ANA CÁRDENES/ELDIARIOMONTANES.ES

Jerusalén, la ciudad tres veces santa y que los israelíes consideran su capital (aunque el resto del mundo no la reconoce como tal) ha demostrado de nuevo su carácter diferenciado, con unos resultados electorales totalmente distintos al computo general, en los que religión es sinónimo de votos.

Acoger varios de los lugares más sagrados del mundo atrae a la ciudad una población particular y tiene influencia en todas las esferas de la vida.

Esta santidad no podía dejar de mostrarse en los resultados de los comicios legislativos israelíes del pasado 22 de enero, en los que la religión ha tenido un peso radical.

Cerca del 40 por ciento de los jerosolimitanos con derecho a voto (la mayor parte de los palestinos de Jerusalén Este no participan en las legislativas porque no tienen nacionalidad israelí, sino permiso de residencia) han optado por dar su confianza a partidos ultra ortodoxos, que representan la concepción más rígida del judaísmo y someten su estilo de vida a la Torá y a las opiniones rabínicas.

Así, la fuerza más votada en Jerusalén fue el partido Judaísmo Unido de la Torá, que aglutina a la ultra ortodoxia askenazí (los judíos originarios de Europa), y que consiguió más de un 22 por ciento de votos, un resultado muy alejado de los nacionales, donde quedó en sexto lugar con poco más de un 5 por ciento.

El conservador Likud Beitenu, encabezado por Benjamín Netanyahu, quedó relegado a un segundo puesto en la ciudad, aunque su porcentaje de votos no varió demasiado del cómputo general: 20,5 por ciento frente a un 23,3.
El tercer lugar en Jerusalén quedó reservado para otra lista ultra ortodoxa, la sefardí del Shas, que recabó el 16 por ciento de las papeletas, una cifra significativamente superior al 9 por ciento del total del país.

Habait Hayehudi (Hogar Judío), que representa al nacionalismo religioso y atrae los votos de los colonos y de quienes apoyan la expansión de asentamientos judíos en Palestina, también recibió en Jerusalén más apoyos que en el resto del país, un 12 por ciento frente a un 9 por ciento.

Esa formación recibió un fuerte apoyo en las colonias en Cisjordania (hasta un 70 por ciento en algunas de ellas), pero no logró la misma fidelidad de los cerca de 200.000 colonos judíos instalados en el territorio palestino ocupado de Jerusalén Este, muchos de los cuales no residen en colonias por motivos ideológicos y ni siquiera se consideran a si mismo colonos.

Más de un tercio de la población de Jerusalén es palestina (alrededor de 290.000 de los cerca de 800.000 residentes) pero gran parte no vota porque no tiene derecho a ello y, los que sí tienen nacionalidad israelí muestran índices de mayor abstención característica de ese grupo poblacional.

La presencia árabe en la ciudad, por tanto, no tiene apenas traslación en los resultados de las elecciones parlamentarias.

En cuanto a los judíos, de los alrededor de 500.000 que viven en la ciudad, 170.000 se definen como ultra ortodoxos (un 34 por ciento frente al 9 por ciento que representan en la población total del país), otros 95.000 (19 por ciento) se definen como “religiosos” y 135.000 (27 por ciento) se consideran “tradicional judío religioso o no tan religioso”, según la Oficina Central de Estadísticas de Israel.

Tan solo un 19 por ciento de la población judía jerosolimitana (95.000) se declara secular.

Unos residentes así no podían por menos que dar la espalda a la estrella emergente de los últimos comicios, el ex periodista Yair Lapid y su recién creada plataforma Yesh Atid (Hay Futuro), que logró hacerse con un 19 por ciento de los votos en Israel y se situó como segunda fuerza política pero que, en Jerusalén, apenas arrancó un 7 por ciento de las papeletas.

Y es que su plataforma ha subido como la espuma enarbolando la bandera de la igualdad entre los ciudadanos, que amenaza los subsidios que reciben los ultra ortodoxos y su exención del servicio militar.

El fin de las subvenciones o el cumplimiento de dos o tres años en el Ejército son inaceptables para los miles de estudiantes de Yesivás (escuelas talmúdicas) que plagan Jerusalén y que quieren destinar su vida a memorizar, recitar e interpretar versos de la Torá, el Talmud y otros textos sagrados.

Además, Jerusalén o, mejor dicho, los dos tercios de sus residentes que tienen voto, mostraron en estos comicios no tener interés en el reinicio de las negociaciones de paz con los palestinos, ya que el único partido que abogaba por ello, Hatnuá, de Tzipi Livni, sacó tan solo un dos por ciento raspado de los votos, frente al 5 por ciento que consiguió entre el total de israelíes.