

Hasta hace muy poco, el hombre siempre sostuvo que la mujer era un ser inferior por cosas tan triviales y absurdas como que una mujer era incapaz de enfrentarse a una fiera, que demostraba un miedo exagerado a una simple cucaracha y que gritaba enloquecida ante la presencia de un ratón y además ello… provocaba nuestra carcajada. La mujer para nosotros ha sido siempre un animal extraño porque los hombres, una vez conseguido el título evolutivo de máximo depredador del planeta, capaz de dominar a todos los demás bichos de la tierra, llegamos a la conclusión equivocada de que la mujer, aún siendo de nuestra especie, seguía perteneciendo a un reino animal del que nosotros ya nos habíamos excluido otorgándonos el calificativo de humanos… ése fue el gran desprecio del hombre hacia su propia especie y el peor de los errores para con quien tendría que acompañarla y hacerla feliz hasta el final de los tiempos.

Si quieren saber cómo piensa la hembra humana les diré que el diseño cerebral que la madre naturaleza orquestó para las mujeres se sustenta en una inteligencia emocional infinitamente superior a la del hombre. Básicamente el macho humano ha venido a este mundo para matar a todo lo que se mueve a su alrededor y además comérselo, o sea una mala bestia… Sin embargo la mujer, dotada de una inteligencia creadora también superior a la del hombre, vino a este mundo comprendiendo perfectamente que la vida era para vivirla y para soñarla, pues entendió que todo lo que la naturaleza le puso ante sus ojos estaba allí para ella y para su prole, es decir, para su corazón abierto y para su descendencia. Es por eso que la mujer se especializó en recolectar todo lo que estaba al alcance de su mano: frutos para comérselos, grano para la despensa y flores para adornar su cuerpo y hacerlo, instintivamente, más llamativo aún para los hombres… y mientras hacía todo eso comenzó a estudiar al macho y no ha dejado de hacerlo hasta que ha alcanzado el máximo conocimiento sobre el ser más desgraciado que hay sobre la tierra: el hombre.

Mientras el hombre necesitaba levantar cien kilos de peso y saber cómo partirle la cabeza a otro de un estacazo, la mujer observaba esas brutales actividades pensando cuál sería el macho idóneo para protegerla a ella y a sus niños y sobre todo estudiaba si el vencedor sería un buen proveedor para la cocina doméstica… Así, durante un millón de años, la mujer valoró en el hombre una poderosa anatomía que le garantizara por una parte la comida y por otra el engendrar hijos fuertes y sanos de semejante morfología de macho para tratar de soñar su estirpe… soñar… Gracias al sueño de la mujer, actividad creadora que ejercita tanto despierta como dormida, surgió la mejor idea para perpetuar la especie y eso la convirtió en la primera agente de seguros de la historia del planeta Tierra.

El cerebro evolutivo de la mujer cambió, como es natural, sus modelos de arquetipos de la existencia humana conforme el hombre primitivo se iba transformando en homus económicus y aquel cazador musculoso y guerrero se convirtió en un propietario de rebaños, en un industrial, en un comerciante o en un banquero… Tienen que entender los lectores, ahora, que ese cerebro femenino tan prodigioso entendiera que la mayor garantía de bienestar para sus descendientes ahora es el dinero o el poder de conseguirlo y por eso se suele ver a la tía más hermosa del planeta con un banquero de medio metro de alto y más feo que la madre que lo parió… ¿Es una actitud fría e interesada de la mujer? ¡No! Pues el grado de erotismo que genera, en una mujer, una vida de “película” y un futuro asegurado para los hijos, está científicamente probado como también está científicamente probado que nosotros los hombres solemos elegir a una mujer hermosa “de escándalo” aunque sea una buscona, inculta, inmensamente pobre e incapacitada para educar y cuidar de los hijos… lo que deja bien claro que hombres y mujeres somos dos animales de la misma especie que hacen el mismo camino por la vida pero con dos cerebros distintos, dos formas de ver las cosas y niveles de percepción absolutamente diferentes.

Dotada de un talento teatral superlativo y una habilidad coreográfica muy superior a la del pavo real (lo cual indica una maestría absoluta en el dominio de la escenografía), la mujer dedicó toda su inteligencia a perturbar al hombre pues intuía que el macho humano era desgraciado mucho antes de haber nacido porque nunca resolvería el dilema del huevo y la gallina… y ella sí lo hizo porque eligió sabiamente a la gallina… Efectivamente, cuando en un principio se hizo la luz, la mujer ya estaba en este mundo… y por tanto el hombre no podría ser otra cosa que un producto de la mujer y, naturalmente, ella tenía el suficiente poder para moldearlo aunque ello le costara 5.773 años….

Intentando imitar, como un mono discretamente evolucionado, a la hembra humana del siglo XXI, el hombre también observa a la mujer, estudia sus gestos, evalúa su poder de seducción, especula sobre su comportamiento erótico, se atormenta con el movimiento geodésico de sus caderas, enloquece imaginándola, se asusta cuando la hembra se retoca los labios y entra en pánico cuando se calza los tacones de aguja y se pone sus pinturas de guerra…

Entonces el hombre se pregunta por qué es así la mujer, por qué lo amenaza constantemente con su diabólico poder de atracción, por qué se erige tan cruelmente en foco de atención de todos los machos que le rodean, por qué lo deja en evidencia y por qué lo hace tan desgraciado… Ésas son las primeras preguntas que cualquier hombre se hace cuando convive con una mujer pero la Antropología de Género nos advierte claramente que esas preguntas son sólo el prólogo de toda una vida de ansiedad que comienza justamente con el casamiento. Ese cúmulo de dudas primigenias se multiplican por mil cuando el hombre consigue que la mujer sea su esposa… Entonces las preguntas son tan alarmantes que prefiere tragárselas y no compartirlas con ella para no molestarla, no contárselas a nadie para no hacer el más espantoso ridículo… Por qué se pone ese liguero tan llamativo cuando va al mercado, por qué se pinta y maquilla como una estrella de cabaret cuando vienen los vecinos a casa… Y así el hombre vive en silencio, sufre pensando y tiene las pesadillas más horrorosas que ser humano pueda imaginar.

Toda la vida estudiando a la hembra y ha llegado a ninguna conclusión… El hombre lo ha intentado todo, ha querido ser científico, filósofo, desplegar teorías y llevarlas a la práctica para obtener datos concluyentes, malgasta su tiempo despejando incógnitas ginecológicas y se siente incapacitado para resolver la ecuación amorosa que lo atormenta, el teorema obstétrico de su desdicha sexual o la tormenta hormonal que lo consume poco a poco… lo que demuestra que ante la presencia de una hermosa mujer, el ser humano masculino es incapaz de pensar y sólo se concentra en la pérfida anatomía de la hembra humana… ese perturbador objeto del deseo que lo absorbe y lo arrastra a la perdición…

La mujer es la perdición de los hombres porque éste deja de razonar cuando está con ella. El hombre ya no es un hombre y se convierte en una piltrafa evolutiva, un despojo humano. La sociedad del espectáculo ha convertido a ese gran cazador y guerrero, a ese lobo salvaje, en un perrillo faldero que reclama cariño y mendiga caricias, un mono que solo suelta gilipolleces tratando de impresionar a la hembra, una expresión primitiva de simio que salta del ropero a la lámpara para atraer la atención de su esposa. Ya no es un hombre porque se produce un cortocircuíto en sus neuronas y su cerebro se “apaga”.

Cuando está con la mujer, el hombre no es más que un gorila en celo que ha trasladado su actividad pensante a un territorio inguinal donde la ciencia y la filosofía no tienen cabida.