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SAMUEL SCHMIDT PARA ENLACE JUDÍO

En lo más álgido de la guerra de Calderón contra el crimen organizado se hizo común que nos repitieran hasta el cansancio que había que reconstruir el tejido social. Nunca nos dijeron qué le había pasado a ese tejido, ¿se deconstruyó, se destejió, se deshizo, había algunas hebras que se podían rescatar? Nada, y ahora el término ha penetrado el análisis haciéndose común que se analice el daño al tejido social.

La categoría tejido social se acuño en Estados Unidos para explicar aquella realidad, que es bastante distinta de la nuestra. Algunos tratan de tropicalizarla, o sea, que la degradan para acomodarla a un mundo distinto. Pero el meollo del asunto está en analizar los problemas sociales y políticos como si fuera exclusivamente responsabilidad de la sociedad.

Es indudable que el crimen organizado ha avanzado en el país, junto con el se incrementó el uso de drogas, los delitos y por supuesto: la corrupción; decir que por supuesto no responde a un desprecio a los políticos, sino que nos hemos acostumbrado a que las grandes anomalías sociales se explican por la corrupción.

Desde que el narcotráfico llegó a la oficina presidencial el nivel de impunidad aumentó. No solamente la conducta de los grandes políticos sirve como modelo, sino que la corrupción sigue un sistema de goteo, si en los niveles más elevados de la política hay corrupción y actividades delincuenciales impunes, es lógico esperar que algunos sigan el ejemplo e intenten delinquir esperando no se ser atrapados y en caso que eso suceda, estar preparados para comprar el no castigo.

No es un tema menor, que cada vez que se detiene a una banda de secuestradores aparecen policías en retiro o en activo; no es un tema menor que una cantidad importante de policías en el país han reprobado los exámenes de confianza. Aterroriza que hay gobiernos que no depuran a sus cuerpos policíacos porque no tienen dinero para despedir a los que tienen un perfil inapropiado. Pero más preocupante todavía, es que cuando los despiden no existe una institución que les dé seguimiento, porque los mandan a la calle a hacer lo que saben hacer: delinquir, y a veces hasta se llevan el uniforme.

Se ha sugerido que en las leyes se establezca un castigo doble para un funcionario que comete un delito, aunque claro que muchas veces no los descubren, y cuando los descubren entran en funcionamiento mecanismos de protección facciosos que evitan las sanciones. Pero urge poner correctivos.

Cuando las fracciones parlamentarias se ponen de acuerdo para contrabandear a un diputado acusado de narcotráfico, para que tome posesión y adquiera fuero, es obvio que el poder corruptor del crimen organizado ha barrido de manera perversa al tejido político y a distintos sectores del tejido social, sin que se articule una estrategia para recomponer el tejido político. No se trata solamente de castigar, sino de entender cómo se descompuso a tal grado la ética, y cómo la sociedad sufre las consecuencias políticas de una élite política con fuertes tintes de inmoralidad.

Entre las medidas que el gobierno propone para recomponer el tejido social destaca la construcción de espacios deportivos y esto debe tener otra explicación: la sociedad necesita espacios de reunión, de socialización, donde se puedan hacer contactos sociales y renovar las relaciones. Son tan sabias las sociedades que usaban los zócalos para que las parejas jóvenes, bajo la mirada vigilante de los adultos, se vieran y evaluaran las posibilidades de una relación más profunda. El crecimiento de las ciudades llega a dificultar esto, pero más lo hace el temor a salir a la calle porque los factores desestabilizadores se aseguran de controlar los espacios públicos.

Mientras que es correcto apoyar el desarrollo de la cultura, el deporte, la convivencia social, la recuperación de los espacios públicos, debe quedar claro que eso no es lo que está en el fondo del problema de criminalidad que vive el país, como tampoco lo es que los pobres son más proclives a delinquir. Todavía tenemos que indagar el alcance de la gran corrupción y las causas que llevan a aquellos que alcanzaron éxito político y económico para que roben; aunque algunos ponen el énfasis en las cantidades fantasiosas que ahora roban algunos políticos asistidos de empresarios y personas de la sociedad civil. El hecho es el mismo, sea que se roben un lápiz o mil millones de pesos. Aunque sí hace diferencia un desfalco mayor.

Un tejido político descompuesto es muestra de poca democracia, pero también es un obstáculo para el desarrollo, componerlo es una tarea ineludible y urgente.