MAY SAMRA PARA ENLACE JUDÍO

Existe en el Cementerio Ashkenazí de Constituyentes un pequeño cuarto en cuyas paredes están pintadas escenas terribles de muerte y destrucción: rostros que gritan, cuerpos esqueléticos encadenados, presos cuyos ojos son cuencas… En medio del cuarto, un obelísco: es una suerte de lápida para los seis millones de muertos en el Holocausto, a manos de los nazis.

Este cuarto fue planeado como un monumento “para que nuestros hijos, nietos, bisnietos y posterior descendencia jamás olviden la catástrofe que se abatió en la tercera década de este siglo sobre el Pueblo Judío”. Sin embargo, nadie conoce este recinto…¿ha sido respetada la voluntad de nuestros antepasados?

En una pared de mármol gris está grabado un grito silencioso. Seis años después del fin de la guerra, los judíos ashkenazíes de México se enfrentaban a la inmensidad de la pérdida y al terrible duelo, a la vez que intentaban perpetuar la memoria de sus muertos sin sepultura, estableciendo un lugar simbólico donde pudieran conectarse con las almas de sus hermanos.

El dolor de los sobrevivientes se hace patente en las palabras que acompañan el mural. La impotencia del sobreviviente sólo permite maldecir el nombre de los verdugos hasta el fin de los siglos; recordar a quienes se le quitó primero su humanidad y luego su vida; glorificar a quienes salvaguardaron el honor de un Pueblo al morir luchando; y encontrar consuelo en el país que redimió el orgullo judío: Israel.

“El 7 de octubre de 1951 fue inaugurado este monumento erguido por la Beneficencia Nidjei Israel, en memoria de los seis millones de correligionarios nuestros, hombres y mujeres, ancianos y niños, quienes perecieron durante la II Guerra Mundial, víctimas de atroces tormentos a manos de los deshumanizados y satánicos criminales hechos gobierno de la Alemania nazi y en los países convertidos en satélites suyos, ¡MALDITO SEA SU NOMBRE HASTA EL FIN DE LOS SIGLOS!

Que sirva este monumento como recuerdo perenne de las miles de comunidades judías que fueron exterminadas,; de los rollos de la Sagrada Torá que fueron profanados, del sinnúmero de Yeshivot, de Talmudei Torá y de otras escuelas cuya existencia fue borrada de la faz de la tierra, por la furia salvaje de los trogloditas alemanes en el poder.

La colectividad judía mexicana, en cuyo seno no hay una sola familia que no esté de luto por alguno o algunos parientes muertos por las bestias nazis, dedica este monumento a las generaciones futuras, aquí y en el mundo entero, para que nuestros hijos, nietos, bisnietos y posterior descendencia jamás olviden la catástrofe que se abatió en la tercera década de este siglo sobre el Pueblo judío.

Que sea un monumento un recuerdo perenne de nuestros hermanos y hermanas, jóvenes, ancianos y niños que perecieron, martirizados por lo desalmadas víctimarios nazis, ante la aterradora indiferencia estimuladora de los atroces crímenes de parte de los pueblos más civilizados de la tierra.

Cuántas veces los judíos mexicanos se reúnan alrededor de este monumento, dedicarán un devoto recuerdo a todas estas inocentes víctimas y glorificarán a quienes combatieron en la desigual lucha durante el levantamiento de los ghettos , enfrentándose a ejércitos perfectamente equipados de las bestias nazis, especializados en masacres. Sabían los combatientes del ghetto que sólo salvarían su dignidad, su honor y su decoro humano – y así cayeron hasta el último, combatiendo. ¡Gloria eterna para ellos!

Con los corazones oprimidos por el dolor, inclinamos reverentemente nuestras cabezas ante el recuerdo de seis millones de mártires, de cuya espeluznante tortura y muerte en las cámaras de gas letal en los crematorios y modos infernales inventados por los verdugos nazis, fue testigo el ensangrentado suelo de los países europeos que gemían bajo la bota de la soldadesca hitleriana.

Buscamos consuelo en la liberación del pueblo judío que se está realizando en la edificación de Medinat Israel en el país de nuestros ancestros”.

Artículo de diciembre 2012