ENRIQUE DEL VAL BLANCO/EXCELSIOR

Es de celebrar que a principios de esta semana que termina, la UNAM, a través de su rector, el doctor José Narro Robles, haya inaugurado el Seminario sobre Laicidad y Educación, dentro de la cátedra extraordinaria Benito Juárez.

No podía ser más oportuno, sobre todo al tomar en cuenta que las modificaciones al artículo 40 de nuestra Constitución han fortalecido al Estado mexicano, ya que ahora nuestra República no sólo es representativa, democrática y liberal, sino también laica; y, por otro, al contrario y a pesar de que varios estados la han rechazado, está por aprobarse una modificación al artículo 24 constitucional, que abre la posibilidad de que la Iglesia católica se inmiscuya todavía más en la educación pública, en nombre de la libertad religiosa.

Lo anterior se manifiesta claramente en el documento elaborado por la Iglesia en septiembre del año pasado, denominado “educar para una nueva sociedad”, en el que afirman que la escuela “oficial” (así llaman a la educación pública) nunca debería cerrar la puerta a los valores trascendentes y a una libertad religiosa, y hablan de una laicidad positiva. Su objetivo es apoderarse de la educación.

En el seminario mencionado participaron distinguidos estudiosos del tema, quienes coincidieron en que no existe una sola visión del mundo y que un verdadero Estado laico debe respetar a todas las religiones y garantizar el derecho a manifestar sus particulares ideas. Sin embargo, esta manifestación de ideas y dogmas de fe debe hacerse en los recintos que para ello tienen y no pretender utilizar las escuelas para influir en la juventud. Por ello, es fundamental que haya una defensa del carácter laico de la educación.

No es únicamente en nuestro país donde la Iglesia católica pretende aumentar su poder político, más que religioso; en Francia, por ejemplo, están poniendo, literalmente, el grito en el cielo debido a las propuestas de modificaciones legales para consolidar los derechos de las mujeres, el divorcio, la contracepción y la interrupción voluntaria del embarazo, cosa que en nuestro país sólo ocurre en el Distrito Federal, mientras que en varios estados el aborto es condenado con cárcel. Los franceses pretenden incluso obtener el reconocimiento legal a morir dignamente y están defendiéndose de los deseos de la Iglesia de penetrar en la educación pública.

También en España se cuecen algunas habas, pero con una originalidad digna de una serie cómica. Uno de los obispos más retardatarios de ese país, donde hay muchos al igual que en México, el de Alcalá de Henares, ha publicitado un curso de “sexualidad y afectividad para jóvenes”, en el que durante 45 minutos habrá una charla y preguntas, y durante otros 45 minutos subirán a la capilla simplemente a rezar. Ahora bien, el lema que está utilizando sin duda tendrá algún premio futuro en la mercadotecnia ya que dice: ¡Agárrense muchachones, porque ahora sí que vamos a hablar de sexualidad como Dios manda!

El problema no es ser jacobino o no; la defensa de la educación laica y la separación entre el Estado y las iglesias es de simple sentido común, más aún si, como estamos viendo en nuestro país, existen algunas amenazas a ella debido al olvido de la defensa del Estado laico por los dos últimos regímenes panistas, fieles a su tradición sectaria en este tema.

El rector Narro se manifestó sobre los pendientes del Estado mexicano en materia de educación reproductiva para tutelar los derechos de las mujeres y los niños. No es casual que el censo haya dado como resultado que existen más de seis millones de mexicanos más de los que se consideraba que éramos y que, dentro de ésos, cerca de 70% tengan menos de 12 años, exactamente los años en los que los dos gobiernos anteriores evadieron el tema de la planificación familiar. Nuevamente será necesario hacer campañas en este sentido, para evitar que se desborde una vez más el crecimiento de la población y se convierta en una limitante al desarrollo sano de nuestro país.