Juntos venceremos
viernes 26 de julio de 2024

PROYECTO HORIZONTE
EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO

¿Les hemos dado a nuestros hijos las herramientas para que sepan decidir adecuadamente ante diferentes situaciones?
Lo importante es no decidir por ellos, sino guiarlos a comportarse de acuerdo a lo que consideran correcto y apropiado.

Las familias que estimulan y alientan a la autoestima y confianza, tienen hijos más responsables, cooperadores, respetuosos y seguros. Ésta se fomenta a través de tres factores importantes:

1.La confianza – seguridad en nosotros mismos y en otras personas.
2.La competencia – sensación de capacidad para hacer las cosas.
3.La responsabilidad – capacidad para hacerse cargo de las obligaciones y consecuencias buenas o malas sobre la
elección tomada.

FOMENTA LA CONFIANZA

-Demuéstrales afecto y aceptación por medio de palabras halagadoras y muestras de cariño físicas. Cuando hacen algo
que no nos agrada, comunícalo de forma clara y abierta, sin juzgar o criticar.
-Escúchalos y pon atención a lo que quieren decir sin interrumpir ni desaprobar.
-Permíteles expresar sus dudas, sentimientos y opiniones.
-Juega con ellos y comparte sus gustos y aficiones.

 

HUFFINGTONPOST.ES

Ahmed Dogan, líder del Movimiento por Derechos y Libertades, el partido de la minoría turca en Bulgaria, salió ileso de un atentado este sábado, después de que un hombre le apuntara con una pistola a la cabeza durante un discurso.

El agresor, de 25 años, con antecedentes y armado con una pistola de gas y dos cuchillos, intentó disparar al político, según informa la Policía. Justo en ese momento, los asistentes al discurso y miembros de seguridad se abalanzaron contra él y le propinaron repetidas patadas y puñetazos. El agresor acabó, de hecho, con la cabeza ensangrentada.

Ahmed Dogan, de 58 años, dirige el MRF desde su fundación en 1990, y su partido ha participado en dos ocasiones en gobiernos de coalición.

En Bulgaria, un país durante mucho tiempo bajo el dominio otomano (1396-1878), la minoría turca representa alrededor del 10% de la población.

ABC.ES

19 de enero 2013.-Estados Unidos formará a militares mexicanos en el combate al crimen organizado con las tácticas empleadas para enfrentar al terrorismo de Al Qaida. Según funcionarios estadounidenses y documentos militares citados por la agencia Ap, el Pentágono creará para este propósito un nuevo cuartel de operaciones especiales en suelo estadounidense.

El centro, localizado en las instalaciones del Mando Norte en Colorado, aprovechará el programa que ha permitido a militares, policías y agentes de inteligencia mexicanos estudiar las operaciones antiterroristas de Estados Unidos, según un documento firmado el 31 de diciembre por el secretario de la Defensa, Leon Panetta. El memorando recoge la ampliación de la capacidad de la base de 30 a 150 personas.

Con esta estrategia, México dispondría de una fuerza militar destinada a enfrentar, mediante golpes «quirúrgicos», a las redes criminales que asolan varios estados del país; singularmente los que comparten frontera con el vecino del norte y que dejaron al menos70.000 muertosen los últimos seis años.
El programa ha contribuido ya a que las autoridades mexicanas establezcan su propio centro de inteligencia en la Ciudad de México, tomando como modelo instalaciones similares en zonas de guerra con el fin de luchar contra el terrorismo en Afganistán e Irak.

Sin embargo, el portavoz del Mando Norte, capitán Jeff Davis, matizó en una declaración escrita que «sólo estamos colocando a un comandante a cargo de las cosas que hacemos ya» en el cuartel mencionado. Por su parte, la Secretaría de Relaciones Exteriores mexicana se limitó a reconocer que estaba al tanto de esos cambios.

Estas medidas formarían parte de la Iniciativa Mérida, por la cual Estados Unidos ha destinado desde 2008 alrededor de 1.500 millones de dólares para la compra de equipos, capacitación militar y proyectos sociales. Altos funcionarios de la Cancillería mexicana aseguraron a ABC que las circunstancias han cambiado y que la Iniciativa debe ser revisada y actualizada.

Medina-Mora

A este respecto no debería resultar ajeno el nombramiento de Eduardo Medina-Mora como embajador de México en Estados Unidos. Medina-Mora fue director del Centro de Investigación y Seguridad Nacional y secretario de Seguridad Pública durante la presidencia de Vicente Fox. Ya en el sexenio de Felipe Calderón, ocupó el cargo de procurador (fiscal) general de la República.

ESTHER SHABOT/EXCELSIOR

Confuso y caótico sigue siendo el escenario en la planta de gas argelina de Amenas, donde el miércoles pasado la denominada Brigada de Al-Qaeda en el Magreb Islámico emprendió un violento asalto mediante el cual secuestró a cerca de 600 trabajadores y funcionarios, tanto argelinos como extranjeros, que laboraban en esta empresa asociada con compañías trasnacionales y de vital importancia para la economía de Argelia. Treinta horas después el ejército argelino se lanzaba contra los terroristas al estilo en que los rusos procedieron en el teatro Dubrovka de Moscú en 2002 o la escuela en Beslan en 2004. El intempestivo y contundente ataque argelino consiguió liberar a cientos de secuestrados, pero mató a docenas de ellos, lo mismo que a una buena cantidad de los jihadistas. Hasta el momento prosigue la crisis, ya que restan rehenes retenidos y permanece aún el acoso de las fuerzas militares de Argelia.

¿Cuáles fueron los motivos del ataque jihadista a la planta de gas argelina? En la proclama lanzada por el líder del grupo terrorista, Mokhtar Belmokhtar, el rechazo a la intervención militar francesa en Mali contra los jihadistas que pretenden apoderarse de ese país africano constituyó la justificación primordial para su operativo. Sin embargo, hay opiniones de expertos que consideran que lo de Amenas fue preparado con anterioridad a lo ocurrido recientemente en Mali, y que simplemente Belmokhtar aprovechó la coyuntura para cubrir una operación planeada en principio para otros fines. Tal es, por ejemplo, el punto de vista del experto israelí en temas de terrorismo, Ely Karmon, quien considera que el espectacular secuestro de cientos de operarios tuvo que haber sido planeado con semanas o meses de anticipación y que los eventos en Mali le cayeron casualmente a Belmokhtar como cómodo pretexto para dar mayor respaldo y relevancia a su plan.

