y187276857189795EDUARDO HADJES PARA ENLACE JUDÍO

Hoy, vamos a hablar de los judíos de Pesaj y Iom Kipur, pero no pretendo hacer acusaciones y menos recriminaciones. Lo que quiero, es tratar de hacer un análisis del por qué de éste fenómeno y, si con esto, logramos algún objetivo, dependerá más de ustedes, que me están leyendo, que de mí, que estoy escribiendo.

Me explico. El primer paso es que me lean. Aquellos que estén de acuerdo con lo que aquí expondré, deberán difundirlo entre los reales destinatarios del presente comentario, ya que ellos, sin lugar a dudas, no estarán habitualmente interesados en leer estos medios electrónicos de difusión, al interior de las comunidades judías de la diáspora.

Si tú, querido lector, que eres un judío activo, ya sea en la parte religiosa o sionista o, lo ideal, en ambos aspectos, no haces tu parte, por muy bueno, profundo y acertado que esté en este momento, simplemente, mi esfuerzo será un fracaso rotundo. Si logro que uno sólo de ustedes, al encontrar razonable y positivo lo aquí expuesto, convence a un “judío de Pesaj y Kipur” de su error, me sentiré reconfortado y tranquilo, sabiendo que mi concentración y preocupación en el tema, rindió sus frutos.

Vamos al análisis del problema.

Durante múltiples generaciones, los judíos vivieron en grupos compactos y homogéneos, encerrados donde se les permitía. Sus vecinos eran judíos, su comida, era Kosher, más que por su propia religiosidad, porque no había ni nadie quería otra forma de alimentación. El Shabat era día de descanso y se iba a la Sinagoga. Su entorno, simplemente, era judío. Al estar obligados a vivir en quettos o barrios judíos, no existía otra posibilidad de vida, costumbres, amistades.
En la primera mitad del siglo XX, ésta realidad fue cambiando paulatinamente. Los motivos fueron varios. Están los que abandonaron Europa o África, camino a otras latitudes, al emigrar en busca de mejores expectativas de vida. Importantes son aquellos que lograron escapar de la barbarie nazi, llegando mayoritariamente a América.

Están los que dejaron sus tradicionales hogares, al interior del Imperio Turco Otomano, desintegrado al finalizar la Primera Gran Guerra.

La gran judería rusa, vio cambiar sus pueblos y costumbres, forzados por lo acontecido en dicho país, como consecuencia de la revolución marxista, que cambió casi todo, menos el tradicional antisemitismo de su entorno no judío.
Resumiendo, por diferentes motivos, una enorme proporción de judíos, acostumbrados a vivir por casi dos mil años fuera de su tierra, Israel, pero no de sus costumbres, tradiciones y religión, de pronto se encontraron con una realidad diferente.

Vecinos, nuevos amigos, compañeros de estudio y/o trabajo, no son judíos. Encontrar alimento Kosher, resulta casi imposible. El respeto del Shabat, pasa a ser una excepción. Todo cambia. Todo es diferente.

Éste fenómeno se dio en todos los países de nuestro continente. Hablemos de Chile, lugar donde llegaron mis padres y, estoy seguro, mi relato, será reconocido por muchísimos hermanos, como su propia historia.

Se instalan en Concepción, donde, con mucho esfuerzo, se desarrolla una pequeña Comunidad Sefaradí, mayoritariamente llegados de Smirna. A finales de la década de los 30, se agregan judíos llegados de Alemania, pero las relaciones entre ambos grupos, son casi nulas. Esto, se repite en Santiago, Temuco, La Serena, etc.
Temuco es un ejemplo de unidad y organización comunitaria sefaradí, en su totalidad llegados de Monastir.

Levantan una Sinagoga y la mayoría de sus socios, viven a no más de cuatro cuadras de ella. Se reúnen diariamente, en torno a una rica vida societaria…..pero, simplemente, desaparece la kasherut de sus vidas. Resulta imposible lograr abastecerse de alimentos que cumplan con dichas normas.

Otras Comunidades son menos afortunadas. Con dificultad, logran juntar un miñán en Shabat. Esto lleva a que sin darse cuenta, en la mayoría de los casos, una a una, las costumbres judías, tan habituales en sus casas de origen, en sus hogares previos a emigrar, van siendo dejadas de lado, postergadas y, finalmente, olvidadas.

No recuerdo mi niñez en torno a una mesa sabática. La Comunidad de Concepción, era un lugar de reuniones sociales de los adultos en que la Sinagoga misma, permanecía mayoritariamente cerrada. ¿De quién era la culpa, si es que había un culpable?

Nos vinimos a Santiago y luego me enteré que había una cede social sefaradí en Santa Isabel. Al fondo, un salón se ocupaba de Sinagoga.

En dos oportunidades al año, el judaísmo se hacía presente con mucha fuerza: La primera noche de Pesaj, en que durante unas dos horas, los adultos leían un relato en hebreo, lo cual nos aburría ya que no entendíamos dicho idioma y luego la cena tradicional, que era un momento gratamente esperado. La otra oportunidad, era Iom Kipur, en que se ayunaba rigurosamente, desde poco antes de cumplir los 13 años.
Esto, hasta donde recuerdo, se daba en la casi totalidad de las familias con las cuales nos frecuentábamos. En ningún momento se negaba el judaísmo familiar, pero, aparentemente, estos dos días eran suficiente.

