MARÍA ELENA MALDONADO PARA ENLACE JUDÍO

A un lado de la hoja blanca en donde escribo, tengo una publicación conmemorativa de los 100 años de la Sociedad de Beneficencia Alianza Monte Sinaí, la cual me inspiró este texto, junto con el cariño y la admiración por todos esos excelentes amigos descendientes de aquellos hombres y mujeres de bien que se asentaron en este territorio.

Históricamente es la primera institución Judía reconocida por el Gobierno Mexicano, aunque nuestra historia juntos principia desde la época de la colonia, en el siglo XVI; desde aquel entonces llegaron los primeros judíos, buscando nuevos horizontes y con ellos, se abrieron y enriquecieron innumerables caminos con los que se han escrito los grandes acontecimientos de nuestro país.

Era una comunidad fragmentada, a causa de su lugar de origen, su idioma y tradiciones, pero Isaac Capón, uno de los apasionados líderes comunitarios en México los convocó a unirse: “Para que decir israelita no evoque a un pobre beduino errante en el desierto, sino a ser miembro de una corporación fuerte, saludable, vigorosa”.

Así el 18 de agosto de 1912 judíos de varios orígenes, se reunieron en el Templo Masónico en la calle de Donceles 14, con la urgencia de comprar un terreno que permitiera dar sepultura de acuerdo con la Ley de Moisés. Eran todos judíos, bastaba sentirse judío para serlo.

“Identidades” se llama esta revista, en ella encuentro evocaciones personales de las hijas e hijos de aquellos hombres y mujeres de 1912 –prominentes personajes de la literatura, el periodismo, el arte, la política- una Margo Glantz, Silvia Cherem, Jacobo Zabludovsky, José Woldenberg, Esther Shabot, José Gordon, Rosa Nissan, Sabina Berman, Luis Rubio, por mencionar algunos de los más conocidos.

Por el corto espacio, elegí sólo algunos comentarios de interés general:

Como dice el periodista Alberto Lati ¿Somos primero judíos o mexicanos? Pregunta tan inútil como cualquier intento de respuesta, imposible de contestar: dos adjetivos que definen significados distintos y dan, en nuestro caso, una identidad especial. Porque gritamos ¡Viva México! el 15 de septiembre y a los pocos días celebramos Yom Kipur –el día del perdón-, está claro que lo uno no excluye a lo otro.

Esther Charabati, filósofa, pedagoga y escritora, apunta cómo, del comercio, sus paisanos han incursionado en otros campos, y los vemos ejercer profesiones diversas: abogados, odontólogos, chefs, terapeutas, artistas… hoy no hacen sólo suya la cultura mexicana sino que proyectan su propia cultura en el país: los vemos en el arte, investigaciones, en el mundo empresarial, bueno… hasta en los tacos kosher.

Victoria Dana –mi amiga- comunicóloga y escritora, nos recuerda cómo Gilberto Bosques, cónsul mexicano en Marsella, hizo todo lo humanamente posible para rescatar a refugiados españoles, libaneses, y judíos. Logró conseguir cientos de visas para internarlos en México, y salvarlos de una muerte segura, desgraciadamente Jacobo Granat y su familia no tuvieron la misma suerte. Fundador de Alianza Monte Sinaí -prácticamente regaló el panteón a la comunidad- sobresaliente por el hecho de trabajar mucho por nuestro país, apoyando a Francisco I Madero en su lucha por la democracia: le ofreció sus salas de teatro para llevar a cabo sus mítines políticos, lo siguió en campaña y fue parte importante para lograr su presidencia.

Impresionado por los terribles acontecimientos en los que posteriormente murió Madero, y pocos años después de la Decena Trágica, decidió regresar a Austria, de donde había salido; ya no pudo volver. Paradójicamente, México había cerrado sus puertas a la inmigración judía. Se desconocen los pormenores del final de la familia Granat; únicamente se sabe que murieron en alguno de los campos de concentración durante 1943.

Ya mencionamos que la presencia judía se remonta a la época virreinal, pero este año se celebra lo que Angelina Muñiz-Huberman llama la creación de una comunidad en libertad.

El más preciado don del hombre “su libertad” pudo adquirir un sentido real y disfrutarse plenamente. Se convirtió en un despertar de la conciencia, descubriendo el propio ser interno.

Mónica Unikel-Fasja lo celebra como los 100 años de vivir como judíos organizados en el país. Ubicando nuestra historia en las calles del Centro, porque allí empezó todo.

Nosotros tenemos un caudal de historia paralelo en este barrio tan fascinante, historias que nos han platicado los abuelos; ahora debemos transmitir a nuestros hijos lo que allí sucedió.

El ingeniero Berman, padre de Sabina, en tiempos de Lázaro Cárdenas, se detuvo en el zócalo por azares del destino, alzó los ojos al cielo para ver ese sol radiante en pleno invierno, y lo volvió a decidir. Se quedaría en México.

Ha sido un largo camino, con maravillosos resultados, América es un continente de inmigrantes. Nuestro México es tierra de todos, albergamos los colores, los ritmos, los sabores, la sensibilidad del mundo. Los judíos son parte de este fascinante patrimonio.