Karmon sostiene que Belmokhtar ha encabezado desde hace unos años una unidad de Al-Qaeda en el Magreb Islámico dedicada fundamentalmente al contrabando de narcóticos y al secuestro y la extorsión en la región del Sahel, pero que sus actividades entraron en conflicto con el máximo líder de la mencionada organización, Abu Musab Abdel Wadoud, quien habría expulsado a Belmokhtar hace poco, con la consecuencia de que éste probablemente decidiera actuar por su cuenta a fin de fortalecer su liderazgo independiente. Según Karmon, la lucha interna por el poder en Al-Qaeda sería así el motor principal de la aventura de Belmokhtar, aunque la intervención francesa en Mali significaría un pretexto oportunistamente tomado para darle al operativo una imagen con alcances mayores.

Por otro lado, se plantea la pregunta de por qué las autoridades argelinas decidieron emprender el ataque contra los terroristas de manera tan precipitada y al parecer sin coordinación alguna con fuerzas y elementos de inteligencia, extranjeros que podrían haber participado en el rescate en virtud de la necesidad de proteger y salvar a sus connacionales atrapados por los secuestradores. Y aquí, lo que parece haber prevalecido son los intereses prioritarios de Argelia por encima de la preservación de la vida de los rehenes. Tales intereses son la integridad de los yacimientos de gas —en la medida en que ahí radica la fuente privilegiada de recursos para la economía nacional— y, en segundo término, la necesidad de mostrar a los argelinos que el gobierno es fuerte y está decidido a combatir inclementemente a los terroristas islámicos. No hay que olvidar que los servicios militares y de inteligencia argelinos llevaron a cabo una guerra frontal contra los islamistas en la década de los 90 con un saldo de cerca de 150 mil muertos, lo que constituye una herida sin cicatrizar en el tejido social argelino. Ello estuvo quizá detrás de la decisión del régimen de Argel de actuar tan rápido y soslayando totalmente la opinión o la experiencia de los múltiples gobiernos cuyos ciudadanos formaban parte del grupo de los rehenes.

ANA CARBAJOSA/EL PAÍS

20 de enero 2013.-Hoy es el gran día para Inbal y Dori. Llevan dos años esperando este momento. El kibutz Gal-on decidirá esta tarde en asamblea si acepta a esta joven pareja israelí como miembros. Habrá una votación y, si todo va bien, Inbal y Dori se convertirán en una de las miles de parejas culpables de la resurrección del colectivismo en Israel.

Los cientos de kibutz que encandilaron a la progresía de medio mundo durante los primeros años de existencia de Israel cuelgan ahora el cartel de completo. Con 143.000 miembros, los kibutz no habían tenido nunca antes tantos pobladores en sus 102 años de vida. Hoy los jóvenes quieren sentir el contacto con la naturaleza y el calor de la vida en comunidad. Pero sobre todo vuelven porque el 75% de los kibutz han cambiado a golpe de asamblea la forma de organizarse. Los miembros aún comparten mucho –comedor, coche, escuela, sistema de pensiones…–, pero ya no tanto como antes. El individuo ha ganado terreno al grupo. Se han modernizado y adaptado a las exigencias de una sociedad más individualista, dicen unos. Se han descafeinado hasta casi perder su razón de ser, piensan otros. Lo cierto es que han cambiado y que ese cambio ha seducido a miles de israelíes, a los que la colectivización total asfixiaba. Tras décadas de declive, aquellos experimentos sociales que sorprendieron al mundo florecen de nuevo.

La joven pareja de Gal-on superó el test psicotécnico, el económico y la entrevista hace meses. Ahora forman parte de las 35 familias preseleccionadas que esperan una decisión final. A pesar de la trascendencia del momento, Dori dice que no está demasiado nervioso. Cuando le tocó salir al escenario a exponer los motivos por los que pedía el ingreso hace dos días ante el pleno de la comunidad, lo hizo casi a pelo, improvisó. Porque al fin y al cabo, él nació en este kibutz. Y aquí, en este vergel próximo a la depauperada franja de Gaza, casi todo el mundo lo conoce.

Saben que creció en la casa de niños del kibutz, donde las madres dejaban a sus bebés a los tres días de parir y donde los cuidadores criaban a todos los niños del kibutz por turnos durante las noches. Por las tardes eran los padres los que se ocupaban de sus hijos. Los recuerdos de la infancia de Dori, como los de muchos niños del kibutz, son memorias de una niñez feliz. “A mí me encantaba. Podía enredar y jugar toda la noche. Si teníamos algún problema, había un interfono para llamar a los cuidadores”. Crecieron niños independientes, muy capaces de relacionarse con su entorno, aseguran los defensores del modelo.

Pero la crianza colectiva fue precisamente la primera gran reforma del kibutz. La lideraron algunas madres que se negaron a abandonar a sus hijos por las noches. Con los años han aflorado multitud de trau­­mas infantiles. Los niños diferentes –el gordo, el feo, el lento, el sensible– cuentan, ya de mayores, que sufrían más de la cuenta sin tener al lado a unos padres que les ayudaran a amortiguar los golpes propios de la crueldad infantil. A Inbal, la otra aspirante a Gal-on, como a muchos otros israelíes, la idea de colectivizar hasta los hijos le espanta.

Las casas de niños ya no funcionan en ningún kibutz de Israel. Cada chaval duerme en casa con sus padres. El día lo pasan en la escuela infantil y jugando con los amigos entre el verdor de estos minipoblados, en los que no entran los coches. Los niños corretean y van de una casa a otra, sin que ninguna valla les corte el paso. Porque el kibutz es un lugar común. Lo dicen los estatutos y lo demuestra la arquitectura de estas comunidades repartidas por todo el país y que a simple vista podrían parecer una urbanización española con vecinos muy bien avenidos. Un paseo por el interior de cualquier kibutz enseguida desvela que esto es otra cosa.

A las nueve de la mañana es hora punta en el comedor comunal de Ein Hashofet, en el norte del país, en la Galilea. Huevos cocidos, aceitunas, arenques ahumados y una bonita cristalera por la que entra el sol y a través de la cual se puede ver a los alumnos del colegio. Decenas de hombres y mujeres de todas las edades llenan sus bandejas con un opíparo desayuno propio de un bufé de hotel de lujo. Aquí esto es el pan nuestro de cada día. Comida subvencionada a precio de saldo, a cuenta del fondo común.