Los tiempos cambiaron. Las distintas Comunidades se incrementaron, con la llegada de nuevas familias judías. Surgieron algunos intentos de negocios que vendían alimentos acorde a nuestros preceptos, los cuales, uno a uno, iban cerrando, por carecer de compradores.

Llegamos al 14 de Mayo de 1948 y, salpicándonos del milagro del renacer de Israel, las instituciones sionistas, se entremezclan con las religiosas. No son pocas las que adoptan una mancomunión normal, tanto en lo religioso como con el ideario sionista.

Esto logra incluso vencer los resquemores, tanto de sefaradim como ashkenazim, los cuales van dejando de lado esas separaciones anacrónicas, que nunca se debieron dar.
Llegan a Chile pequeños grupos de judíos ortodoxos. Al principio, son vistos con cierto resquemor, terminando finalmente, acostumbrarnos a la presencia de ambos grupos, dentro de un respeto que no crea mayores traumas.
Hasta aquí, iríamos bien, si no fuera por un grupo cada día más numeroso, que se acostumbra a ser “judíos de Pesaj y Kipur”. Simplemente, con eso les vasta. Se entenderá que de ahí a la asimilación, sólo hay un muy pequeño paso.
Así, llegamos a nuestros días, en que, lamentablemente, estamos viendo como se están perdiendo judíos a pasos agigantados, justamente por haber creído que con recordar estas dos fechas, les bastaba.
En lo personal, recuerdo que teniendo 9 años, tuvimos unos invitados en casa para el Primer Seder de Pesaj. Llevaron unos sidurim con traducción en español, lo cual me permitió entender por primera vez, la profundidad de lo que se estaba leyendo esa noche.
Luego de ello, una inquietud me asaltó y se introdujo en mi mente, no dejándome tranquilo: ¿Teníamos derecho nosotros a desbaratar ese algo, aun no explicado para mí, al ver la supervivencia del pueblo judío, durante dos mil años, con matanzas y sufrimientos increíbles. Con inquisición y con los horrores que se decía, estaba aconteciendo en la judería europea, a manos de los nazis? ¿Podíamos permitir que todo ese sufrimiento y sacrificios, aun no conocidos por mí en toda su verdadera magnitud, se perdiera, simplemente porque resultaba más cómodo o entretenido, ocupar nuestro tiempo libre en otras cosas aparentemente más placenteras que el judaísmo?
Para Iom Kipur, por primera vez, lo pasé en la Sinagoga, aun cuando por mi edad, no ayunaba. Me enteré e incorporé de inmediato al JIS (Juventud Israelita Sefaradí).
A partir de ese mismo instante, mi vida cambió. Mi identidad judía se manifestó con tal fortaleza, que ha partir de ese instante, fue y es, lo más importante de mi diario vivir.

El año 1942, no estaba capacitado para captar en plenitud, mis dudas y remordimientos. Hoy, 71 años después y estando próximos a vivir un nuevo Pesaj, el próximo lunes 25 de Marzo, 15 de Nissan de 5773, la cosa cambia.

Invito a mis correligionarios de “Pesaj y Kipur” a reflexionar si podemos cargar sobre nuestras conciencias, el permitir que nuestros ancestros que no dudaron en dar sus vidas, para que nosotros hoy, podamos seguir siendo judíos, sean olvidados, traicionados y malogrados en su sacrificio, transformándonos en parte de la generación que permitió que dos mil años de sufrimientos, sean abandonados, botados a la basura, por nuestro falso intento de “vivir de otra manera” cuando en el momento que menos nos imaginemos, alguien se asegurará de decirnos “judío de mierda”

¿Podremos cargar sobre nuestras conciencias la muerte en vano de los que prefirieron ser quemados por la Inquisición, antes de renunciar a la fe judaica, si ahora nosotros la desechamos tan livianamente?
¿Cuántos millones de hermanos murieron en los progrom que se vertieron sobre la judería de Europa Central, por persistir en su judaísmo y nosotros los traicionamos, olvidándonos de su sacrificio y sufrimiento, entregado voluntariamente para que nosotros podamos ser judíos, no sólo la noche del 25 de Marzo, sino que cada segundo de nuestras vidas?
¿Podremos volver a recordar a los seis millones de judíos masacrados brutalmente por la barbarie nazi, si no tratamos de vivir cada respiro nuestro, acorde a lo que ellos defendieron , cantando SHEMA ISRAEL ADONAY ELOHENU ADONAY EJAD, cuando sabían que iban directo a las duchas de la muerte o al crematorio?
Finalmente ¿Podemos nosotros, judíos que fuimos bendecidos por Dios, al pertenecer a la generación que presenció el maravilloso milagro del renacer del Estado de Israel, renunciar a nuestra fe o tomarla como una obligación secundaria, la cual quedará satisfecha recordándola tan sólo dos veces al año?
Yo, no me atrevo a cargar tamaña ignominia sobre mi conciencia y tú ¿reaccionarás para no incurrir en ello?