Esther-Shabot-Askenazi

ESTHER SHABOT

Enlace Judío México | Con un intervalo de pocos días, se hundieron hace muy poco dos barcos atestados de hombres, mujeres y niños provenientes de Eritrea y Somalia, quienes pretendían llegar a costas europeas a fin de escapar a las atroces condiciones de vida en sus países de origen. Cientos murieron ahogados y el dramatismo de las escenas capturó por un rato la atención del mundo. Pero cualquiera que esté más o menos al tanto de las gigantescas oleadas de seres humanos que en la actualidad buscan refugio fuera de sus patrias debido a la violencia y miseria que les aqueja, sabe que el maltrato, abuso, explotación e incluso asesinato de estas personas son práctica común en múltiples lugares, como tan vergonzosamente lo hemos atestiguado en México con las tragedias vividas por migrantes centro y sudamericanos que han padecido historias de terror y muerte aquí mismo.

Hace un par de días, el 18 de octubre, se llevó a cabo en Londres una marcha para señalar el Día británico contra la esclavitud y el Día de la Unión Europea contra el tráfico de seres humanos. En ese marco se planteó el desafío que significa atenuar o poner fin a las dramáticas condiciones inherentes a la tragedia de las millones de personas que al huir de sus entornos originales se ven sujetas a infinidad de riesgos mortales. En Londres, uno de los discursos notables fue el de la Hermana Aziza, monja eritrea asilada en Israel y que trabaja voluntariamente en la ONG denominada “Médicos por los derechos humanos-Clínica abierta de Israel”. El tema fue la necesidad de poner fin al secuestro y tortura de refugiados africanos en el Sinaí, la mayoría de ellos eritreanos y somalíes.

La Hermana Aziza denunció cómo miles de estas personas viven tortuosas historias de hambre, peligros y explotación económica a manos de contrabandistas a lo largo de los inmensos trayectos, a menudo desérticos, que los conducirían supuestamente a la salvación. Pero el colmo de su tragedia es que cuando finalmente llegan a la Península del Sinaí con el propósito de asilarse en Egipto o Israel, quedan atrapadas como víctimas permanentes de secuestros, abusos y torturas que en una gran cantidad de casos sólo terminan con su muerte. Algunos que han logrado milagrosamente escapar han narrado macabras historias que con distintos matices trágicos bien pueden equipararse con las de las víctimas de los barcos hundidos cerca de las costas italianas.

Y es que como lo describió la Hermana Aziza, ni hoy ni en el pasado el ejército y las autoridades egipcias que ejercen oficialmente el control del Sinaí han tenido un interés real por poner fin a las prácticas de las bandas de secuestradores que proliferan ahí y que hacen negocio mediante el contrabando y explotación de los ríos de gente que cruzan por el Sinaí para intentar llegar a tierras seguras donde asentarse y reconstruir sus vidas. De hecho, las numerosas incursiones y patrullajes del ejército egipcio en la Península tienen hoy por hoy el objetivo primordial de localizar y desbaratar los núcleos de militantes jihadistas simpatizantes de la Hermandad Musulmana, a quienes perciben como rivales en el conflicto que se libra actualmente entre el nuevo gobierno encabezado por el ejército y la recién derrocada Hermandad Musulmana. No parece ser de su interés lo que ocurre en las cuevas y escondites donde permanecen indefinidamente presos, esclavizados y torturados miles de refugiados que en su desesperación por escapar de su miseria y opresión han caído en un infierno comparable al de quienes muy cerca de Lampedusa hace poco perdieron sus vidas. Y no cabe duda de que lo que potencia exponencialmente esta vergonzosa y cruel situación es el hecho de que lo visto en las costas italianas y lo narrado por la Hermana Aziza es tan sólo un botón de muestra de lo que ocurre en un sinnúmero de lugares en este, nuestro mundo del siglo XXI.

Fuente:excelsior.com.mx