Los 480 miembros depositan su salario en la caja comunal. A cambio reciben una paga mensual para sus gastos. La cuantía de la paga depende del tamaño de la familia. El kibutz se encarga del resto. Salud, escuela, universidad –que aquí consideran “una necesidad básica en la vida”–, pensiones para los mayores y cultura, entre una infinidad de servicios. Hay un lema que preside todo el invento y que resume muy bien la filosofía sobre la que se asienta el kibutz: “Todo el mundo pone lo que puede y recibe lo que necesita”.

Tienen un pub, un auditorio, un pequeño museo, una piscina, un dentista gratuito, un diario interno que da cuenta de nacimientos, muertes y otros eventos, y hasta un minizoo en el que cada niño adopta y da nombre a uno de los animales. Compran además bienes y servicios en bloque al mundo exterior, lo que les permite beneficiarse de ofertas como, por ejemplo, en teléfonos móviles.

Así se han organizado en Ein Hashofet cuatro generaciones durante 75 años. Desde que a finales de los años treinta, judíos polacos y estadounidenses recalaran en este pedazo de territorio. Las fotos de la época muestran un terreno baldío. En las imágenes algo posteriores se ven ya las pequeñas viviendas unifamiliares. Diminutas, porque no había lugar ni para niños ni para lavadoras ni para casi nada. Apenas una cama de matrimonio y poco más. El resto: baños, duchas, casas de niños, cocinas… todo era común. Con los años, las casas se fueron ampliando y ahora son pequeños chalés con todo tipo de comodidades.

Hoy, el 25% de los ingresos de Ein Hashofet proceden de la agricultura –aguacates, pollos, vacas– y el resto viene de la producción industrial. Elaboran un componente de las luces de neón y piezas de automóviles. La fábrica de helados y quesos da salida a parte de la producción láctea. Allí, un empleado masajea las cervicales de una compañera junto a las máquinas. El ambiente laboral es a todas luces muy relajado. Eitzik Shafran, uno de los miembros, explica que funcionan con todo tipo de ajustes laborales. Los jubilados, por ejemplo, pueden trabajar a tiempo parcial, si quieren, para seguir contribuyendo a la comunidad.

La aparente prosperidad esconde, sin embargo, importantes dificultades económicas. El azar, el destino y, sobre todo, la decisión de los padres fundadores quisieron que Ein Hashofet firmara sus contratos de distribución de piezas para automóviles con la General Motors (GM) estadounidense. Miguel Zarkus, el secretario general del kibutz, explica que “cuando GM entró en crisis, la producción en Ein Hashofet se paró”. Luego cambiaron las leyes ambientales y también perdieron el dominio del mercado de los componentes de las lámpa­­ras. Después llegó la crisis financiera global. “Empezaron los miedos. Antes nadie dudaba del sistema colectivo. Ahora ya hay gente que se plantea la privatización del kibutz. Cuando las familias tienen miedo, impera el sálvese quien pueda. El modelo comunitario es mucho más fácil cuando las cuentas están saneadas”, sostiene Zarkus, con barba cana y aire sesentayochero.

Ein Hashofet es uno de los 64 kibutz tradicionalistas que quedan en Israel. Uno de los que no han optado por la llamada privatización, por la que hasta 190 kibutz han dejado de compartir bastantes cosas, pero en los que todavía hay un fondo común para casos de enfermedades graves, jubilaciones, desempleo y otras necesidades acuciantes. Lo llaman privatización, pero en realidad casi lo único que no es común son los salarios. Operan bajo el principio de la responsabilidad mutua. Cuando un miembro flaquea, la comunidad sale al rescate. En los privatizados hay coches comunes, y multitud de decisiones todavía se votan en asamblea. La diferencia con los tradicionalistas es que el sueldo se lo guarda cada uno y lo gasta como quiere, salvo la cuota que se paga a la comunidad. Ese ha sido el gran cambio, el gran atentado a la premisa igualitaria del universo kibutz.

Ese es además el gran debate que la mayoría de los kibutz en Israel ha mantenido durante años y que ahora aterriza en Ein Hashofet: el de cómo competir en una economía globalizada y, sobre todo, el de cuánto compartir cuando vienen las vacas flacas. De momento, la mitad de los miembros están a favor de la mal llamada privatización, y la otra mitad, en contra. El tiempo dirá. Mientras, han plantado olivos y naranjos y empiezan a probar suerte con la energía solar.

Las privatizaciones son procesos largos que pueden durar seis u ocho años y en los que, votación tras votación, la comunidad se reinventa a sí misma. Shlomo Getz, profesor de la Universidad de Haifa y conocido como el gran experto en el colectivismo israelí, explica cómo nació la necesidad del cambio: “Algunos empezaron a envidiar la capacidad de consumo de los que no vivían en los kibutz. Veían cómo compraban coches, viajaban al extranjero… Luego estaba lo que llamamos problema de los aprovechados. No todo el mundo trabajaba igual, pero todos cobraban lo mismo y recibían lo que necesitaban. Igual solo había un 5% de aprovechados, pero muchos miembros tenían la sensación de ser los únicos que de verdad trabajaban y de que los demás se aprovechaban de ellos”.

Así, poco a poco, el 75% de los kibutz mudó de piel. Decidió seguir compartiendo, pero menos. Ese cambio, según los entendidos, ha favorecido la llegada en masa de nuevos miembros. “La gente vuelve porque la apertura [privatización] de los kibutz ha hecho posible que los jóvenes vivan en una comunidad, pero a la vez sean dueños de sus actos y de sus salarios. Que dependan menos unos de otros. Los kibutz son además un reducto de tranquilidad donde la gente vive con las puertas abiertas”, explica Marc Levy, director general del Movimiento del Kibutz, la federación de comunidades, en su sede en Tel Aviv.

La gran vuelta al kibutz de los últimos dos o tres años se produce después de un par de décadas de crisis profunda. En los años ochenta, los kibutz se encontraron con un nivel de endeudamiento desorbitado. Además, respondían solidariamente los unos de los otros, lo que supuso un problema añadido. La principal culpable de la crisis del modelo colectivo fue la gran inflación israelí de aquellos años. El paso de la casa de niños a la de los padres fue otro de los factores definitivos. Las familias se embarcaron en grandes inversiones para ampliar sus viviendas en un momento económicamente inoportuno. A la vez, las empresas propiedad de los kibutz empezaban a quedarse atrás, a ser incapaces de competir. Cuentan los miembros de las comunidades que se dieron cuenta de que para triunfar en la economía moderna había que especializarse, que no todos los miembros del kibutz servían para todo. Que el maestro o el que ordeñaba las vacas no podía convertirse en el gerente de la fábrica de un día para otro.

