SAMUEL SCHMIDT PARA ENLACE JUDÍO

Francisco Barrio era gobernador de Chihuahua cuando publiqué un artículo denunciando los manejos de su hermano incómodo. Uno de los negocios era comprar tierras en breña, el gobierno municipal le introducía servicios y se revendían como terrenos industriales. El modelo funcionaba bien después que se habían apropiado de algunos de los proyectos del anterior empleador de ambos: el Grupo Bermúdez, cuya cabeza lo promovió para alcalde para ser traicionado posteriormente, pero eso ya corresponde a la ética de Barrio.

Más adelante salió a la luz un gran desorden administrativo que facilitaba la corrupción, que a Barrio parecía no preocuparle, hasta justificó que el gobernador pagara un préstamo bancario que su procurador dejó de pagar: “es que era buen hombre y dejó de ganar dinero para trabajar en el gobierno”. Ante la denuncia el gobernador me reclamó porque según él lo único que tenía era “su nombre”.

Para frenar sus ansias de poder y que dejara de intervenir en la campaña de su sucesión, el candidato priista ofreció cambiar la fortuna de su familia, construida en tres generaciones, contra la de los Barrio, hecha en cinco años. Barrio dejó de hablar de su nombre, cerró la boca y se preparó para dejar el poder y gozar su fortuna. Ahora está por terminar su gris gestión como embajador en Canadá.

Recientemente, en un diálogo en Facebook, le pedí al ex alcalde de Ciudad Juárez y ex senador, Ramón Galindo, explicara cuánto le había redituado su gestión, que aclarara por qué todos los alcaldes panistas de la ciudad han sido acusados de corrupción y uno de ellos se fue a esconder a El Paso, Texas. Su respuesta fue acusarme de grosero.

Las historias vienen a cuento porque ante las acusaciones contra Roberto Gil Zuarth (hoy escudado en el fuero de legislador) de haber recibido 800,000 dólares para gestionar la apertura de un casino, el senador apela a la defensa de “su nombre”.

Al parecer los panistas se atascan ante la enormidad de recursos públicos que tienen a su disposición, incluyendo una fuerte cantidad de negocios y cuando son descubiertos, se tratan de escudar tras su buen nombre.

Buen nombre tenemos todos hasta que hacemos algo que lo ensucia. El entrar a la política no necesariamente mancha la reputación, a muchos se la eleva, la cuestión es qué se hace con el poder y hasta dónde se tergiversa el mandato público para beneficio personal.

En la historia de horror que se ha destapado alrededor del manejo de concesiones para abrir casinos, encontramos robo, fraude, violación, asesinatos y por supuesto corrupción, no dejando de lado el financiamiento de campañas políticas en México y Estados Unidos, aunque los vecinos tuvieron el tino de devolver el donativo (200,000 dólares para la campaña de Obama), en México, los diputados y alcaldes denunciados, gozaron muy bien de sus puestos.

Sale a la luz que los panistas asignaron los casinos a panistas, tal vez encontraron un nicho de negocio controlado por un priista (Hank), así que habrán pensado que les sería fácil la competencia. Bajo esta luz se puede pensar que el encarcelamiento de Hank tal vez buscaba quitarle las salas de apuesta (Caliente) y de paso, limpiar la arena de un contrincante político en Baja California. Me informan que después de aparecer un muerto en la puerta de Caliente, en Ciudad Juárez, cerraron esos centros de apuesta en la ciudad, mientras que cuando hay un muerto en otro antro, lo cierran por un par de días.

Preocupa mucho que algunos nombres de los casineros aparezcan ligados al crimen organizado –y uno de ellos inició una célula nazi-, información que debió haber sido conocida por las autoridades que regulan el juego y conceden las licencias. Esta omisión despierta suspicacias, porque si no sabían cometieron una falta grave, pero si sabían se convierten en cómplices.

¿Sorprende la acusación contra Gil Zuarth de haber recibido esa cantidad de dinero? No. Porque si algo avanzó bajo el desorden calderonista fue la corrupción.

En el siglo XIX la defensa del honor llevaba a duelos, la difamación se tomaba muy en serio, hoy no solamente el duelo es ilegal, sino que poco ganarían los acusados de corrupción, tal vez por eso litigan en los medios creando un mar de inmundicia y haciendo olas para que salpique muy alto. La sociedad se ha vuelto tolerante, no se sorprende que roben sino que sean lo suficientemente pendejos para dejarse atrapar.

Senador Gil, no pida pruebas de haber recibido dinero, nadie piensa que sean lo suficientemente torpes como para dejar rastros, entregue las pruebas que demuestren que usted atravesó el pantano sin mancharse. Ojalá lo logre, por el bien de su nombre.