Esther-Shabot-Askenazi

ESTHER SHABOT /
Obama está obligado a calcular la peligrosa movilización del eje chiita regional.

as incógnitas acerca de qué pasará con Siria siguen acumulándose. No sólo es incierta la postura que tomará el Congreso estadunidense acerca de un inminente ataque contra Al-Assad, sino que tampoco se sabe cuál y cómo será ante tal posible operativo la reacción y la participación de la mayoría de los miembros de la comunidad internacional cuyos perfiles e intereses los obligan a definir  posiciones dentro de este grave conflicto. ¿Qué papel jugarán Turquía, Arabia Saudita, Jordania, Inglaterra, los países árabes del Golfo,  Francia y Alemania, quienes concuerdan con EU en su condena al régimen de Al-Assad, pero varían en cuanto a lo que es posible o más conveniente hacer en esta complicada coyuntura? Y por el otro lado, ¿cuáles serán las posibles reacciones de quienes se oponen al ataque —Rusia, China, Irán y Hezbolá, principalmente?

La dinámica que se desataría en caso de que Washington ataque constituye así una densa nebulosa nutrida de factores y elementos imponderables y por tanto, de imposible previsión. Las especulaciones y las conjeturas están así a la orden del día sin que los analistas y observadores puedan hacer algo más que descubrir señales aquí y allá para imaginar a partir de ellas hacia dónde pueden ir las cosas.

Por ejemplo, el día de ayer el periódico Daily Star, publicado en Beirut, consignaba que de acuerdo a fuentes políticas y diplomáticas consultadas, Irán, Siria y el Hezbolá libanés, integrantes de un triunvirato regional chiita firmemente asociado, han iniciado un proceso de coordinación de operaciones militares conjuntas previendo la posibilidad del ataque de EU. Se afirma incluso que el Hezbolá ha movilizado a decenas de miles de sus combatientes y reservistas bajo la consideración de que si el peor de los escenarios se concreta, ellos actuarán a fin de evitar la caída o el debilitamiento de su cercanísimo aliado, Bashar Al-Assad. Las fuentes diplomáticas emisoras de tal información han señalado —según The Daily Star— que un ataque a instalaciones militares o depósitos de armas estratégicas significaría una amenaza directa contra el dominio de
Al-Assad, lo cual conllevaría la necesidad de una intervención directa de la milicia chiita libanesa. De igual manera, esas mismas fuentes hablan de que se están realizando movimientos militares inusuales tanto en Siria como en Irán en previsión al ataque, siendo sus posibles objetivos bases militares de EU en países vecinos como Turquía y Jordania.

De hecho, la intervención de Hezbolá en la guerra civil Siria ha sido una constante desde hace dos años. Sus combatientes fueron pieza clave en asegurarle a Al-Assad la derrota de los rebeldes en el pueblo de Qusair, a unos kilómetros de la frontera con Líbano. Tal intervención se puso de manifiesto abiertamente cuando de manera pública se llevaron a cabo en el propio Líbano y con toda solemnidad, los funerales de los guerrilleros de Hezbolá caídos durante los combates. No cabe duda así, que Barack
Obama está obligado a calcular también, entre los múltiples factores inciertos y potencialmente promotores de complicaciones graves, toda esta peligrosa movilización del eje chiita regional. La semana próxima será así crucial: se puede asegurar que luego de la decisión que emane del Congreso en Washington, el martes se abrirá una nueva etapa en la cual se instalarán como producto de esta crisis, escenarios inéditos en Oriente Medio y en las relaciones internacionales en general, escenarios por ahora todavía impredecibles.