Coincidió además con un momento en el que el paternalismo estatal de los primeros años de vida de Israel empezaba a diluirse con un salto a la economía capitalista, que en algunos sectores se produjo a velocidad de vértigo. “Los kibutz empezaron a vaciarse”, relata Getz. “Las deudas eran de los kibutz, no de los individuos, y mucha gente simplemente se fue. Entonces surgió la necesidad de replantearse el sistema”, cuenta en el porche de su casa Gadot, en el norte, junto a Líbano.

La crisis forzó un gran pacto entre los bancos y el Estado. Condonaron parte de la deuda según la capacidad real de devolución de cada kibutz y, a cambio, las comunidades cedieron parte de sus tierras al Estado y privatizaron la industria láctea. Hoy día, la gran mayoría de los kibutz son empresas rentables. Muchos combinan la producción agrícola con la fabricación de todo tipo de productos. Envases plásticos, blindaje para coches, piezas de electrodomésticos. Casi de todo. Sus miembros suman apenas el 1% de la población de Israel, pero representan el 40% de la producción agrícola y en torno al 9% de la industrial.

Viendo la vitalidad que se respira en el comedor de Ein Hashofet, resulta casi imposible pensar que hace 15 años este kibutz, como los del resto del país, languideciera. Sucedió casi de repente, hace unos años, cuando empezó a llegar sangre nueva, parejas jóvenes que huían de la gran ciudad y la inseguridad urbana. Que buscaban un lugar agradable para ver crecer a sus hijos –aquí van en bicicleta a la guardería– y que anhelaban la vida en comunidad. Hoy, la lista de espera para entrar es de al menos un año. Cuando hay vacantes, los que superan la entrevista personal y las tres votaciones están dentro. Ahora, en Ein Hashofet esperan tener más tierras y algo más de dinero para poder ampliar.

El cambio ha permitido la supervivencia, pero también ha generado lo que algunos viven como nuevas contradicciones. Amikam Osem, un pionero veterano, lo explica muy bien. Dice que una cierta privatización ha sido necesaria. Bien. Que se abrieron las puertas y muchos miembros empezaron a trabajar fuera, en las ciudades. Mientras, las fábricas y los sembrados se llenaron de obreros de fuera –tailandeses y palestinos con pasaporte israelí sobre todo–. También bien. “El problema es que los beneficios de esos campos y esas fábricas siguen yendo a los miembros del kibutz, y eso no es justo. Si somos tan socialistas, habrá que repartir los dividendos entre los trabajadores, digo yo”.

En la inmensa mayoría de los kibutz no se ve una kipá, con la que se tapan la coronilla los judíos más religiosos. El perfil del pionero fundador del Estado de Israel era el de un judío laico y askenazí –de origen europeo– con ideales sionistas y socialistas. Se trataba de colonizar la tierra, de hacer florecer el desierto, como ordenaba el padre del país, David ben Gurión. De crear un nuevo mundo y de labrar la imagen del nuevo judío, en la que la cultura reemplazaría a la religión. Querían acometer revoluciones personales, “reducir la distancia entre lo que se dice y lo que se hace”.

Pero la presencia de la religión crece a marchas forzadas en Israel y eso también se nota en los kibutz. En algunos se construyen sinagogas y hay incluso un par que son religiosos al 100%. Es decir, no admiten por ejemplo miembros que no respeten las reglas del kashrut, las que el judaísmo impone para la alimentación, entre ellas la separación de carne y lácteos. El sabbat, el día de descanso, se cumple a rajatabla.

Es el caso de Sha’alvim, en el centro del país. Aquí, todas las cabezas van cubiertas con una kipá. Unos son nacionalistas-religiosos, y otros, haredim –ultraortodoxos–, “pero todos somos sionistas”, aclara Moshe Oren, uno de los fundadores. Hace esta aclaración porque parte de la comunidad ultrarreligiosa de Israel se declara antisionista y en contra de la creación del Estado de Israel. Piensan que solo el Mesías, cuando llegue, podrá fundar un Estado judío. Los religiosos de Sha’alvim pertenecen, sin embargo, a otra corriente. A la de los que piensan que el camino de la redención pasa por asentar la que consideran la tierra prometida. Son fruto del variadísimo cóctel ideológico-teológico que en Israel compite por la identidad del Estado. “Cuando llegamos, éramos religiosos, pero también teníamos ideales socialistas. No queríamos ser pequeñoburgueses”. A principios de los cincuenta, unas diez familias aterrizaron en estas tierras, pegadas a la frontera que hasta 1967 fue Jordania, con la idea de poblarlas y proteger las fronteras. Hoy viven aquí unas 70 familias, pero están construyendo un barrio nuevo para alojar a los que vienen. Oren nos recibe en su casa, un pequeño habitáculo decorado con fotos de la familia y todo tipo de objetos religiosos. Él es uno de los primeros pobladores. Nacido con el nombre de Marcel Tanenbaum, recaló en Sha’alvim en 1956 tras escapar del nazismo en Estrasburgo. Enseguida comenzaron a cultivar la tierra y a criar ganado. Hoy, buena parte de la actividad del kibutz gira en torno a la gran yeshiva hesder, donde estudiantes israelíes y estadounidenses combinan enseñanzas religiosas con el Ejército.

El caso de Sha’alvim es especialmente interesante, porque de alguna manera ilustra la emigración ideológica de ciertos sectores de la sociedad israelí. Oren y el resto de los llamados pioneros llegaron a Sha’alvim porque querían conquistar la tierra y participar en la construcción del Estado de Israel en el que creían. Los hijos de Oren –“con la ayuda de Dios tenemos muchos”– se consideran también sionistas e idealistas y viven en asentamientos en los territorios ocupados palestinos. “No se trata de colonizar, sino de liberar, porque esta tierra [Cisjordania] nos pertenece desde que Dios la creó”, estima Oren. Algunos de sus nietos –unos 50, dice que ha perdido la cuenta– viven en los outpost, grupos de caravanas incrustadas en el corazón de Cisjordania e ilegales incluso según la ley israelí. En los cincuenta, los pioneros, los idealistas patriotas, fundaban kibutz. Hoy levantan outposts y pueblan los asentamientos que ponen en peligro cualquier acuerdo de paz con los palestinos.

