ENRIQUE RIVERA PARA ENLACE JUDÍO

La danza encierra tantas emociones que afloran todos los días, pero cuando un bailarín regresa luego de años de inactividad, en una noche especialmente diseñada para ellos, como lo fue “Remembranzas”, entonces todo tiene una proporción mayor.

Así lo constatamos esa noche del Aviv en la que los bailarines de años atrás, y que ya se habían “retirado”, regresaron para compartir su arte, entregarse en el escenario y recibir la lluvia de aplausos que se les brindó.

Lo cierto es que participar en este festival es: vestuario, ensayos, maquillaje, carreras, coreografías, pasos, música, sonreír, nervios, público, dudar, llorar, bailes, aplausos.

Pero la noche de remembranzas fue eso y más, implica hijos, carreras, colegio, comida, oficina, trabajo, ensayos, tiempo que no alcanza, tráfico, estrés, estacionamiento, vestuarios, peinados, recordar, reunirse con los amigos, llorar de cansancio, de frustración, de gusto, reír de buena gana. El abrazo sincero, los nervios que matan, el pisar otra vez el escenario, bailar al lado de los hijos y sentir que las lágrimas lo van a rebasar.

Como lo señaló Jaime Lokier, un otrora joven: “Tenía tres pies izquierdos y de pronto me dieron la confianza y, entonces, me nombraron el mejor bailarín del Festival Aviv en una de sus ediciones”.

Nos alejamos del escenario, las luces se comienzan a apagar, pero dentro de mí surge la certeza que se volverán a encender.