RABINO MARCELO RITTNER PARA ENLACE JUDÍO

Es para mí una sorpresa verlos hoy aquí, lo que me obliga a comenzar con una disculpa. Verán, con todo este rollo del fin del mundo, pensé: ¿para que y para quien preparo la prédica?, mejor uso mi tiempo en llamar a mis tarjetas de crédito “lamentando profundamente” que ya no podré pagarles. Pero con esta sorpresa de que no pasó nada, si ustedes no saben de qué hablará el rabino, el rabino tampoco lo sabe.

A ver… primero vamos a explorar el texto de la Torá. La narración de Iosef en la parashá Vaigash describe la apasionada suplica de Yehudá de cambiar su vida por el rescate de su hermano menor Biniamín. Anteriormente, Ioséf, el consentido de su padre, se convirtió en una víctima del odio de sus hermanos que trataron de matarlo. Ahora, el tenía el poder de vengarse de sus hermanos. Pero en lugar de hacerlo, optó por la reconciliación. Es un momento conmovedor. “José los perdona, se abrazó a su hermano Benjamín y lloró, y también Benjamín lloró. Él besó a todos sus hermanos, y lloraron juntos…”

Con demasiada frecuencia no seguimos el ejemplo de José. Seguimos enfadados con la familia. Tenemos resentimientos al por mayor y vivimos con el corazón lleno de enojos. ¡Y todavía se nos pide que perdonemos las injusticias cometidas contra nosotros! ¡Imaginen! Hasta que de repente ante una tragedia, algo realmente fuerte, lloramos juntos. Y ponemos las cosas en perspectiva y comprendemos que debemos estar cerca y juntos con quienes tenemos lazos de vidas.

José entendió esto. Él perdonó. Pudo abrazar y reconciliarse, y creció.

Sin embargo, cuando pienso en las víctimas de Newtown y en todas las víctimas de violencia sin sentido mi corazón sigue enojado. Los terribles acontecimientos de la masacre de la escuela Primaria el viernes pasado nos obliga a detenernos y reflexionar sobre qué está pasando. Podemos y debemos hacer un mejor trabajo para protegernos a nosotros mismos y a nuestros hijos.
Si tal vez, al igual que José, pudiéramos redimir el mal y dar un significado a la cruel muerte de estas preciosas vidas … Tal vez salvar a otros. Hacer que la gente tenga conciencia de que la vida tiene mucho valor y es única. El Talmud nos enseña que si tu puedes prevenir que se cometa un mal y te abstienes de involucrarte, entonces, eres cómplice del delito.

Piensen en la intensidad de violencia que cada día leemos o vemos por televisión. Piensen cuántos video juegos ponemos al alcance de hijos o nietos con programas que exaltan la violencia y la muerte. Difícil creer que fue la propia madre quien le enseñó a usar las armas. No menos difícil es ver cómo tantos padres “enseñan” a sus hijos el camino del alcohol, de las drogas, que también terminan siendo armas que destruyen vidas.

En las palabras de Abraham Joshua Heschel: “algunos son culpables, pero todos somos responsables”. Como padres, como hijos, como hermanos, como ciudadanos, como humanos.
Sin embargo yo creo que debemos resaltar lo positivo, como la directora de la escuela, que se lanzó hacia el pistolero para detenerlo sacrificando su propia vida. Y la maestra que ocultó a sus alumnos de 6 años en el closet y que también perdió su propia vida para salvar a otros. El valor y la valentía, el amor de estas mujeres por sus alumnos nos recuerda las mejores cualidades de la humanidad. Ellas ejemplificaron la sabiduría del Talmud, “quien salva una vida, es como si salvara el mundo.”

En el judaísmo la Torá nos enseña claramente: “he puesto ante ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición, uvajarta ba-jaim, escoge la vida para que tu y tus hijos puedan vivir”.

Mi admirado maestro Elie Wiesel escribió: “Pertenezco a una generación que a menudo se sintió abandonada por Dios y traicionada por la humanidad. Y, sin embargo, creo que no debemos renunciar ni a uno ni a otra. ¿Fue ayer, o hace mucho tiempo que aprendimos cómo los seres humanos han sido capaces de alcanzar la perfección en la crueldad? ¿Que para mí los asesinos, los torturadores, son normales, por lo tanto es humano actuar inhumanamente? La respuesta, por supuesto, depende de cada uno de nosotros. Tenemos que escoger entre la violencia de los adultos y las sonrisas de los niños, entre la monstruosidad del odio y la voluntad de oponerse a el. Entre infligir sufrimiento y humillación a nuestro prójimo u ofrecerle la solidaridad y la esperanza. Lo sé, lo digo por experiencia, que incluso en la oscuridad es posible crear luz y fomentar la compasión. Que es posible sentirse libre dentro de una prisión. Que aun en el exilio la amistad existe. Mi credo: Todavía creo en el hombre, a pesar del hombre. Y me sigo aferrando a las palabras, porque nos corresponde a nosotros decidir si queremos utilizarlas para maldecir o curar, herir o consolar. Yo soy, después de todo, una generación que ha aprendido que cualquiera que sea la pregunta, la indiferencia y la resignación no son la respuesta. Y ese es el milagro: Un relato sobre la desesperación se convierte en un relato contra la desesperación”.

José lo entendió y perdonó. Pudo abrazar y reconciliarse, y creció. Y sí, “algunos son culpables, pero todos somos responsables”. Uvajarta ba-jaim, escoge la vida para que tu y tus hijos puedan vivir. Yo soy, después de todo, una generación que ha aprendido que cualquiera que sea la pregunta, la indiferencia y la resignación no son la respuesta. Y ése es el milagro: Un relato sobre la desesperación se convierte en un relato contra la desesperación”.