yom-hashoah

MARC SAADIA PARA ENLACE JUDÍO

Los que lo vivieron no pueden transmitirlo.

Los que no lo vivieron no pueden comprenderlo.

Los que estuvieron allí no pueden salir.

Los que no estuvieron, no pueden entrar.

Sin embargo, aquí estoy.

Aquí estoy parado, tratando de no sentir, tratando de no pensar y tratando de no estar.

Pero no puedo. Porque aquí estoy y estar aquí me hace escuchar estos inagotables gritos que me persiguen.

Estos gritos que persisten, que imploran, que desesperan,

Gritos de niños separados de sus padres, que mueren ante sus ojos.

Gritos de un hombre que cae abatido por golpes aplastantes.

De gente que suplica un poco de comida, que ruega por su salvación.

Gritos de gente que se ahoga, se quema, se desvanece.

Gritos y gritos. Ya empezaron y no acabaran.

Silencio!!!!

Pero no puedo.

En este lugar no se puede.

“‘¿Por qué estamos aquí?’ es la pregunta más importante a la que debe enfrentarse un ser humano. […] Creo que la vida tiene significado a pesar de las muertes sin sentido que he visto. La muerte no tiene sentido, la vida sí.” (Elie Wiesel)

Me detengo otro segundo en silencio y me doy cuenta que los gritos continúan…

Esta vez son mis propios gritos los que no me dejan pensar.

Soy yo el que estoy gritando.

De pronto me doy cuenta que toda esta historia es parte de mi. El holocausto y los millones de hombres, mujeres, niños y niñas que murieron en estos campos son parte de mi persona. Al identificarme a mi mismo como judío estoy identificando a cada una de esas personas que viven dentro de mi.

Este pasado que hoy tenemos la oportunidad de recordar, me ha devuelto la sensación a veces olvidada de que yo fui, soy y seré parte de toda esta tragedia.

Y estoy aquí para santificar este pasado que se sigue alimentando del presente y que necesita de mi para poder seguir existiendo. De esta manera, el pasado dejar de ser pasado y se convierte en parte de todos mis presentes. Y el sufrimiento, los gritos y los olores que aun rodean este lugar están por siempre debajo de mi piel, corren por mi sangre y correrán también por la sangre de mis hijos.

Y así, de la misma manera que soy la gente que murió, soy la gente que logró sobrevivir. Estas almas benditas que han permitido que la llama de Awschwitz no se extinga. Estas gentes que han sobrevivido físicamente la tragedia pero que en sus cabezas, sus sueños

y pensamientos siguen siendo prisioneros.

Estas son la gentes que han muerto en vida y al igual que los que no lograron sobrevivir yo soy todos ellos.

Yo soy esas cenizas inacabables. Yo soy Auschwitz, con todo y los arañazos en las paredes, los olores rancios de muerte, los gritos ahogados que aun circundan estos lugares.

Repito entonces a Elie Wiesel:

Los que lo vivieron no pueden transmitirlo.

Los que no lo vivieron no pueden comprenderlo.

Los que estuvieron allí no pueden salir.

Los que no estuvieron, no pueden entrar.

Recuerdo otra vez estas palabras de fuego y por fin me doy cuenta que por eso estoy aquí.

Estoy aquí porque yo soy el mismo fuego que les dará vida por el resto de los tiempos.