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ANDRÉS ROEMER

Cuando nos enfrentamos a un problema, necesitamos inventar, crear o conseguir una solución que nos sea efectiva. Si perdimos las llaves de nuestra casa, tenemos muchas posibles opciones: buscar las llaves en el último lugar donde nos acordamos que las vimos, llamar a un cerrajero, romper una ventana, o saltarnos la barda. En fin, necesitamos encontrar la mejor solución posible.

En las sociedades sucede exactamente lo mismo. Las sociedades se enfrentan a diversos problemas, y yace también dentro de la misma sociedad solucionarlos. Las soluciones no son necesariamente obvias (de hecho casi nunca lo son) y muchas veces requieren de un pensamiento que sea diferente, que se salga de la caja cuadrada para lograr que ésta sea efectiva.

Para obtener una solución no convencional que arregle problemas a los menores costos (no sólo monetarios) y con los mejores efectos se necesita de innovación. Esta es justo la razón por la que se dice que la innovación es uno de los motores de la sociedad; porque, al romper paradigmas, la innovación intenta solucionar problemas. Y es la solución de problemas lo que es el motor del “progreso”.

Sin embargo, a veces las sociedades fallan en encontrar las soluciones adecuadas a sus problemas, ¿y por qué no pueden hallarla? Podríamos pensar que la solución no existe, lo cual a menos de que sea un problema matemático singular, es falso. Una sociedad puede fallar en encontrar soluciones porque puede no estarlas buscando, o puede no ser creativa al inventarlas, o no involucrarse en entender el problema, o puede hacer un diagnóstico incorrecto del problema, o puede mirar al problema desde la perspectiva incorrecta.

El estudiante de posgrado de MIT, David Moinina en un artículo de Edge identifica una serie de creencias que algunas personas tienen acerca de cómo potenciar la innovación. A veces pensamos que el problema es que el gobierno no potencia suficientemente la innovación, pues pensamos que éste debe de proveer de soluciones a la población, cualquiera que sea el tema: social, tecnológico, científico, humanístico. Después de todo es gracias a la inversión directa del gobierno de Estados Unidos y Rusia, por ejemplo, que el ser humano logró llegar al espacio.

Otros piensan que el motor de la innovación son las empresas, y que debe darse rienda suelta a sus deseos para que, gracias a los resultados de la competencia, ellas capten lo mejor posible las señales del mercado y se generen así las soluciones que la sociedad necesita mientras ésta esté dispuesta a “pagar” por ellas.

Otros sectores piensan que lo que se necesita son los espacios adecuados para crear e innovar. Desarrollar laboratorios y talleres en donde todo puede ser posible. Es decir, llenar un país de talleres de inventos de todo tipo y abastecidos de herramientas al por mayor, ya sean serruchos, transistores, libros o computadoras. Bajo esta línea, algunos piensan que llevando soluciones que funcionaron en otras sociedades, funcionarán también en la suya, como por ejemplo, Silicon Valley llevada a África.

Un sector distinto y más moderado piensa que el mundo debe innovar sólo marginalmente y en la frontera del conocimiento. Estas personas piensan que la tecnología ya está y la pregunta está solamente en subirla de nivel un poco más, para así generar un ritmo de crecimiento tecnológico moderado y no muy desafiante a los paradigmas dominantes, pero relativamente seguro.

Por supuesto no pienso que las creencias anteriores están erradas. Ciertamente necesitamos involucrar a los gobiernos, facilitar la innovación a las empresas, llenar de espacios adecuados para la innovación y crear constantemente sobre lo ya creado, aunque consista solamente en cambiar un alambre. Sin embargo, aunque son condiciones necesarias, no son suficientes si no intentamos potenciar la mente de las personas que van a crear, a innovar.

Se necesita enseñar a crear, a enseñar estrategias para atacar los problemas. Necesitamos volvernos expertos en mirar situaciones desde muchas perspectivas, desde las más posibles para inventar la mejor solución posible. Por ejemplo, algunas veces la solución para mejorar la educación estará en cambiar los planes de estudios, otras estará en revisar el marco legal de la educación, otras estará en mejorar la capacitación de los maestros, otras estará en mejorar la nutrición de los niños, y otras estará en mejorar los caminos a las escuelas. No debemos casarnos con que existe una única solución, porque no la hay.

De hecho, todo lo contrario, debemos mirar los problemas de la sociedad como lo que son: situaciones que atraviesan por los objetos de estudio de todas disciplinas. Un problema no es exclusivo de economistas, o de médicos, o de historiadores; todas las disciplinas están integradas y se pueden vincular de maneras creativas que permitan construir más y mejores soluciones, y sobre todo innovadoras.

Los problemas tienen una naturaleza multidisciplinaria y todos debemos de construir una mente igual, para sí convertirnos más que expertos en una disciplina, expertos en analizar problemas. Sólo en la medida en que nos concentremos en las mentes creadoras es que la abundancia de talleres, la competencia en las empresas y el apoyo gubernamental serán útiles para la innovación.

Fuente: La Crónica