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Desde hace semanas la tensión en Oriente Medio se eleva. El último capítulo lo ha protagonizado Israel con los bombardeos selectivos del pasado fin de semana sobre objetivos militares localizados, incluso, en Damasco. Mientras Israel atacaba, en Estados Unidos todos los analistas han interpretado que Washington apoyaba la acción militar de Bejamín Netanyahu. De hecho, un comunicado de la Casa Blanca indicó que “Israel tiene todo el derecho a su legítima defensa”.

El Estado hebreo lleva meses alertando sobre los movimientos del Ejército sirio en la frontera con su país. Siria es su histórico enemigo en la zona. El último confrontamiento diplomático se produjo a raíz del asesinato del presidente libanés Hariri. Las autoridades israelíes culparon directamente a Siria del atentado, que desestabilizó otro de los países vecinos de Israel. Desde entonces, tanto Líbano como los territorios palestinos han vuelto a la actualidad internacional por los movimientos extremistas y los ataques sobre territorio israelí desde la Franja de Gaza.

El programa informativo de la televisión israelí difundió una videoconferencia con un supuesto “líder rebelde sirio” de la ciudad de Homs. Era un hombre de menos de cincuenta años, casi eufórico, que aparecía en la pantalla israelí a cara descubierta y se felicitaba por los bombardeos de la noche anterior en el área de Damasco. “Han sido objetivos del ejército sirio y de Hizbola”, decía sin ocultar su alegría. El hombre se despidió de la audiencia con un sonriente y sonoro “shalom” en hebreo.

La implicación de Israel en el conflicto sirio no es nueva y el bombardeo del sábado no hace más que confirmar lo que se sabía desde hace tiempo. El mismo Canal 2 transmitió hace solo unas semanas imágenes de un alijo de armas aprehendido a los rebeldes por el ejército sirio en cuyas cajas de madera se veían los nombres, con letras de imprenta, de conocidas empresas de armas israelíes.

Ciertamente, el estado judío no es la única parte implicada en la guerra civil que sacude a Siria, pero Tel Aviv, donde tiene su sede el ministerio de Defensa, así como el conjunto del Gobierno que lidera Binyamin Netanyahu, tiene un interés excepcional en romper el nexo que une Teherán con Beirut a través de Damasco. Este es un asunto prioritario al que ahora más que nunca, después de más de tres décadas, se puede poner fin; e Israel no quiere desaprovechar la oportunidad.

La coyuntura de la región ha puesto del mismo lado a Israel y a numerosos países árabes que por unos motivos similares y otros distintos se han tornado en compañeros de viaje del estado judío. A la cabeza de todos ellos están Arabia Saudi y Qatar, dos estados que juegan a fondo la carta de los rebeldes, con el apoyo de Estados Unidos y Occidente en general, la misma carta que juega Israel.

El primer ministro israelí, de visita oficial en China, intenta a la desesperada apaciguar la situación a través de los contactos diplomáticos del Gobierno de Pekín con Siria y, eventualmente, con Irán. Tanto China como Rusia son los aliados tradicionales de Bashar Al Asad en la zona, y no sólo del presidente sirio, también del régimen dictatorial de Irán, protagonista de la denominada “tercera derivada del conflicto”, en caso de que la situación se complique aún más. ¿Qué hará entonces Irán? Esta cuestión es la máxima preocupación de la Administración estadounidense que, a través de contactos telefónicos constantes, incluso entre el presidente Obama y Vladimir Putin, se intenta evitar por todos los medios.

El presidente de Estados Unidos se está esforzando en trasladar el mensaje de que es mejor esperar e intentar la vía diplomática. Pero el tiempo se acaba. Según la ONU y las organizaciones no gubernamentales en Siria, el conflicto ya habría dejado 70.000 muertos en dos años. A ello se le unen las nuevas revelaciones de masacres indiscriminadas de la población civil, con imágenes terribles de niños asesinados, mutilados e incluso quemados.

Imágenes para las que es complicado dar como respuesta la necesidad de más “tiempo”. El presidente Obama, además, ha pedido también tiempo para analizar las informaciones de la ONU sobre la utilización de armamento químico en la guerra. La semana pasada, en rueda de prensa, Obama afirmaba que “hay que tener todos los detalles sobre quienes han utilizado supuestamente el armamento químico en la contienda que se ha convertido en guerra civil en Siria, antes de que Estados Unidos tenga una posición”. Según las últimas informaciones, los observadores de la ONU, que aseguraron la semana pasada que el Gobierno de Al Asad había utilizado armamento químico contra la población civil, presentaron ayer un informe en el seno del comité de seguimiento de la situación en Siria en el que se argumenta que los rebeldes sirios también han utilizado este tipo de armamento.

La OTAN no duda ya del uso de armas químicas en la guerra siria, aunque se resiste a concretar cómo y cuándo se han empleado. El secretario general de la organización, Anders Fogh Rasmussen, ha admitido hoy tener “indicaciones” de que esas armas se han utilizado, pero ha añadido que no tiene información precisa sobre quién puede haberlas utilizado —el régimen, la oposición o ambos— ni en qué circunstancias. “Cualquier uso de armas químicas supone una violación del derecho internacional y un elemento de la máxima preocupación”, ha asegurado Rasmussen en conferencia de prensa.

Los últimos acontecimientos en Siria demuestran “la urgencia de que la comunidad internacional redoble sus esfuerzos para encontrar una solución política”, concluye Rasmussen, que rechaza la idea de intervención por parte de la Alianza en el conflicto. En su opinión, la responsabilidad recae especialmente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

Fuentes:noticias.com/elconfidencial.com/