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PILAR RAHOLA

Enlace Judío México | A priori nada tiene que ver una mezquita de la barriada de Benzú en Ceuta, donde el imán aconseja a las mujeres maltratadas que no vayan a la policía, con los asesinos de Al Shabab que han perpetrado una matanza en Kenia.

En el primer caso estamos ante la perpetuación de una ideología islamista que sitúa a la mujer en la esquina oscura de la historia. En el segundo, ante una de las organizaciones más cruentas del terrorismo islamista, lo cual, radicalmente, no es lo mismo. Ni tan sólo es lo mismo el imán que en una mezquita de Europa haga discursos contra la democracia o anime a la guerra santa, que el tipo que toma un fusil y masacra a ciudadanos.

De la palabra al hecho hay un salto tan cualitativo que es abismal. Pero cuando el jefe del ejército, general Julius Karange, afirma que el atentado ha sido cometido por un grupo “multinacional” y la ministra de Exteriores de Kenia, Amina Mohamed, asegura que entre los asaltantes “había dos o tres norteamericanos muy jóvenes, de unos 18 y 19 años, y una mujer británica”, entonces la cuestión se complica. Porque antes de formar parte de un grupo yihadista, capaz de llevar la muerte a cualquier lugar del mundo, hay un lento y eficaz proceso de captación, alienación y fanatización del individuo que acaba asesinando.

En el caso de los suicidas, los psiquiatras que estudian el fenómeno hablan de una media de seis años para conseguir que un individuo ame más la muerte de sus enemigos que su propia vida. Como aseguran muchos servicios de inteligencia, el fenómeno de captación del islamismo es muy parecido al proceso que utilizan las sectas para captar adeptos y limpiar cerebros.

Y ese es el punto de unión. Sabemos desde los atentados del metro de Londres -aunque los síntomas estaban claros mucho antes- que es en las mezquitas y las madrazas coránicas radicales donde se produce la primera etapa de alienación, y a partir de ese proceso de radicalización islamista, cada cual escoge su camino. De ahí que muchos de los suicidas que actuaron por el mundo tuvieran pasaporte de un país europeo.

Sin ir más lejos, varios ceutíes han muerto en Siria al lado, precisamente, de Al Shabab. Y la información de Kenia va en la misma dirección. Lo cual nos recuerda lo urgente que es luchar en casa, ahí donde anida el huevo de la serpiente. La democracia no puede amparar discursos radicales islamistas que campan a sus anchas por algunas mezquitas del país, sin que nadie actúe. En Catalunya hemos denunciado hasta la saciedad a los imanes radicales.

Siguen todos en su sitio, financiados, protegidos, tranquilos. Y ese es el gran error de Occidente: pensar que la ley ampara a los ideólogos del islamismo y confundir a apologistas de la radicalidad con hombres de Dios. De esos nidos salen aquellos cuervos. Y cuanto más se tarde en responder a la radicalidad, más grave será el problema en la propia casa.

Fuente:mediterraneodigital.com