MIKEL AYESTERAN/ABC.ES

Después de cuatro años de olvido internacional, Gaza vuelve a la primera línea con la operación Pilar Defensivo. A diferencia de la guerra de 2008, Israel permite el acceso a la prensa internacional, que recibe todo tipo de atenciones por parte del Ejército judío para poder cruzar el paso de Erez. Los coches se aparcan en el kibutz de Yad Mordechai y de allí un militar lleva a los periodistas en su propio coche hasta el paso fronterizo. “Hemos aprendido la lección. Nos acusaron de querer ocultar la realidad y por eso ahora la política es diferente”, asegura el responsable del vehículo.

“Llamadme cuando vayáis a salir, la frontera está abierta a diario de diez de la mañana a una de la tarde, pero si hay muchos ataques de cohetes en la zona la cerramos”, informa antes de recordar que “a partir de esa puerta estáis en manos del enemigo y no podremos hacer nada por vosotros”. Una actitud desconocida que no se extiende a la prensa local ya que el canal Al Quds sufrió un ataque en sus oficinas y seis de sus periodistas resultaron heridos.

Antes de la puerta a la que se refiere el militar hay que pasar por un despacho para firmar un documento de cuatro puntos que excluye a Israel de cualquier responsabilidad en caso de morir durante un bombardeo, resultar herido o sufrir desperfectos en el equipo. Un texto similar al que se firma cuando se trabaja empotrado con las fuerzas de la OTAN y que advierte que uno se adentra en “zona de combate”.

Después estampan el sello de salida en el pasaporte y comienza el paseo por el túnel enrejado en el que un palestino con un carrito de golf para cuatro personas ofrece un cómodo viaje a cambio de 3 sheckels (sesenta céntimos de euro al cambio). El carrito te deja al final de la reja y hay que coger un taxi que te lleva hasta el primer puesto de control de Hamás (otros 3 sheckels), hoy desierto.

Sólo queda un operario sentado en una silla de preescolar, con las típicas chancletas negras de invierno y verano y rodeado de una marabunta de periodistas ataviados con chalecos, cascos y mil cámaras de todo tipo. El joven apunta el nombre y número de pasaporte de cada uno en una agenda de 2011 y pide el nombre y teléfono de alguien en la Franja que pueda dar referencias del recién llegado.

Conseguir pasar el trámite puede llevar horas si los equipos de la CNN o Al Yasira llegan al mismo tiempo. Hay que insistir mucho hasta que el tipo pone tu nombre en la dichosa agenda. Cuando uno se cree libre, un barbudo corre al taxi porque se le ha olvidado revisar el equipaje. Se abren los bultos más voluminosos y si no se ve nada extraño se puede continuar el camino. No hay tráfico en la carretera y es suficiente con abrir la ventana para escuchar el zumbido de los aviones no tripulados que sobrevuelan día y noche la Franja. Zumbido que se rompe con los rugidos que desde los barcos y los F16 marcan el paso de los minutos en Gaza desde el pasado miércoles.