La intimidad de la gran familia del ki­­butz da calorcito, acoge. Pero también en ocasiones asfixia. “No solo conozco a todos los miembros del kibutz, sé también con quién se acuesta cada uno”, confiesa entre risas Amikan Osem, el pionero veterano que vive en Afikim, en el valle del Jordán. Este kibutz ha acogido a 100 nuevas familias en el último año. Osem conoce Afikim como la palma de su mano y le gusta enseñarlo subido en uno de los típicos triciclos eléctricos que circulan por los kibutz de todo el país y que se fabrican aquí. Deja escapar una mueca-sonrisa cuando recuerda los años de los –y sobre todo las– voluntarios/as. Muchos israelíes siguen añorando el desembarco de las nórdicas, las inglesas, las estadounidenses. “Aquí sabes quién es tu madre, pero nunca estás seguro de quién es tu padre”, dice un chascarrillo que recorre los kibutz y que hace alusión a aquellos años. La juventud internacional recalaba en este rincón del planeta, deseosa de aprender, de cumplir su sueño socialista… y de divertirse. Amoríos y rollos de verano hubo muchos. Matrimonios, también unos cuantos.

Ahora los jóvenes solidarios se embarcan en flotillas que aspiran a romper el embargo de la franja de Gaza, o por lo menos a llamar la atención sobre este castigo colectivo al más de millón y medio de palestinos que allí viven. Y los kibutz reciben ahora voluntarios cristianos sionistas y surcoreanos que quieren ver mundo, pero que no son necesariamente idealistas. “Es el precio de la ocupación. Ahora el mundo nos ve como opresores, como colonizadores”, admite Levy, director general del movimiento.

El perfil del voluntario ha cambiado. El del kibutz está todavía en mutación, se está reinventando. Por un lado ha resucitado el deseo de volver a la tierra. Los jóvenes se apuntan en las listas de espera porque quieren vivir una vida más simple y, en definitiva, ser más felices. Quieren vivir en comunidad, pero sin que el grupo les reemplace y decida por ellos. El consenso pasa a veces por diluir el invento. La esencia, sin embargo, permanece de momento. “El kibutz aún está buscando su identidad. No va a ser lo que era antes, pero todavía tiene que decidir qué quiere ser de mayor”, cree Diana Bogoslavsky, directora del conglomerado empresarial de los kibutz del valle del Jordán. El futuro es incierto. Tanto, que desde hace 20 años una legión de agoreros vaticinan la muerte del kibutz, que dicen que de la privatización a la defunción hay un paso. Pero por ahora disfrutan una segunda vida y con su nueva piel demuestran a diario que no hay una forma única de organizarse en sociedad, sino muchas.

YNETNEWS.COM

Los caricaturistas políticos en el mundo árabe nunca han escatimado críticas hacia Israel, pero el conflicto armado en la Franja de Gaza el pasado mes de noviembre ha impulsado el reproche y la satírica para el Estado judío.


Caricatura publicada durante las hostilidades en Gaza. Leyenda de cuchillo: el silencio árabe.


Una vez más, el silencio árabe allanando el camino para los tanques israelíes


‘Alto el fuego unilateral. Soldado: Voy a mantener el fuego, pero seguir disparando. Caricatura por Adel Al-Qallaf


“A Gaza”. Caricatura que representa el apoyo de EE.UU. para ataques israelíes en Gaza durante la Operación Columna de Defensa.


Nasser, patadas a Israel al mar, 1967.


Soldado árabe arrojando a los”sionistas” en el mar durante la guerra de los seis días.


Algunos caricaturistas han reciclado imágenes antisemitas.


Irán avivando las llamas del conflicto entre Israel y Gaza.


Egipto, Morsi en la torre de marfil

JORDI CANAL/LETRAS LIBRES

En el documental para la televisión Empreintes: Jorge Semprun, realizado en 2010 por Franck Apprederis –las entrevistas van a ser publicadas, en enero de 2013, en la editorial Libella-Maren Sell–, afirmaba el escritor y exministro de Cultura que estaba preparando un libro de reflexión sobre temas autobiográficos que ya había abordado en una u otra ocasión. Bajo un único título, Exercices de survie, se proponía escribir varios volúmenes en los cuales iba a reconstruir su vida. Añadía Semprún que el primero, dedicado a la experiencia en la Resistencia francesa y de la tortura, estaba muy avanzado. La enfermedad y la muerte, que le halló en París en junio de 2011, impidieron la conclusión de este atractivo proyecto.

La editorial Gallimard, el sello que publica habitualmente en Francia las obras de Jorge Semprún, acaba de poner en circulación Exercices de survie, con una introducción de Régis Debray. El volumen contiene dos partes, la segunda de las cuales, sobre sus últimos días en Buchenwald y el retorno a tierras galas, había sido apenas empezada. La primera, sin título, que comenzara a redactar en julio de 2005, parece concordar plenamente con la temática descrita por el autor en el documental citado más arriba. El Lutetia, en cuyo bar Semprún entra para evocar cómodamente algunos fantasmas del pasado –en especial, el suyo propio, el joven fantasma disponible del anciano escritor en el que se había convertido–, constituye el punto de arranque de la narración. El parisino Hotel Lutetia, en el número 45 del Boulevard Raspail, fue, sucesivamente, a principios de la década de 1940, sede de la Gestapo y centro de acogida para los refugiados que volvían a Francia tras la Segunda Guerra Mundial. El hotel se encuentra a pocos minutos de la última residencia de Semprún, en un dúplex del número 78 de la Rue de l’Université.

Jorge Semprún no había abordado nunca en extenso el tema de su experiencia de la tortura. Había tratado sucintamente de ello en alguna novela, como L’écriture ou la vie, o en entrevistas, como las mantenidas con Jean Lacouture en 1996 y reeditadas, en enero de 2012, con el título Si la vie continue…: “Pas d’électricité. Non. Coups et baignoire” [“Nada de electricidad. No. Golpes y tina”]. En 2008, en Von Treue und Verrat. Jorge Semprún und sein Jahrhundert (traducción española: Lealtad y traición. Jorge Semprún y su siglo, Tusquets, 2010), Franziska Augstein dedicó íntegramente uno de los capítulos del libro a la tortura. Era la primera vez, en fin de cuentas, que el tema era tratado amplia y detalladamente. La biografía no acabó, sin embargo, de convencer a Semprún: a Nuria Azancot le comentó, por ejemplo, que “en realidad me siento totalmente representado, pero yo no me habría contado así muchos episodios” (El Cultural, 12 noviembre 2010); dijo a Juan Cruz que, por lo que al episodio de la tortura se refiere, ahora le gustaría contarlo, “pero de otro modo” (El País Semanal, 19 diciembre 2010).

