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JACOBO ZABLUDOVSKY

Enlace Judío México | La tragedia sufrida por centenares de miles de mexicanos durante septiembre descubre culpables con denominador común: son empleados públicos.

Luis Felipe Puente, coordinador nacional de Protección Civil de la Secretaría de Gobernación, declaró el miércoles pasado: “Es indiscutible que hubo omisiones históricas de los tres niveles de Gobierno que derivaron en las pérdidas de vidas humanas y daños materiales provocados por los ciclones, tanto en la utilización de licencias en lugares indebidos como en la deforestación que no fue detenida a tiempo”.

El desastre, tal vez el mayor desde el terremoto de 1985, tiene dos vertientes. La primera es la natural del fenómeno atmosférico llamado huracán: “Viento muy impetuoso y temible que a modo de torbellino, gira en grandes círculos, cuyo diámetro crece a medida que avanza apartándose de las zonas de calma tropicales, donde suele tener origen”, según el diccionario de la RAE. Aunque la causa es todavía incontrolable, su trayectoria se registra mediante procedimientos científicos para determinar su origen, fuerza, trayectoria y destino, datos casi infalibles, básicos del aviso temprano a los habitantes de las zonas en riesgo.

La segunda es la humana, la relacionada con la detección y alerta para difundir, excitar la vigilancia, avisar, prevenir, aconsejar, dar noticia, llamar la atención. Los actuales funcionarios encargados de informar del peligro y sugerir las medidas de protección tienen menos de 10 meses en su cargo y además de padecer la herencia dejada por sus antecesores deben cumplir, y lo hicieron impecablemente, con un procedimiento burocrático lento, perdón por la redundancia, una especie de corsé que no se ajusta a la necesidad actual: alcanzar el propósito esencial de su conducta, en este caso salvar vidas. No es culpa de los empleados la ineficacia del ordenamiento en vigor que frena la velocidad necesaria en una emergencia. Para mi consuelo, es mal de muchos. La burocracia es antigua epidemia universal imposible de erradicar.

El informe del Coordinador Nacional de Protección Civil evoca el “Pantaleón y las visitadoras”, de Mario Vargas Llosa, en el respeto a su majestad el memorándum, aunque el peruano lo haga con gracia y las consecuencias causen envidia. Más me recuerda “El Proceso”, donde Kafka narra cómo la burocracia, en este caso judicial, condena a muerte a un individuo del que ignora, igual que los lectores, por qué se le juzga y mata.

El señor Coordinador, según el diario “El Economista”, dijo que el día 12 giró oficios a gobernadores de 20 estados… “Se emitieron centenares de boletines e incluso telefoneó a directores de Protección Civil estatales y redes sociales”. Un periodista le preguntó por qué la alerta se mantuvo desde el 14 al 16 de septiembre en amarillo y no se elevó a rojo. “La alerta no se dio sino en el momento en que nosotros recibimos oficialmente la recomendación para el acceso a Colima”, es decir, según el mismo periódico, cuando “Manuel” se convirtió en huracán el 18 de septiembre. Todo en perfecto orden: el papeleo, el mail y la obediencia sumisa al evangelio del procedimiento oficinesco, pero los habitantes en peligro nunca se enteraron de su inminencia. Nunca sabremos cuántos de los muertos no lo serían si el aviso hubiera llegado a los afectados y no a las oficialías de partes. La radio y la televisión eran instrumentos obvios. No se usaron.

Debemos seguir el ejemplo del Centro de Emergencia de Miami, donde al detectarse las condiciones de una tormenta tropical posible, los meteorólogos informan a las autoridades federales, estatales y del condado, bomberos y policías, canales de televisión y radiodifusoras con objeto de que la gente esté informada y vaya tomando medidas para protegerse, cerrar sus viviendas y trasladarse a refugios, en una operación práctica de salvamento. Todd Kimberley, meteorólogo del Centro Nacional de Huracanes de Miami, me dijo: “La primera vez que nosotros mencionamos la posibilidad de formación de ‘Ingrid’ fue el 7 de septiembre y se informó este sistema el 12 de septiembre, entonces fue una alerta de casi 5 días antes de la formación de ese huracán para la gente en México. Para “Manuel”, que azotó a la costa occidental de México, entró este sistema de alerta tropical al Pacífico el 10 de septiembre y se informó el 13 de septiembre, casi tres días de alerta para la gente en México”.

El golpe sufrido por México ha sido tan demoledor que obliga a revisar los reglamentos en caso de desastres. La ley debe obligar a la transmisión instantánea de la alerta por todos los medios electrónicos masivos, interrumpiendo cualquier programa.

Aunque se nuble la mexicana alegría.

Fuente:am.com.mx