Hablando de libros

BECKY RUBINSTEIN PARA ENLACE JUDÍO

Sancho Panza en El Quijote de la Mancha afirma sin empacho no saber leer. También en El Quijote se nos cuenta que en aquellos tiempos, en época de siega , los labradores se recogían durante las fiestas y siempre de los siempres había alguno que sabía leer, mismo que tomaba “uno de esos libros en las manos” y leía a los que no habían tenido la dicha de aprender. Y tanto lo gozaban y tanto escuchaban con gusto, que “hasta les quitaba las canas”, es decir, los pesares. (Primera parte, cap- xxxii)

Asimismo, encontramos a Ginés de Pasamonte, un transgresor de la ley, a quien no le importaba ir a galeras “porque allí tendría lugar de acabar su libro”, que me quedan-comentaba- muchas cosas que decir , “que en las galeras de España hay más sosiego de aquel del que sería menester” (Primera parte, cap. xxii) aseveración que nos hace pensar, por un momento, en Cervantes de Saavedra, autor de dicho atemporal best seller -escrito supuestamente en la cárcel donde cayó en tres ocasiones por su mala fortuna-. De ahí que Gines, su posible alter-ego, aseverara: “Porque siempre las desdichas persiguen al buen ingenio.”

También en Don quijote, encontramos que Sancho y El Quijote se topan con una maleta “cerrada con su cadena y un candado” donde se hallaba “un librillo de memoria ricamente guarnecido, que don Quijote, lector voraz, descifra, donde, a sus ojos, “ se podría rastrear y venir en conocimiento”, es decir, donde podrían rastrear a su posible dueño. Se trataba de un borrador de muy buena letra- quizá reflejo de la buena cuna de su autor- en realidad un soneto, que don Quijote leyó en voz alta, “porque Sancho también lo oyese”. (Primera parte, cap. xxiii)

Se trataba de un enardecido soneto amoroso, suponemos, no menos sensibles que los escritos por Cervantes de Saavedra en su juventud a instancias de Juan López de Hoyos, su maestro, quien le encarga la factura cuatro sonetos. Cervantes Saavedra, además de autor de novelas y comedias que lo catapultaron a la fama, escribió sonetos, canciones, églogas, romances y letrillas en su afán de convertirse en laureadao poeta.

Aparte del borrador, Sancho y su amo, encontraron una carta donde el amante herido dedica agrias palabras a la causadora de su guerra, a la culpable de sus infortunios.
“Y hojeando casi todo el librillo –se nos dice- halló otros versos y cartas, que algunos pudo leer y otros no; pero lo que todos contenían eran quejas, lamentos, desconfianzas, sabores y sinsabores y desdenes, solemnizados los unos y llorados los otros”. (Primera parte, capítulo xxiii)

Ya en el capítulo xxiv nos enteramos que Luscinda, una de las figuras femeninas, gustaba leer nada más ni nada menos que el Amadís de Gaula, libro también leído por Don Quijote, porque “era aficionada a libros de caballería”.

Y, tan pronto escuchó mencionar Don Quijote –o sea El Caballero de la Triste Figura- a su amado Amadís, se soltó hablando de libros, los que guardaba en su aldea , “regalo de mi alma y entretenimiento de mi vida” (Primera parte, capítulo xxiv), los que sospechaba habían desaparecido –baste recordar la censura y quema de libros realizada por el barbero y el cura en el pasado no muy lejano.

Y dentro de los escritos en esta obra cervantina, encontramos la famosa carta de don Quijote a Dulcinea del Toboso, su amada, a quien llama “bella ingrata, amada enemiga mía”, la cual debía ser entregada de mano por Sancho Panza, quien, por cierto, juró y perjuró haberlo hecho. Don Quijote, fantasioso como siempre, imaginó que el bueno de Sancho tuvo que haberse ayudado de la magia para ir y regresar volando en tan sólo dos días.

Don Quijote , le dice a su fiel e inseparable Sancho:
¿Sabes de qué estoy maravillado, Sancho? De que me parece que fuiste y viniste por los aires, pues poco más de tres días has tardado en ir y venir desde aquí al Toboso, habiendo de aquí allá más de treinta leguas. Por lo cual me doy a entender que aquel sabio nigromante que tiene cuenta con mis cosas y es mi amigo, porque por fuerza le hay y le ha de haber, so pena que yo sería buen caballero andante, digo que este tal te debió ayudar a caminar sin que tú lo sintieses, que hay sabio de estos que coge a un caballero andante durmiendo en su cama, y sin saber cómo o en qué manera, amanece otro día más de mil leguas de donde anocheció”, (Primera parte, cap. xxi)

O sea, a través de la Literatura –ya sea poesía, ya sea narrativa, ya sea aprehendiéndola por los ojos o por los oídos- indiscutiblemente se puede volar.

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