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“Nací en un barrio tranquilo, a una cuadra de la plaza, de esos amigos del barrio, estudio, voy a la universidad y me gusta escuchar música de todo, clásica; hay un compositor que no puedo dejar de escuchar con insistencia, Bach…

La música me da paz. Mi padre murió cuando tenía cuatro años, casi no lo conocí, fue lo mejor para el país, era militar como yo, que intentaba poner orden, ni marchista ni liberal, porque esos son judíos, el problema del mundo y el mundo está muerto. El mundo está muy mal.

De niño quise ser pianista, pero mi madre me abrió los ojos: no hay más música que las botas del soldado y otras melodías que las marchas militares, el país estaba en guerra… y lo sigue estando (hace sombra como los boxeadores). A los 20 años entré al Frente Nacional Socialista Obrero que hasta hoy se mantiene en la clandestinidad, porque vivimos en guerra, allá fuera es una guerra y en la guerra sólo gana el más fuerte… la libertad está a la vuelta de la esquina y sólo es eso, ¡libertad, libertad, libertad!”

El dramatismo que le imprime Santiago Sanguinetti es el de un skinhead resentido que vocifera al mundo y a quien se encuentre por delante, su resentimiento, el odio hacia los negros, los judíos, los homosexuales y hacia el indiferente. Trata de justificar su ideología porque a él lo formaron así.

Bajo la dirección de María Dodera, Nuremberg, dentro del Festival de Monólogos Coahuila 2013, se convierte en un hito y en una marca teatral que se une a otros Estados, como son Colima, Durango, Guanajuato, Michoacán, Nuevo León, Sonora y Coahuila.

Una obra difícil porque era necesario que el autor se transformara por media hora en un ser de energía, vivaz, ritmos corporales que lo llevan de la mano junto con el texto escrito por él mismo, el de un monólogo dirigido a quien sea, y con una alteración de energía como ninguna otra.

Cabe destacar que ante un lleno total en el proscenio del Teatro de la Ciudad Fernando Soler, Sanguinetti y su directora María Dodera, ponen ante el público un intercambio de puntos de vista sobre el problema del antisemitismo que se sigue dando en el mundo.

En la obra, el maldito skinhead sigue matando como en la realidad misma …y la policía sigue investigando y no nos van a encontrar porque somos invisibles —dice—porque sólo se ven las marcas que hacemos, pero no, porque el futuro es sólo de los mejores y los mejores son los que pueden probar que lo son porque matan a sus detractores, con todas las fuerzas del odio, odio, odio, ¡Heil, Hitler!

Cabe destacar que el skinhead es un miembro de la subcultura que se gestó en la clase obrera en Londres, Inglaterra. Eran muchachos de cabeza rapada que se hacían ideológicamente para cualquier lado, y Sanguinetti crea un personaje perfecto, casi intocable actoralmente, el mismo que le da fuerza a la obra y el dramatismo necesario para adentrarse en la carne y los huesos de un neonazi. ¡Extraordinario!

Fuente:eldiariodecoahuila.com.mx