En los fragmentos de entrevista que cita Augstein (inicialmente, la obra debía constituir un libro de conversaciones) pueden encontrarse ya algunas de las ideas y digresiones que ahora tenemos la ocasión de leer en el volumen recientemente aparecido. Como quiera que sea, a la simple y detallada descripción, Jorge Semprún prefirió siempre la reflexividad. De nuevo tenemos ocasión de comprobarlo en los Exercices, auténticos ejercicios de supervivencia. “Il s’agit ici d’une sorte de réflexion, plutôt que d’un simple récit autobiographique” [“Se trata aquí de una especie de reflexión, más que de un mero relato autobiográfico”], afirma el autor.

La Gestapo de Auxerre detuvo, en 1943, al joven resistente Jorge Semprún-Gérard Sorel. Fue aporreado por los esbirros del Dr. Haas, el jefe local, suspendido con una cuerda atada de las manos esposadas a la espalda –“on a alors, lorsqu’on vous suspend, l’impression d’être disloqué, écartelé à jamais” [“cuando te suspendían, tenías la impresión de que te dislocaban y desmembraban definitivamente”], escribe–, y, finalmente, sufrió el suplicio de la bañera. Este último le dejó una fobia absoluta por los baños colectivos y esos juegos en los que, en broma, se le hunde a uno la cabeza en el agua. Eran, en cualquier caso, los tres primeros estadios, en una escala progresiva, que “Tancrède”, compañero resistente, le había explicitado. El dolor infligido comporta, sin duda, un redescubrimiento del propio cuerpo: “J’ai donc ressenti mon corps comme jamais auparavant” [“Pues sentí mi cuerpo como nunca antes lo había hecho”]. Semprún no delató a nadie.

El episodio de su tortura a manos de la Gestapo es rememorado en un doble plano: la experiencia propia real en la época de la Resistencia, en Auxerre, pero también la experiencia propia posible y, asimismo, la de los camaradas capaces de ponerlo en peligro, en la etapa de su vida clandestina como dirigente comunista en España. El relato de la primera se enmarca en dos encuentros con Henri Frager “Paul”, su superior en el grupo Jean-Marie Action, en París y en el campo de Buchenwald, respectivamente. La segunda, en otra vida, en otra de las vidas de Semprún, con otro nombre, Federico Sánchez a la sazón. La experiencia de la tortura supone una experiencia de solitud, pero también colectiva, en cierto modo, de fraternidad: no hablar, no facilitar información, no delatar a los compañeros, no ser descubierto, resistir al dolor. Sostiene Semprún, en Exercices de survie, que “l’expérience de la torture n’est pas seulement, peut-être même pas principalement, celle de la souffrance, de la solitude abominable de la souffrance. C’est aussi, surtout sans doute, celle de la fraternité” [“la experiencia de la tor- tura no es solamente, quizá ni siquiera principalmente, la del sufrimiento, la de la soledad abominable del sufrimiento. Es también sobre todo, sin duda, la de la fraternidad”]. Este libro póstumo, que esperemos que sea traducido y publicado prontamente en español, constituye, en definitiva, otra pieza maestra en la obra de uno de los grandes pensadores y escritores de la literatura francesa y española del agitadísimo siglo XX.

YNETNEWS/TRADUCCIÓN MAY SAMRA

Con menos de 48 horas para el inicio de las elecciones, los activistas políticos en la sede de Shas en Or Yehuda se sorprendieron al descubrir que varios libros de Torá en sus locales fueron incendiados durante la noche por vándalos desconocidos.
 
“La línea roja se cruzó aquí en una manera inédita en el público haredi”, dijo Uzi Aharon, que dirige la oficina local de Shas.
 
“No hay palabras para expresar el horror de saber que un judío ha quemado un libro sagrado. Me rompe el corazón.”
 
Arye Deri, el líder de Shas, llegó a la oficina destrozada tras enterarse del incidente y se dispuso a leer salmos con los rabinos de la ciudad, quienes también expresaron su sorpresa por el incidente.
 
El rabino Haim Drukman, quien está compitiendo con Shas por un escaño en la Knesset, como parte de la lista de Habayit Hayehudi, lamentó el incidente y dijo que la rivalidad entre su partido y Shas debe ser contenida.

MAURICIO MESCHOULAM/EL UNIVERSAL


"Esta es una operación de Al Qaeda", decía este jueves Leon Panetta, el aún secretario de defensa estadounidense, refiriéndose al asalto perpetrado en Argelia por un grupo de militantes islamistas en contra de una planta de gas, en el que decenas de civiles de varios países eran tomados como rehenes. También reclama ligas con Al Qaeda el grupo islámico aliado a los tuaregs en Mali y contra el que el ejército francés combate en aquél país. Visto así, diera la impresión de que existe una mega-organización islámica transnacional llamada Al Qaeda, con base actual en Pakistán, y con diversas sucursales (cuatro ramas mayores y muchas mini-bases en el mundo islámico además de otros países). Este supuesto organigrama sería el de un gran corporativo terrorista, con capacidad de operar en países lejanos, amenazando intereses occidentales en todas partes.

Pareciera como si las órdenes procedieran de un liderazgo central a quien todos los grupos obedecen, y quien cuenta con algún tipo de plan estratégico para conseguir sus fines. Bajo estas circunstancias, sonaría lógico combatir y terminar con el comando central, crucial para las operaciones de esta "mega-organización", y eso acabaría con la mayor parte del problema. Sin embargo, Al Qaeda no es eso. No lo es desde hace mucho tiempo, si acaso en algún momento lo fue.
Al Qaeda es un nombre, una bandera o marca, a la cual se adhieren grupos militantes islámicos de naturaleza, tamaño y orígenes diversos. No es tampoco una serie de franquicias en donde cada una envía su solicitud, y posteriormente debe pasar pruebas de calidad o responder a manuales de operación. Para afiliarse a esta bandera no tienen más que anunciarlo. Los lazos no son normalmente operativos, financieros, logísticos u organizacionales, sino ideológicos y simbólicos. Pero los símbolos importan, y no poco.

