veracruz-puerto-xix

OCTAVIO RODRÍGUEZ PASQUEL BRAVO

Enlace Judío México | A finales de los años veinte del siglo pasado vivían en Coatzacoalcos (Puerto México) una familia mixta, la llamo así porque estaba formada por una mexicana católica y un alemán judío, al parecer ninguno era fundamentalista en sus creencias, tal vez eso los hizo funcionar a través de los años felizmente casados. No siempre sucede así.

Ella una dama: Dolores Pizarro.

Él un caballero: Emilio Frank.

No tuvieron hijos y fueron unos tíos cariñosos y generosos con los sobrinos, entre los que se incluía mi abuela paterna Natalia Pasquel Pizarro de Rodríguez, y sus tres hijos.

Mi padre se burlaba del tío Emilio porque los alemanes habían sido derrotados en la Primera Guerra Mundial.
A lo que él contestaba que ya vendría la revancha, pronunciando la erre muy débilmente como ere, no Revancha sino reVANCHA, ignorante de lo que ésta le depararía más adelante a los de su religión y raza.

De los judíos en el mundo, irónicamente, los que tenían más arraigo a su país eran los alemanes. Muchos fueron héroes en esa Primera Guerra Mundial.

Mi padre era el mayor entre los sobrinos nietos y le seguía en edad Dolores Alemán Pizarro, hija de una hermana de la tía Lola y de Jorge Alemán, aquí no recuerdo si hermano o primo del que posteriormente sería Presidente de México Miguel Alemán Valdés.

Tal era su amor por Alemania que don Emilio pretendió educar allá a sus sobrinos, y en un viaje de negocios a su país natal, quiso llevar a mi papá y a la linda Lolita e internarlos en un colegio.

Mis abuelos Eduardo y Natalia no aceptaron mandar a su hijo a tan tierna edad lejos de su tutela y María, ya separada de Alemán, aceptó el ofrecimiento de enviar a Lolita, éste era su nombre, a estudiar en el extranjero.
Cabe la aclaración que María era una mujer de una simpatía extraordinaria, como suelen tener las veracruzanas del sureste de nuestro estado y que, además, era lo que ahora ya sería normal, una mujer open mind con gran amor a la vida y por lo que se ve bastante despegada de su única hija.

En la familia un escándalo.

Niza 1920

Estando en un café don Emilio Frank entabló conversación con una familia judía que tenían tres niños más o menos de la edad de Lolita y les platicó del deseo de internarla en algún colegio.
La familia se ofreció a tener a la niña en su hogar en Alemania y enviarla a la escuela como uno más de sus vástagos. Y así fue.

Mientras vivieron los tíos Lola y Emilio, la correspondencia fue fluída, pero al fallecer éstos la comunicación de madre e hija se perdió.

La madre por fin se preocupó

Habiendo terminado la guerra, en 1946 ya siendo Presidente de la República el Lic. Alemán, María fue a solicitarle encontrar a su hija y él que era solícito para ayudar a quien se lo pedía la atendió de inmediato y ordenó a las embajadas de México en Europa buscar a su sobrina, la que fue localizada y trasladada a México a salvo con toda la familia que la había adoptado.

El Holocausto

El sufrimiento y el horror que sufrieron los judíos está suficientemente documentado, sería oficioso abundar en ello, por lo que sólo referiré cómo un pasaporte mexicano salvó a toda la familia de Lolita.

El pasaporte mexicano

Ella se casó con uno de aquellos niños de la familia que la acogió y cuando los esbirros de la Gestapo los acosaban el pasaporte mexicano de Lolita los salvaba.
Recuérdese que nosotros estábamos en guerra contra Alemania, pero parece ser ellos no se enteraron. A veces ser poco importante ayuda.

La Segunda Guerra Mundial

Aún antes del 1 de noviembre de 1939, fecha de inicio de la hecatombe mundial, el terror se había desatado sobre los judíos que caían dentro de la órbita nazi y, al terminar la guerra, pocos eran los sobrevivientes o los que no habían perdido algún familiar.

La llegada

María fue al aeropuerto de la Ciudad de México a recibir a Lolita y familia y le pidió a mi querida tía Blanca, hermana de mi papá la acompañara, quería una compañía respetable.

El contraste en el encuentro fue brutal, no solo físico también lo fue de idiosincrasia.
Lolita, ahora Lotti era una mujerona de más de 1.80 de estatura y María tenía un poco menos del promedio de la altura de las mexicanas, una chaparra. Estos contrastes físicos entre mexicanos y sus hijos criados en el extranjero siempre me han intrigado.

Se dice de la alimentación en temprana edad, de los productos que se consumen pero también se ha hablado de que nuestros vecinos del norte, el pueblo, consume comida chatarra y la Alemania de preguerra y en la guerra misma
la comida no abundaba.

Este mimetismo de los descendientes de mexicanos en el extranjero alguien más capacitado nos lo debería explicar.

En EE.UU. los hijos de migrantes bajitos alcanzan gran altura que les permite competir en deportes como el básquet, fut americano y beisbol, en algunas ocasiones en forma sobresaliente.

Después de esta digresión regreso a nuestro relato: no cabía duda que era la hija de María, sus rasgos faciales las dos güeras y los recuerdos de ambas todo ello lo comprobaba.

No había confusión eran madre e hija pero en manera de comportarse la educación era totalmente diferente. Una jarocha en toda la extensión de la palabra y de gran alegría, la hija seria de solemnidad, no reía fácilmente, era metódica hasta la exageración y entre ellas no podía haber ningún lazo de unión.

No es que Lotti ya fuera judía, muchos lo son y están perfectamente identificados con México. El problema fue que además de separarlas siglos de cultura la guerra las había marcado.

Las equivocaciones

Lotti y su familia creyeron encontrar una madre tradicional y bonanza por el parentesco con el Presidente de México.

No se concretó ninguna de las dos. El Lic. Alemán cumplió trayéndolos a nuestro país. María creyó recobrar la hija, tampoco ocurrió.

La familia judía fue protegida por su comunidad dándole trabajo al esposo que poco después se identificó como familiar de los Steel, una acaudalada familia judía en EE.UU.

Con María en pocas ocasiones tuvieron trato, no así con mi tía Blanca que los atendió en muchas situaciones, se despidieron de ella muy afectuosa y amablemente y no volvió a saber de ellos. Parece ser que viven en Nueva York.

Para ellos fue un final feliz, no así para María Pizarro que vivió sola hasta su muerte.

Una reflexión

Es cierto que regresó a su hija a América para tener una vida mejor, pero los años que la olvidó tuvieron su costo.

A Lotti otra familia le dio cobijo, su madre biológica para ella dejó de existir. Uno en la vida recibe lo que siembra. La realidad es que María sembró muy poco ó nada.

Fuente:elmundodeorizaba.com