MAURICIO MESCHOULAM/EL UNIVERSAL

Quizás, sólo quizás, después de todo y afortunadamente, la guerra se termine evitando. En una entrevista para el Daily Telegraph, Ehud Barak, ministro de defensa israelí, acaba de explicar las razones por las que su gobierno ha bajado el tono del lenguaje contra Irán en las últimas semanas. Según Barak, una crisis inmediata ha podido ser desviada, dado que Teherán ha decidido emplear una parte de su uranio enriquecido en la investigación médica, dejando de lado, por ahora, sus aspiraciones militares al respecto.

No todo el mundo lo comprendía con precisión, pero después de aquél notorio discurso en Naciones Unidas, en el que Netanyahu sacó un dibujito con una bomba y unas líneas que aparentemente Irán estaría a punto de cruzar, por algún azar del destino, la retórica del premier israelí empezaba a relajarse. Probablemente, se pensaba, Israel habría ya agotado sus recursos de influencia sobre el electorado estadounidense. O probablemente, también se dijo, los dirigentes políticos de Tel Aviv se habrían percatado de que las sanciones económicas estarían teniendo finalmente un impacto. Posiblemente en realidad se trata de una combinación de elementos. Pero para poder valorarlo en su dimensión correcta, es necesario elaborar una reconstrucción de datos, hilando ciertos sucesos clave de las últimas semanas y días.

Las elecciones EU y el desplazamiento de Romney hacia el centro

Las cuestiones electorales en Estados Unidos normalmente se terminan entretejiendo con infinidad de asuntos y situaciones de muchas otras partes del mundo. El caso de Irán no fue la excepción. Entendiendo la preocupación que este tema particular genera en una gran cantidad de potenciales electores, Romney venía haciendo una campaña muy robusta al respecto. Un día se le veía dando discursos en Jerusalem, otro día en Nueva York o Miami, pero la tónica era siempre la misma:

Obama ha abandonado a su gran aliado de Oriente Medio, Israel. Debido a las políticas laxas y poco contundentes del presidente, hoy Irán estaría a punto de adquirir su arma nuclear, situación que Romney no permitiría, de llegar a la Casa Blanca. Desde la óptica que presentaba el discurso candidato republicano, Irán debería ser tratado con mucha mayor firmeza. Cada vez que lo decía, Romney ganaba adeptos, por supuesto en Israel, pero mucho más importantemente, dentro de ese sector en Estados Unidos que comulga con esta forma de pensar, incluida buena parte de la comunidad judía en ese país.

Incluso Netanyahu intentó hacer su propio esfuerzo de impactar las elecciones de EU. Con apariciones en la TV estadounidense en horarios triple A, o mediante discursos ampliamente publicitados, el mensaje transmitido por el premier israelí iba justamente en la línea de Romney. El peligro de un Irán nuclear era inminente, las sanciones económicas no estaban teniendo efecto y por consiguiente el riesgo de no actuar, cada vez crecía más. Pero ese discurso tuvo un límite. Muy probablemente aquellos electores quienes optarían por Romney debido a ese factor, habían ya tomado su decisión. Por otra parte, en aras de capturar electores indecisos, Romney se habría corrido hacia el centro, limitando su retórica agresiva en temas de política exterior como el de Irán.

Entonces, aparentemente todo cambió. Y bueno, la realidad es que no todo cambia, pero la narrativa y la forma como este problema es presentado se modifica sustancialmente en sólo unas pocas semanas.

La estrategia de las sanciones económicas

A inicios de octubre, los medios del mundo transmitían cómo Teherán se llenaba de manifestantes que protestaban la caída libre de su moneda, el Rial. Esta divisa ha padecido los efectos de las sanciones económicas desde hace algún tiempo, pero su desplome se intensificó a finales de septiembre cuando en una sola semana caía 40%. Paralelamente, y también en el mes de octubre, Europa anunciaba una nueva fase de sanciones: además del ya existente embargo petrolero, ahora se agregan situaciones como castigar no sólo al gobierno sino a los ciudadanos y agentes privados iraníes.

Estas cuestiones, por más que se quiera evadir, tienen que estar generando preocupación en Teherán. La república islámica, a pesar de sus riquezas, no es infalible, lo que posiblemente estaría empujando a su dirigencia hacia las negociaciones. No es casual que justamente en Octubre 2 de este año, se publica en medios internacionales que Netanyahu estaría modificando su estrategia al respecto de Irán para privilegiar las sanciones económicas por encima de acciones militares.

Ya para octubre 20, solo unos días después de estos sucesos, el New York Times filtró la existencia de una serie de encuentros secretos y directos entre Washington y Teherán, que podrían culminar en un proceso de negociación definitivo entre ambos países. Aunque posteriormente esto fue desmentido, esta señal tiene que leerse dentro del contexto de todos los otros factores que acá señalo.

¿Ha optado Irán por no construir la bomba?

Las últimas declaraciones de Barak, entonces, no pueden entenderse si no es en este panorama. Si lo que afirma es correcto, Irán habría optado, al menos por ahora, por el segundo escenario de los cuatro que planteé apenas hace unas semanas. Es decir, estaría decidiendo mantener su programa nuclear, pero no construir, por lo pronto, la bomba. Esa decisión le brindaría la certeza a Teherán, de que Estados Unidos no favorecería un ataque a sus instalaciones. Mucho menos en el caso de que Obama gane las elecciones, lo que hoy parece ser un escenario plausible. Si esto, entonces se confirma, ¿en qué podría consistir el arreglo para permitir que finalmente comience un proceso de distensión?

¿Un arreglo?

Si lo anterior fuera correcto, es decir, si las sanciones económicas están cada vez teniendo un mayor impacto, empujando a los ayatolas a la negociación, y por lo tanto, Irán ha optado por mantener su capacidad disuasiva en el potencial nuclear, pero no en el acto de armar la bomba, posiblemente Israel estaría también dando señales de aceptar un arreglo negociado por Estados Unidos y las otras potencias.

Este arreglo consistiría en la garantía de que Irán no avanzaría en la dirección de armar la bomba, aunque quizás sí en la dirección de seguir fortaleciendo su proyecto nuclear, pero encaminado hacia fines civiles. La garantía vendría acompañada de la amenaza reiterada por Obama, de que si Washington se percata de que Irán estaría transitando desde ese paso hacia el armado de la bomba atómica, un ataque conjunto sería inminente. De lo contrario, y si Irán mostrara que desvía su proyecto hacia fines exclusivamente civiles, las sanciones económicas podrían comenzarse a relajar.

¿Lee usted las mismas señales que yo o quizás mi juicio está siendo engañado? Dígame lo que piensa.