Cuando los rebeldes tuareg se unen a Ansar el Dine, un grupo islamista local en Mali, y tras tomar el norte y centro del país amenazan la capital, el nombre de Al Qaeda (y su rama del Magreb Islámico "AQIM") resonaba por todo Occidente. Un país entero, excolonia francesa, podría estar cayendo en manos de esta "mega-organización", se pensaba. Por ende, había que contener la amenaza. En tiempos de problemas financieros y relativa disminución de la presencia global de Estados Unidos, Francia (con ayuda de la UE) asume el combate al terrorismo por tratarse ésta de su esfera de influencia.

Posteriormente, otro grupo local, ahora en Argelia, ejecuta un ataque en represalia a la intervención francesa en Mali, y también se anuncia como vinculado a Al Qaeda. Ese solo anuncio convierte en irrelevantes cualesquiera reales o potenciales lazos que este grupo particular pueda tener o no con la rama magrebí o pakistaní de la organización terrorista "transnacional". El mensaje había ya sido entregado con eficacia: Al Qaeda está en todas partes. Ningún lugar del mundo islámico (e incluso fuera de éste) es un espacio seguro para sus enemigos.
De modo que Osama Bin Laden ha muerto, las bases de Pakistán se encuentran enormemente afectadas tras los constantes ataques de Estados Unidos.

Probablemente Francia detendrá la ofensiva islamista en Mali. El ejército argelino aventuró una riesgosa operación de rescate pero consiguió terminar con la vida de muchos de los atacantes. Sin embargo, al final, Al Qaeda, sus metas, y el terrorismo como estrategia para conseguirlas, sobreviven transformados, porque al margen de quienes son los militantes, el tamaño de los actos, o dónde están las bases operativas, representan ideas penetrantes. Ideas que logran convencer y alentar a unos. Ideas que ponen a temblar a otros y que no son combatibles con el uso de ejércitos ni aviones porque no se ubican en el mundo material, sino en el de las mentes humanas.


@maurimm
Internacionalista

AJN

20 de enero 2013.-Bajo estrictas medidas de seguridad, hoy, domingo, y mañana, lunes, se llevará a cabo en Caracas la Asamblea Plenaria del Congreso Judío Latinoamericano (CJL), con la participación de delegados de todas las comunidades judías de la región.

El viernes, antes de comenzar Shabat, varios líderes judíos -entre ellos, el presidente del organismo, Jack Terpins- llegaron al coqueto hotel del barrio El Rosal, en Chacaito, lugar que se distingue por lo elegante, con finos restaurantes, importantes edificios de oficinas y centros comerciales.

Se realizó una cena casher de bienvenida a todos los integrantes del Congreso, durante la cual Terpins valoró el hecho de realizar tan importante congreso en Caracas, tras lo cual el rabino Isaac Cohen también dirigió una palabras.

Desde su llegada al Aeropuerto Internacional de Maiquetía “Simón Bolívar”, los dirigentes judíos cuentan con una custodia especial asignada por el gobierno venezolano.

Autoridades de la CAIV (Confederación de Asociaciones Israelitas de Venezuela, foto), la organización representativa de la comunidad judeovenezolana, expresaron a la Agencia Judía de Noticias (AJN) que “están contentos por la importante presencia de los líderes judíos en la ciudad”.

El director ejecutivo del Congreso Judío Latinoamericano, Claudio Epelman, explicó a AJN que “hace tres meses” se decidió hacer la asamblea en esta ciudad “para reforzar el vínculo con una comunidad que tiene dificultades, como las que están enfrentando en Venezuela, sumadas a la incertidumbre por el destino del país”.

El evento contará la presencia del presidente del Congreso Judío Mundial, Ronald Lauder, y tendrá “dos momentos importantes: una revisión para conformar la agenda del ejercicio 2013 – 2014 y la elección de las nuevas autoridades”, adelantó el funcionario.

Los integrantes del Congreso también visitarán las sinagogas que oportunamente fueran víctima de un ataque antisemita.

Los organizadores del congreso agregaron a AJN que mañana, lunes, entre varios temas se abordará en una sesión de trabajo el reflejo de los sucesos de Medio Oriente en Latinoamérica y uno de los subtemas será la relación de sus países con Irán.

Se espera que, en ese contexto, el titular de la AMIA, Guillermo Borger, y el vicepresidente 1º de la DAIA, Waldo Wolff, soliciten el compromiso de todos los presentes a favor de acentuar el pedido de comparecencia ante la Justicia de los iraníes acusados por el atentado a la AMIA.

Un dirigente aseguró que se pedirá “el apoyo del CJL para que se reitere el pedido de justicia después de 18 años” de perpetrado el mismo.

Finalmente, en dialogo con AJN, David Bittán, titular de la CAIV agradeció al Congreso Judío Latinoamericano, y en especial a Terpins, su decisión de efectuar la Asamblea Plenaria del Congreso en Caracas, en una clara demostración de solidaridad con la comunidad judía de Venezuela.

AGENCIA JUDÍA DE NOTICIAS

20 de enero 2013.-Faltando 4 días para las elecciones en Israel, las encuestas publicadas no cesan de brindar un panorama del mapa político próximo a venir luego de los comicios. Quien puede contentarse con los últimos resultados es el presidente del partido, Iesh Atid, Yair Lapid, quien parece haber recibido un fuerte empujón que lo posicione mejor. En el sondeo realizado por el canal 1, publicado el viernes, recibió 12 mandatos.

La encuesta publicada por el canal 1, la cual fue realizada por el Instituto “Muestra”, y fue dirigida por el profesor Manu Geva. En la misma se puede apreciar que Naftali Bennet y Habait Hayeudi ocupan el tercer puesto, con 14 mandatos. En tanto, el partido Avoda, liderado por Sheli Yajimovich, mantiene 16 escaños.

En tanto, Tzipi Livni y su naciente partido Hatnua, continúan estáticos. Según la encuesta cuenta con 9 mandatos. Shas registró un ascenso a 12 escaños, Meretz mantiene sus 6 asientos- lo que significa que duplicaría su fuerza en la Kneset.

El partido Kadima, liderado por Shaul Mofaz logró recuperarse, aunque el sondeo indica que no pasará el límite para ingresar a la Kneset, lo mismo para el partido Am Shalem del Rabino Jaim Amsalem. Contrariamente, el partido Utzma Leisrael lograría, según la encuesta, ingresar 2 representantes al Kneset 19.

Por primera vez Yair Lapid logró pasar a Naftali Bennet

Ayer fueron publicadas dos encuestas, en Yediot Ajaronot y Haaretz, que mostraron una realidad similar. El Likud-Beiteinu recibió 32 mandatos, y Avoda 17, uno más que en la entrevista del canal 1. La sorpresa llegó en la encuesta de Yediot Ajaronot, en ésta por primera vez Iesh Atid logró pasar a Bennet y recibió 13 escaños, contrariamente a los 12 de Habait Hayeudi.

