JOSÉ JAVALOYES/REPÚBLICA.COM

No es la noticia internacional del día la liturgia del inmovilismo comunista chino, oficiada simultáneamente con el acceso al poder de la cuarta generación de dirigentes sistémicos en el XVIII Congreso del PCCH; tampoco la incorporación de la política ambiental a la dogmática del Partido. La noticia es la ejecución al misil en las calles de Gaza de Ahmed Yabari, responsable de las actividades armadas de Hamas.

La precisión quirúrgica de que hace siempre gala el servicio de Inteligencia israelí, el Mossad – en esta ocasión dentro de un escenario palestino, como en el propio Teherán recientemente, eliminando a un técnico nuclear israelí que días antes había regresado a Irán, vía Damasco, desde Moscú -, ha seguido en pocas horas a la declaración del primer ministro judío, Benjamin Netanyahu, en la que advertía que su Gobierno elegiría el momento más oportuno para cobrarse un “alto precio” por el lanzamiento de cohetes sobre el sur de Israel desde la Franja de Gaza.

Tampoco lo más relevante en este orden temático, al menos en el corto plazo, es que esta operación – virtual principio de otra serie de actuaciones en ese escenario – apuntille definitivamente la tregua que se había pactado mediante la mediación del Egipto ahora islamista y en la misma onda del sunismo a la que pertenece Ismail Haniya, el dirigente supremo de Hamas. Lo peculiar de esta operación de la aviación israelí, que ha cazado a Yabari a bordo de su automóvil en la Franja de Gaza, como antes había eliminado de idéntico modo a subordinados suyos en la escala jerárquica de ese activismo palestino en la órbita de Irán, es que tiene una clarísima lectura de aviso y disuasión tanto para el propio Hamas, instalado al sur del Estado judío, como para el mismo Hezbolá libanés, que opera sobre el norte de Israel con la misma función de milicia delegada de la República Islámica en esta actual Persia revolucionaria.

Pero todavía hay más en toda esta actual estructura de implicaciones explosivas en Oriente Próximo y Medio. Me refiero al recién abierto ciclo de tensión entre Israel y la propia Siria. La réplica artillera israelí en los Altos del Golán a los morterazos sirios que le llegaron desde la línea fronteriza, en el fragor de la guerra civil que soporta el régimen de Damasco. Pero es que también la relación de alianza sirio-iraní aporta una dimensión de profundidad crítica a toda esta estructura de conflictividad armada.

Una conflictividad que si colateralmente llegó a involucrar a Turquía, miembro de la OTAN – que también ha soportado algo más que cascotes artilleros de Siria en su propio territorio y por causa del mismo conflicto -, queda abierta en su conjunto a la estructura de tensión que dimana del programa nuclear iraní. Algo que, como es bien sabido, Israel considera tanto como un cúmulo de potencialidades, en el orden de las armas de destrucción masiva, incompatibles con los fundamentos de su propia seguridad. Y de su misma subsistencia como Estado. Pues si algo faltara para esta percepción judía de tales riesgos ahí están las reiteradas declaraciones de la teocracia iraní prometiendo la extirpación física del Estado judío. La iniciada réplica israelí a los bombardeos de Hamas desde Gaza, con la eliminación de Yabari, ha hecho blanco en la pata sur de la delegada presión terrorista iraní. Veamos que pasa ahora.