GRABAMOS PARA USTEDES ESTE EVENTO DE LA FIL,

Enlace Judío México- Cuando el autor israelí David Grossman (Jerusalén, 1954) escribe textos para niños tiene en cuenta el miedo que les da la noche, las sombras que los asustan, su imaginación; así que procura redactar como para acompañarlos y darles un beso en la mejilla con sus palabras.

La confesión tuvo lugar en el salón 1 de Expo Guadalajara, a propósito de la charla “Descifrar el mundo: la literatura y la imaginación de los niños”.

En el sitio, el ensayista José Gordon dijo que la mejor tarjeta de presentación para Grossman es su texto El abrazo, así que le pidió leerlo como para introducir a la audiencia a uno de los representantes más renombrados de la literatura de Israel, país invitado de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara.

Hoy en día, aseveró David, los padres no tienen tiempo de leerles cuentos a sus hijos y prefieren tenerlos frente a la computadora, pero los momentos antes de dormir a los niños son preciados: Padres e hijos se ven invitados a otra dimensión, a vivir una historia a partir de un texto narrativo; a los niños se les abre una llave a otro mundo.

Él con sus textos pretende mandar a los pequeños con tranquilidad a esta parte del día que es la noche y el dormitar. “Cuando escribo para adultos soy más despiadado”.

Grossman confesó que le atrae mucho este periodo de la vida, la niñez, porque las cosas no se dan por hecho, porque “la tierra siempre está temblando bajo los pies” y hay un esfuerzo por decodificar el mundo. Es maravilloso ser niño, apuntó, aunque a veces no, porque justo existe este intento grande y constante por intentar entender lo que pasa alrededor.

Con su experiencia como padre ha sentido que los niños antes de hablar ya reconocen la voz de una historia, saben que se les cuenta una. Y a través de éstas pueden obtener cosas que en el cotidiano no.

El autor israelí recordó que su padre le leía, lo que permitía al progenitor liberarse de lo estricto que era.

Luego, cuando su hijo dijo su primera palabra, que fue luz, reflexionó. Cuando un niño aprende el idioma y aprende la oralidad es importante y parte del goce de escribir es esta búsqueda total por lo que no tiene nombre.

Alguna vez, Grossman dijo que, dicha ocasión, sintió una ligera tristeza. Había algo que su hijo perdía: la palabra dejaba de nombrar las diferentes clases de luces: la luz que cae en una camisa, la que se filtra por una cortina, la que se demora en el cristal de un vaso. Dijo Grossman: “Toda esa diversidad se coloca en una pequeña palabra, en una pequeña caja, y uno olvida todas las entidades de luz a las que se exponía antes de tener esa expresión”.

Con información de elinformador.com e imaginalee.org