En tanto, Meretz también obtuvo éxitos en ambas encuestas, en las mismas recibió el doble de asientos que tiene actualmente en la Kneset, 6. Yeadut Hatora recibió 6 mandatos.
En el sector árabe, Ra’am-Ta’al recibieron 4 mandatos, asímismo Balad recibió 3, Jadash 4-5.

VICTORIA DANA PARA ENLACE JUDÍO

¿Es posible perdonar? ¿Es posible olvidar? ¿Se puede perdonar sin olvidar?

Los filósofos tratan de responder a estas preguntas, así como los políticos quienes intentan darles sentido y los editorialistas que escriben sobre ello. Los hombres de ciencia, psicólogos, neurólogos, psiquiatras, también se cuestionan, y ¿por qué no? Nosotros, los que vivimos el día a día, también quisiéramos conocer las respuestas, en especial, las víctimas, aquellos ofendidos, humillados, ultrajados, quisieran elucidar por qué ellos.

La ofensa

Primero debemos plantearnos un escenario. Alguien ultraja a otro. Este acto rompe con valores fundamentales como respeto y el derecho de un semejante a existir:

“Dos adolescentes sin trabajo (alrededor de 18 años) y que tienen una importante posición entre gente más joven del vecindario, deambulan sin tener nada que hacer. Se encuentran con un tercer joven, que saben, es alcohólico, alguien que está en una obvia situación de debilidad. Saltan sobre él, lo golpean, lo queman con cigarros y terminan aventándolo desnudo al río… la víctima, sin oportunidad alguna de defenderse a sí misma. Cuando los adolescentes del resto del grupo comentaron el incidente, no sintieron que los atacantes habían hecho nada malo en agredir a alguien que normalmente es uno de sus amigos o vecinos. No le dieron ninguna atención a las consecuencias de sus actos y todo sucedió como en un juego”

Esta historia, a la mayoría de nosotros nos parece conocida. Sabemos que pudo haber sucedido en cualquier grupo de nuestro país, pero ocurre en Cergy, un pequeño pueblo francés. Lo que no menciono, que debió ser aterrador, es que sucedió en pleno invierno: el río estaba congelado y el joven agredido pudo haber muerto.

Me parece impresionante que el resto de los muchachos, al escuchar el relato, convirtieran a los verdugos en héroes y se regocijaran de la escena como si hubieran visto una comedia. Tal vez así se divertían los integrantes de las juventudes nazis en los campos de concentración. Como es de esperarse, no hubo consecuencias de sus actos; ningún castigo para los transgresores. Este suceso ocurrió en el 2004, hace casi una década, por lo que es probable que los adolescentes europeos estuvieran “más al día” con las tendencias actuales de violencia. El ejemplo lo tomo de Una filosofía del dolor de Arne Johan Vetlesen . También me llamó mucho la atención su concepto del Síndrome del significado del mundo. Culpa, en gran parte de una distorsión, a la televisión que alimenta a los jóvenes con escenas violentas a todo lo largo y ancho del planeta. También habla de los videojuegos: de cómo la violencia física y el asesinato se convierten en algo natural, cotidiano y, en momentos de frustración, en un intento de enfrentar conflictos personales. Vetlesen comenta otro caso:

En Noruega, Fred Alford le preguntó a un grupo de adolescentes qué pensaban de Adolph Eichman y su idea de perpetrar, de acuerdo con los nazis, el exterminio judío. La mayoría de los jóvenes evadieron una respuesta concreta. ¿Qué sucedió? Empezaron a dar una serie de objeciones para no tener que criticar las acciones de Eichman, todas ellas los condenaban en términos morales. Tal vez uno hubiera hecho precisamente lo mismo que Eichman, ¿o no? ¿Cómo saber lo que Eichman pensaba y cuáles eran sus verdaderos motivos? Ciertamente lo habrían asesinado de no obedecer las órdenes de sus superiores, ¿no es así?

El tipo de respuestas, explica Vetlesen, dan a entender que la gente se identificó con Eichman, no con sus víctimas y ellos no están tan distantes de ser iguales a él.

El opresor se ha convertido en héroe, mientras que el oprimido es un mequetrefe, un perdedor. Ésa es la percepción que les han inculcado a los jóvenes, ésa es su idea de sobrevivir en el mundo. Por supuesto, nadie visitó al joven que vivió esta pesadilla, hubiera sido estar de lado de los “loosers”, de los impopulares.

¿Se puede perdonar?

No me gustaría ser víctima. Por más empatía que intento, mi imaginación no alcanza para vivenciar un proceso de esta naturaleza. Uno de los últimos casos de agresión multitudinaria fue registrado por CNN en Ohio: 18 adolescentes violaron a una niña de 12 años. No puedo estar segura si la niña es capaz de perdonar, porque no reportaron su estado físico. Es probable que haya muerto durante la embestida, o que sus condiciones se hayan deteriorado profundamente para el resto de su vida.

También, como Johan Arne, caeríamos en el intento de explicar, racionalizar y acabar justificando la acción de los violadores: los medios de comunicación, los mensajes, la frustración, la necesidad de pertenencia, la obligación de obedecer al líder, el clima, el ruido, el exceso de droga, la hormona, la mala digestión… en fin, justificaciones hay, y podríamos inventar muchas otras más.

Los defensores de la excusa total niegan la responsabilidad de una voluntad que ha mal querido, es más, no aceptan que la voluntad pueda ambi-querer, por lo tanto declaran a la voluntad inexistente. Para ellos el culpable es más bien inocente, una marioneta de sus impulsos, de su situación económica, de su realidad histórica, de su entorno familiar, de su inconsciente. Intentar dar razones del mal es banalizarlo, pues lo que no debía ser, ahora tiene razón de ser. Uno de los problemas que preocupaba a Hanna Arendt y que habían suscitado las discusiones en torno al juicio de Eichman fue: “una extraordinaria confusión sobre las más elementales cuestiones morales, de tal manera que parece que, en nuestros tiempos, lo último que cabe verdaderamente esperar, en esas materias, es la existencia de un instinto moral”

Llega el momento que, como dice Camus y como resultado de esta racionalización, hay una curiosa inversión de valores tan propia de nuestro tiempo, que la víctima, el inocente, acaba por disculparse y dar explicaciones.