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LEO ZUCKERMANN

El crecimiento económico está desacelerándose, las ventas en el mercado interno están estancadas, la cartera vencida al parecer está creciendo y se están dejando de crear empleos formales… Mientras nuestros políticos están concentrados en ganar las elecciones del próximo 7 de julio.

La economía mexicana está pasando por un mal momento. Esta semana salió otro dato que así lo comprueba. Durante mayo sólo se crearon seis mil 929 puestos de trabajo registrados en el IMSS. Se trata de una cifra bajísima para la tendencia que llevábamos en los últimos tres años. En mayo de 2010 se crearon 25 mil 10 empleos formales, en 2011, 28 mil 222, y en 2012, 25 mil 397. En términos comparativos con mayo del año pasado, la caída fue de 73% equivalente a 18 mil 468 puestos de trabajo. Se trata de una pésima noticia. De seguir esta tendencia, pronto el saldo será negativo en el empleo, es decir, se perderán más de los que se ganarán.

El desempleo es el peor mal de una economía. La gente puede acostumbrarse a una inflación alta, a devaluaciones de la moneda o a la falta de crédito. Pero ninguna sociedad tolera la falta de empleo a menos que exista un seguro de desempleo. No es el caso de México. Lo que de alguna manera salva a los mexicanos cuando no hay trabajos en el país es cruzarse a Estados Unidos. En fin, el hecho es que la no generación de empleos o la pérdida de éstos son la peor noticia que puede tener una economía y es lo que está pasando en México.

Ahora bien, todo indica que el siguiente semestre será mejor para la economía mexicana, según el indicador adelantado que calcula el INEGI, fundamentalmente por una razón: porque las perspectivas de crecimiento económico en Estados Unidos son favorables. Y es que nuestra economía sigue siendo tremendamente dependiente de la del vecino del norte.

No está mal. Si a Estados Unidos le va bien y si el peso mexicano sigue debilitándose frente al dólar, México podrá seguir exportando cada vez más mercancías a su vecino del norte. Esto nos asegura cierto crecimiento económico que se pronostica entre 2.5 y 3% en este año.

En suma, con un poco de suerte de que al vecino le vaya bien, y con una devaluación moderada de nuestra moneda, salimos a flote. Nótese, sin embargo, que nuestra fortuna depende de la de otro país. Lo cual nos lleva a preguntarnos: ¿se habrán percatado ya nuestros políticos de lo mal que va la economía mexicana? Porque estamos muy lejos de lo que sucedía hace seis meses cuando se hablaba del “Momento Mexicano”. Hoy el crecimiento económico está desacelerándose, las ventas en el mercado interno están estancadas, la cartera vencida al parecer está creciendo y se están dejando de crear empleos formales.

Un mal panorama. Mientras tanto nuestros políticos están concentrados en ganar las elecciones del próximo 7 de julio en 14 estados. No podía ser diferente. En tiempos electorales, la atención de los partidos y sus miembros se centra en ganar los puestos de elección popular. Afortunadamente ya estamos cerca de esta fecha fatal. El problema es que, después de los comicios, vendrán los respectivos conflictos poselectorales y los dimes y diretes internos de cada partido para responsabilizar a otros de las derrotas.

Después del 7 de julio, los panistas seguirán en su conflicto interno que ya parece pleito callejero. La división se intensificará por el proceso de elección de la dirigencia nacional de ese partido en diciembre. Me temo que los panistas van a estar pensando más en esto que en colaborar con el gobierno de Peña para mejorar la economía nacional.

Por lo que toca a los perredistas, pues también tendrán su lucha interna para ver quién dirige al partido después de Jesús Zambrano: si continúa el grupo de Los Chuchos (se habla de la candidatura de Carlos Navarrete) o si se cuela Marcelo Ebrard. Amén de la posible defección de muchos perredistas a Morena, el movimiento que lidera López Obrador y que seguramente obtendrá el registro como partido político.

Finalmente, el gobierno priista tendrá que pasar de generar expectativas positivas a entregar buenos resultados concretos. Esto implica definir nuevas prioridades en la agenda pública para, sobre todo, acelerar el crecimiento económico y la generación de empleos. Porque la realidad es que, hoy por hoy, no está ocurriendo ni lo uno ni lo otro.

Queda, desde luego, la alternativa a la que hemos recurrido varias veces los mexicanos: rezarle a Dios para que Estados Unidos crezca y dejar que el peso se debilite. Eso siempre permitirá que los políticos sigan en lo que ellos consideran importante en lugar de resolver los problemas económicos del país.

Twitter: @leozuckermann

Fuente:excelsior.com.mx