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SAMUEL SCHMIDT PARA ENLACE JUDÍO

Enlace Judío México | La tragedia de la actual ola de violencia tiene cara y nombre, más allá de los números que por sí mismos son alarmantes, cada historia muestra sufrimiento y múltiples victimizaciones, porque hay delitos, impunidad y un silencio gubernamental que evita hacerle justicia a los agraviados y trata de culpar a las víctimas.

Tres casos he conocido recientemente en El Paso, Texas en el grupo “Mexicanos en el Exilio”. Mantendré su anonimato por no tener su autorización para citarlos en esta nota.

Caso 1. Sergio caminaba en la noche a su casa después de cumplir el turno nocturno en una maquiladora, lo detuvo una patrulla con 3 policías: un hombre y dos mujeres. Lo llevaron a una casa, lo interrogaron sobre las razones de estar en la calle a altas horas de la noche, les dio la explicación apropiada y después de varias horas, cuatro de los policías se retiraron y lo dejaron con uno que lo encañono para violarlo. Sergio se encaminó al puente internacional, de allí fue llevado al hospital, le proveyeron asistencia psicológica muy básica y luego la migra se negó a darle atención profesional. Está solicitando asilo político y ojala sea uno del 1.9% de casos que otorgan.

Caso 2. Pedro fue levantado camino a su casa por un grupo de encapuchados que lo llevaron a una casa de seguridad donde le ofrecieron empleo, trabajaba para los criminales o lo mataban y como la casa de su padre había sido quemada, su tío había desaparecido y una tía, su esposo e hijo fueron navajeados, él aprovechó para huir en el plazo que le habían concedido para ver si aceptaba la oferta. No fue a la policía porque en su pueblo no existe, el ejército ya lo había maltratado cuando se dirigía a su trabajo, así que huyó a Estados Unidos donde empieza el viacrucis del asilo político.

Caso 3. Miguel es un empresario que pagaba la extorsión del crimen organizado, un buen día empezó a organizar una huelga de transportistas para obligar al gobierno a que los asistiera, solamente 24 horas después de la queja se le indicó que frenara su queja, unas semanas después asesinaron a su hijo y le quemaron unos camiones, él huyó del país y continúa pagando la extorsión para que su empresa siga trabajando.

Es muy posible que sus casos no aparezcan en la estadística de delitos denunciados porque saben que puede ser un ejercicio fútil y peligroso. Saben que hay una conexión entre los criminales y los policías, lo que da lugar al crimen autorizado.

La denuncia de delitos es baja porque los agredidos saben que se enfrentan a los mismos, unos son delincuentes con uniforme y otros se encapuchan, la gente sabe que su denuncia podrá encontrarse con una agresión mayor. Así, debemos poner en tela de duda la información de los gobiernos que sostienen que los delitos bajaron. Tal vez bajó el número de secuestros mayores, pero no el de agresión a la sociedad en general.

Pedro dice que no presentó una denuncia porque la división entre buenos y malos no existe; Sergio sufrió la agresión de un policía bajo la complicidad silenciosa de cuatro policías que dejaron que el victimario actuara libremente.

Estados Unidos no muestra una actitud humanitaria, en ocasiones delata a solicitantes de asilo, como fue el caso de un policía que huyó para salvar la vida. Trata a las víctimas como si fueran delincuentes, en muchos casos los avienta de regreso a lo que puede ser una muerte segura.

El consulado de México en El Paso se niega a atenderlos bajo la premisa de que si se fueron del país no merecen ser atendidos, o sea que el departamento de protección no funciona para nadie, y los diplomáticos no asumen su posición de funcionarios públicos que deben atender a TODOS los mexicanos en el exterior.

Hay quien sostiene que este problema de exilio es una cuestión fronteriza, tal vez el número de agraviados fronterizos es mayor porque tienen Estados Unidos a un lado, pero el crimen autorizado es un mal nacional de grandes dimensiones porque demuestra que se ha diluido la línea que debe separar a los criminales de las fuerzas que gozan del monopolio de la violencia legítima.

Estamos frente a la descomposición drástica del tejido político, a la corrupción de la legitimidad para luchar contra el mal, porque el mal penetró al gobierno para generar una simbiosis que los hace cómplices.