israel-flags_2512066b

AARON DAVID MILLER

Enlace Judío México | El futuro de Israel es sombrío. Abundan los desafíos internos y externos. Y al igual que Scrooge en el Cuento de Navidad de Charles Dickens, Israel ha sido advertido por sus amigos y enemigos de un terrible destino si no hace más por cambiar su forma de actuar.

El último profeta del pesimismo es la inestimable Yuval Diskin, el ex jefe del Shin Bet de Israel y un hombre que sin duda sabe de lo que está hablando. En un artículo de amplia difusión publicado el pasado mes de julio en el Jerusalem Post y el otro en el Ynet la semana pasada, Diskin argumentaba que a menos que Israel llegue a un acuerdo con los palestinos, escribía, “sin duda cruzaría el punto de no retorno, después del cual nos quedaremos con un estado desde el río hasta el mar para dos pueblos. Las consecuencias de esa situación para nuestra identidad nacional, nuestra seguridad, nuestra capacidad para mantener un estado democrático digno, nuestra fibra moral como sociedad, y nuestro lugar en la familia de las naciones será de largo alcance”.

Otros han vertido opiniones similares. A mediados de la década de 1980, el autor y activista Meron Benvenisti opinó que era casi demasiado tarde, “quedaban cinco minutos para la medianoche” por utilizar su expresión, en gran parte debido a la actividad de asentamientos israelíes. Y el secretario de Estado John Kerry habla reiteradamente de la “última oportunidad” para una solución de dos estados, un destino aparentemente validado por escasos avances en su último viaje a Oriente Medio.

Y sin embargo, las playas de Tel Aviv están llenas, los cafés y los hoteles llenos, y el 2012 fue el primer año en 40 años que ni un solo israelí murió en un ataque terrorista proveniente de la Ribera Occidental.

Pero no se dejen engañar, nos advierten los fatalistas. Israel está viviendo una ilusión o está viviendo un tiempo prestado, o ambas cosas. Se sienta encima de un volcán repleto de contradicciones internas y de conflictos entre religiosos y laicos, ricos y pobres. Es una sociedad que se ha vuelto cada vez menos democrática. Ha perdido su misión, su mandato y su alma. Un mundo árabe enojado y ofendido, un supuesto Irán nuclear, y un desafío palestino completa el cuadro de Dorian Gray. Si todo eso no se intenta resolver, nos dicen estos pesimistas empedernidos, esta última cuestión socavará lo que queda de la cohesión interna de Israel, de la mayoría judía y de su carácter democrático.

Después de todo, recordarnos a los reinos cruzados es un símil potente pero de corta duración. El tiempo es el árbitro final de lo que perdura. Y el tiempo, de hecho, tiene la última palabra a menos que Israel se arrepienta de sus errores y actúe antes de que sea demasiado tarde.

Esta narrativa – como la propia historia de Dickens – supone que si Israel, como Scrooge, toma las decisiones correctas, entonces se hallará una solución para poner punto final al conflicto y a la cuestión palestina, y la aceptación de Israel en la región podrá ser garantizada. Y entonces todo el mundo vivirá en la región – más o menos – feliz para siempre.

Pero también existe otra narrativa. Que Israel, a pesar de todos los desafíos a los que se enfrenta y todas las probabilidades en su contra, logre hacerlas frente, sobreviva y prospere. El sionismo político, su historia, siempre ha sido un desafío a la historia, y lo seguirá siendo. Esta narrativa sugiere que vivimos en un mundo cruel e implacable cuando se trata de los israelíes y de los judíos, y también sumamente complejo. Plantea la idea de que aquí no habrá finales felices, sino únicamente finales imperfectos: por ejemplo, que poner fin al conflicto con los palestinos será difícil si no imposible de lograr, que a lo mejor sólo se puede hallar una solución temporal para el problema nuclear iraní (e inclusive que podría conducir a una confrontación militar), y que el mundo árabe – muy lejos de convertirse en una tierra de democracias que funcionan – se llenará de disfunción y de incertidumbre durante muchos años. Así pues, mientras que las acciones de Israel hacen la diferencia, las soluciones a todos estos problemas bien puede resultar difíciles e imperfectas, independientemente de lo que Israel haga o no haga.

Lejos de profetizar finales felices, esta última línea de pensamiento sostiene la posibilidad de que lo que está reservado para Israel es un camino difícil donde poder maniobrar en un mundo duro. Pero de ninguna manera es una ruta que llevará a la ruina. De hecho, hasta ahora, a pesar de todos sus defectos e imperfecciones, el moderno Estado de Israel ha superado las expectativas de sus fundadores y ha logrado convertirse en uno de los países más dinámicos en el sistema internacional.

Fuente:safed-tzfat.blogspot.mx