RABINO DANIEL BEN ITZJAK/COMUNIDAD ISRAELITA DEL PRINCIPADO DE ASTURIAS

Me permito presentar esta serie de artículos, recopilados del libro recientemente editado en Barcelona, Los refranes esotéricos del Quijote, La Cábala en la obra de Cervantes (Ediciones Obelisco), tras solicitar el debido permiso del autor, Julio Peradejordi. El libro, además de estar debidamente fundamentado, es una muestra evidente de que el autor, tal como el mismo lo dice de Cervantes, conoce las fuentes judías “demasiado bien para no ser judío, o al menos, marrano”. De lo que sí me atrevo a dar fe es de su profundo amor y respeto por todo aquello que, tras investigar minuciosamente, reconoce relacionado con la Verdad.

Los Refranes Esotéricos del Quijote

Prefacio

La génesis de este pequeño libro se remonta a un artículo que publiqué en 1994 en la revista LA PUERTA. En dicho artículo únicamente pretendía destapar que el Quijote estaba sembrado de refranes que podrían tener un doble sentido si eran interpretados a la luz de la cábala judía. Mi propósito ahora no es distinto, pero sí deseo ampliar un poco los ejemplos y sobre todo mostrar que Cervantes conocía muy bien las fuentes judías, que utiliza “con gracia y discreción”. Las conocía demasiado bien para no ser un judío o, al menos, un marrano. Hay a lo largo de todo El Quijote un extraño sentimiento de tristeza e impotencia que Cervantes transmite sin querer. Creo que su libro es un intento desesperado de comunicar in extremis una sabiduría condenada a desaparecer. Los cervantistas al uso no parecen haber reparado en ello; es más, a veces parecería que les molesta que el más español de los libros, que se supone acabe con las novelas de caballería, sea en realidad un compendio de los libros de cábala. Pero Cervantes, para quien “la libertad es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos” (II-58) no es libre. Tiene que hablar en clave si no quiere ser tildado de judaizante.

No soy una persona metódica y este trabajo no pretende argumentar una nueva teoría ni mucho menos convencer a nadie. No voy a repasar todos los refranes que aparecen en El Quijote, que son muchos, ni siquiera aquellos que son susceptibles de una interpretación desde el punto de vista cabalístico o esotérico. Unicamente me detendré en los que me han llamado más la atención. Habrá quien pensará porque me centro únicamente en los refranes y dejo de lado el resto de la obra. En realidad no separo los refranes del resto del texto, al cual acudo a menudo, pero me he concentrado en ellos porque sospecho que Cervantes ha utilizado refranes muy conocidos, alguno de ellos de origen sefardí, y los ha cambiado un poquito para decirnos algo sin decirlo… Cuando finalizaba la redacción de este trabajo cayó en mis manos Don Quijote de la Mancha, el Libro del Esplendor de Hermenegildo Fuentes. El título me pareció genial pues el “Libro del Esplendor” es nada menos que el Zohar, obra cumbre de la cábala española en la que Cervantes bebió hasta la saciedad, como me descubriera hace más de 25 años Dominique Aubier…

DON QUIJOTE Y SANCHO, ESOTERISMO Y EXOTERISMO

Plantear una lectura “esotérica” o “cabalística” del Quijote no es algo nuevo. Conocidos autores del mundo del ocultismo ya lo intentaron. Juan Valera ya lo sospechaba en su tiempo de ello cuando escribía que “si Cervantes quiso decir o enseñar algo esotérico en su Quijote, nada aprovecha esto al que le lee con corazón y entendimiento de poeta o de artista; antes le daba.”… En otro contexto, el estudioso Marcel Bataillon propone una “exégesis esotérica y análisis de las intenciones del Quijote”, en un artículo que he visto citado pero que no he podido procurarme. Es cierto que cada día hay más universitarios, sobre todo fuera de nuestro país, que conceden cierto interés a lo “esotérico” como fenómeno literario o religioso. Mi punto de vista es el opuesto. Para mí no se trata de ningún “fenómeno”, sino de algo que siempre estuvo ahí y en lo que pocos han reparado. Considero que el texto del El Quijote es la excusa para decir lo que no puede ser dicho y que Cervantes nos ofrece suficientes pistas para que le leamos con otros ojos. Por esta razón en este pequeño libro intento rescatar, sobre todo a partir de los refranes, algunas de estas pistas. El viejo dicho de que “las apariencias engañan” debe aplicarse en cualquier intento de exegesis esotérica y, como podemos leer en el Capítulo 11 de la Segunda Parte “es menester tocar las apariencias con la mano para dar lugar al desengaño…”. Hay dos esoterismos: el de las apariencias, fantasmal y desencarnado, y el del cuerpo glorioso, perteneciente a lo que los judíos llaman Olam haBa, el “mundo futuro” o “mundo por venir”.

En algunos de los refranes del Quijote, por no decir en todos, el sentido profundo y cabalístico, el Sod, no tiene aparentemente nada que ver con el contexto, que correspondería al “vestido” exterior del mismo, a las “apariencias”. Para llegar a vislumbrar algo de este sentido hemos recurrido a las técnicas de los cabalistas, particularmente a la Guematria.

