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Enlace Judío México | El trabajo de grandes poetas del siglo XX como Jorge Luis Borges, Juan Gelman o José Ángel Valente, entre otros, aparece definido por la creencia de que en el lenguaje está contenido todo. Una visión que es el resultado de la influencia de la Cábala y otras corrientes místicas judías. Todo ello aparece estudiado en ‘El lugar de la palabra. Ensayo sobre Cábala y poesía contemporánea’ de Elisa Martín Ortega (Valladolid, 1980).

Esta investigadora, poeta y traductora quedó prendada durante su investigación por el valor que la cultura judía concede a la palabra. Así lo confirmó este sábado en conversación con el escritor y escultor José Antonio Abella durante un encuentro celebrado en el Centro Didáctico de la Judería.

–¿Por qué eligió este enfoque?
–Este libro es una adaptación o reelaboración de la que fue mi tesis doctoral. Yo llegué a este tema estudiando la poesía de Juan Gelman. En principio iba a estudiar el tema del exilio en la poesía de este autor a partir del momento en el que él se va a Argentina y cómo se reflejaba eso en su cultura. A partir de ese estudio vi que él, que era una persona de origen judío pero totalmente laico, entró por primera vez en contacto con su tradición judía. Empezó a inspirarse en la Biblia y en textos de la mística judía.

–¿Qué fuentes utilizó?
–Empecé a estudiar este tema y vi que se podía ampliar a otros autores, como José Ángel Valente o Jorge Luis Borges, en los que se podía ver esta misma influencia. Me pareció un tema interesante, que no había sido estudiado, y lo que en principio iba a ser un estudio de influencias se acabó convirtiendo en un trabajo en el cual lo principal era ver por qué estos autores se habían dirigido a esta tradición judía y que habían encontrado en ella. Mi teoría es que encontraron una determinada visión del lenguaje que se correspondía con sus propias búsquedas creativas. A partir de la mística judía y de la Cábala se podía construir toda una teoría poética basada en la simbología del lenguaje, en el poder mágico de las palabras. Eso era precisamente lo que a ellos les fascinó de todo ese mundo.

–Es un trabajo extenso.
–Claro, fue un trabajo muy largo porque cuando empecé con ello no sabía nada de tradición judía. Comencé a estudiar hebreo y a leer para entender. La fase de crítica literaria y de análisis poético la manejaba, pero introducirme en la tradición judía me llevó años.

–¿Qué fue lo que le sorprendió?
–Lo que más me ha interesado, más que sorprendido, ha sido el valor que tienen las palabras y el lenguaje en la cultura judía. Siempre se suele conocer la cultura judía como la del culto al libro. Me llamó mucho la atención esta manera de sacralizar el lenguaje y de pensar que en él y en un texto sagrado, se encuentran todos los secretos de la humanidad por decirlo de alguna manera. La mística judía es una reflexión y una interpretación de un texto. Muy libre, llena de elementos poéticos, narrativos, de imaginación… Para mí lo interesante era ver esa confluencia entre todo ese mundo de la religión, esotérico o como queramos llamarlo, y muchos rasgos que tienen que ver con el lenguaje literario y la propia literatura. Es precisamente lo que interesa a estos autores que he nombrado.

–Fue fuente de inspiración y reflexión para ellos.
–Sí, y además me preocupé de que los autores sobre los que yo trabajé hubieran encontrado una fuente de reflexión en la Cábala y la mística judía y lo hubieran dicho explícitamente en entrevistas o textos que hubieran publicado, porque tampoco quería inventarme nada. Los propios autores hablan de este tema y dicen que se quedaron fascinados con la visión del lenguaje que se planteaba en los textos místicos judíos. Les pareció que era algo muy cercano a la creación poética y sobre todo yendo en contra de esa idea común que sostiene que el lenguaje es insuficiente. La cultura judía mantiene que en el lenguaje está absolutamente todo y los que tenemos una falla a la hora de comunicarnos somos nosotros y no el lenguaje mismo. Estos poetas están de acuerdo en esta idea y sienten que podemos ir penetrando en las diferentes capas del lenguaje y a través de la poesía ir desvelándolas.

–¿Nos falta profundizar en el lenguaje?
–No, no es que no profundicemos, es el signo de la vida humana. La perfección absoluta no existe y tampoco la capacidad de conocer la realidad o a uno mismo plenamente. Hay siempre una distancia entre lo que uno querría y aquello a donde uno llega. La poesía está hecha precisamente de esa distancia, del deseo de cubrirla y también del reconocimiento de un fracaso y de que por mucho que se quiera ahondar en las palabras y en el lenguaje siempre hay algo que se queda sin decir.

–¿Y en qué está trabajando ahora?
–Un poco en dos cosas. He estado trabajando en otro tema de investigación, que es la poesía en judeo-español de mujeres sefardíes. Los sefardíes continuaron hablando el español durante muchos siglos. Yo me sitúo justo después del Holocausto cuando las comunidades sefardíes se están disolviendo y la lengua deja de ser utilizada y entra en proceso de extinción. Justo en ese momento un grupo de poetas, que son sobre todo mujeres, tienen el deseo de escribir en esa lengua, y en su poesía se percibe el deseo de volver al pasado, rescatar la voz de los muertos y conservar la memoria a través de esa lengua que se siente ya cercana a su ocaso. Estoy trabajando en una antología para darlo a conocer al público, y también tengo proyectos relacionados con el tema de la literatura y la maternidad.


Fuente:elnortedecastilla.es