La mayoría de refranes salen de la boca de Sancho. Sabemos que Sancho es nombrado “gobernador” de la ínsula Barataria. Resulta interesante señalar que el verbo “gobernar” en hebreo es Moshel, que se pronuncia igual que, Mashal, “refrán”. Sancho aprovecha cualquier ocasión para soltar un refrán que contiene una enseñanza. Estos refranes, que ha recibido de la sabiduría judía, los trae “por cábala”. Como dice don Quijote, los trae “por los cabellos”:

“en lo que se mostraba más elegante y memorioso era en traer refranes, viniesen o no a pelo de lo que se trataba, como se habrá visto y notado en el discurso de esta historia”. (II-12)

“Mira, Sancho -respondió don Quijote-: yo traigo los refranes a propósito, y vienen cuando los digo como anillo en el dedo; pero traeslos tan por los cabellos, que los arrastras, y no los gupas” (I-67)

Esta expresión quería decir en la época “aplicar con violencia alguna autoridad, sentencia o suceso a una materia con la cual no tiene relación ni conexión”. Pero en realidad todo el libro, leído con los ojos de este mundo, es un auténtico disparate, como sin duda también lo son el Zohar y las otras obras de los cabalistas, que Cervantes parece no ignorar.

“los refranes son sentencias breves, muchas veces los traes tan por los cabellos, que más parecen disparates que sentencias.” (El Quijote II, cap. 43)

Los refranes son sentencias, y aunque no los entendamos en su sentido secreto, no por ello dejan de tener sentido, y, sobre todo, no dejan de hablar del Sentido al Sentido, de unir el Sentido divino con el Sentido que yace sepultado dentro del hombre. El disparate, del latón dispar, “separar”, “dividir”, es cosa del diablo (de diabolos, “que divide”).

La circuncisión

Las alusiones a la circuncisión practicada por los judíos son constantes en el texto del Quijote, aunque nunca de un modo explícito. Cervantes es muy discreto. Sin duda sabía que la guematria de “Discreción” Taket es 118, la misma que la de Jalaf, que significa “cuchillo”, una alusión a la circuncisión.

Veremos que no sólo el nombre de don Quijote, leído como Keshet es una alusión a esta práctica, también la Orla que encontramos en Roldan, Orlando, o Rotolando evocan al prepucio que es cortado en la circuncisión.

El tema de la circuncisión, aparece representado también en la castración del castor, que encontramos en la Primera Parte del Quijote (I-21).

Pero quizá el guiño más sutil nos lo proporciona el análisis numerológico del número de capítulos que aparecen en la primera y la segunda parte. Como veremos más en profundidad, 52 capítulos de la Primera Parte y 74 de la Segunda suman 126, la guematria de Nimol, “circunciso”.

En el capítulo 19 de la Segunda Parte Cervantes nos hablara del los “discretos cortesanos”, una manera discreta de referirse a los “cortes sanos” de la circuncisión.

El Sastre que aparece en el episodio del juicio de la ínsula Barataria insiste en que es “sastre diplomado”. De hecho lo que nos está diciendo es que es un Mohel, un rabino capacitado (diplomado) para realizar circuncisiones. Cervantes está jugando con la etimólogía de Jaiat, “sastre”, que quiere decir “cortar”.

Los “errores” de Cervantes

Tras una lectura apresurada y superficial se podría pensar, como de hecho lo hacen la mayoría de cervantistas, que Cervantes era un escritor descuidado que escribió El Quijote a toda velocidad y ni siquiera se toma el trabajo de releerlo. Obviamente no es así y muchos de los presuntos errores y confusiones no son sino guiños que brinda al lector atento y conocedor de la cábala. Cervantes no es libre, está en el exilio, en la cárcel de este mundo, y su libro es un libro para el exilio escrito desde el exilio: “se engendra en una cárcel, donde toda incomodidad tiene su asiento”. (I-1)

Tendré ocasión a lo largo de este trabajo de levantar algunos de estos “errores” y ver que no son tales. Algunos de los más evidentes, que analizar detalladamente, son la confusión de la sarna con la matriarca Sara o la de Busilis con Osiris. Cometiendo estos “errores” Cervantes sigue una técnica que los cabalistas conocían bien. De hecho en la misma Torah hay algunas curiosidades que los exegetas modernos no judíos consideran “errores”, pero que son llamadas de atención que la cábala explica muy satisfactoriamente.

En el capítulo 5 de la Primera Parte a Uganda la desconocida la llama Urgada, con lo cual Cervantes nos está advirtiendo que para entender su mensaje hemos de buscar más allá de la letra, hemos de “hurgar” en el texto, de “revolverlo” o sea de darle la vuelta para ver que se nos está diciendo sin decirlo.

El relato de la quema de la biblioteca del ingenioso hidalgo que aparece en el capítulo 6 de la Primera Parte merece especial interés. Cervantes nos está recordando una costumbre de la época y es la de quemar las copias del Talmud que eran incautadas a los marranos.

Que uno de los asistentes a la quema sea precisamente un barbero no deja de ser curioso, y eso por dos cosas. Es harto probable que, acudiendo a la figura del barbero, Cervantes nos está diciendo que aquellos que quemaban las copias del Talmud no eran sino bárbaros. Por otra parte, en hebreo “barbero” se dice Sapar, que se escribe igual que Sefer, “libro”.

En el “donoso y grande escrutinio que el cura y el barbero hicieron en la librería de nuestro ingenioso hidalgo” se quema un libro que el barbero llama Florismarte de Hircania, cuando en realidad se llamaba Felixmarte de Hircania. Hircania, nos dicen los comentaristas, era una región del Asia Menor cuyos habitantes y animales se caracterizaban por su crueldad, pero en realidad me temo que a Cervantes le importaba muy poco el Asia Menor: está aludiendo a un personaje que aparece menudo en el Talmud: Rabí Eliecer ben Hircanos, llamado “el inflexible guardián de la Tradición”, por lo que es comparado en el tratado talmúdico de Avoth con una cisterna, o sea alguien que retiene todas las enseñanzas que recibe.