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ANA JEROZOLIMSKI

Enlace Judío México | Con el fallecimiento de Nelson Mandela, el mundo ha perdido a un gran líder. La lucha contra el apartheid lo colocó para siempre, con razón, en el pedestal de la memoria colectiva del mundo . Combatió un régimen racista y discriminatorio,y por lo tanto injusto, de esos que no merecen lugar en la sociedad de naciones.

Y no menos impactante que su valentía, su conciencia de que estaba haciendo lo correcto y que por ello valía la pena inclusive arriesgarse a morir en prisión, fue su actitud al ser liberado. No sólo que él y quienes lo siguieron consiguieron cambiar a Sudáfrica-restan numerosos problemas por cierto, pero en lo que al apartheid respecta, la vergüenza se terminó- sino que actuó luego sin revanchismo y deseo de venganza .

En una conversación que mantuvimos esta semana con el ex Presidente de la República Dr.Julio María Sanguinetti sobre una diversidad de temas, surgió Mandela.Y lo que Sanguinetti destacaba era muy cierto: el perdón del que fue capaz el gran líder sudafricano.Sudáfrica necesitaba a los blancos y a los negros juntos por el país..y Mandela lo comprendió.

En eso, fue un ejemplo y su lugar en la historia queda justificadamente reconocido y asegurado.

Esto no significa, sin embargo, que en el entusiasmo por los superlativos, podamos olvidarnos de ciertas actitudes que nos parecen reprochables.Sí, también una gran figura como Nelson Mandela podía cometer errores, como todo ser humano.Y consideramos que los cometió.

Concretamente, los vimos de modo claro en su relación con el entonces líder palestino Yasser Arafat.Los besos y abrazos entre ambos optamos por dejarlos de lado, ya que cuando los vientos de la historia soplaron en direcciones distintas de las conocidas desde siempre, también gobernantes israelíes se abrazaron con él. Y bien se sabe que los países no eligen solamente a justos y ángeles como sus amigos..

Pero cuando Arafat falleció y Mandela salió a la prensa a referirse al hecho que atraía por cierto en ese momento la atención de la opinión pública mundial, se equivocó.Y mucho.

Habló de Arafat como un “ícono en el pleno sentido de la palabra, no sólo de la liberación de los árabes sino de todos los oprimidos en el mundo”.”Perder a un hombre de esa estatura y pensamiento, es un gran golpe contra quienes luchan contra la opresión”.

Un luchador contra la opresión como había sido él, debía ser más cuidadoso en sus palabras al referirse a uno de los grandes terroristas de la historia de Medio Oriente. Y claro que el tema no es sólo la actitud que tuvo al pronunciar esas declaraciones cuando Arafat murió, sino la relación que mantuvo siempre con el mundo árabe, también con regímenes opresores de sus pueblos como el de Kaddhafi en Libia.

Mientras Israel ayudaba al Africa negra a lograr desarrollo, a mejorar sus infraestructuras y a capacitar a su gente con una enorme cantidad de técnicos y expertos especializados en una diversidad deáreas importantes para toda sociedad que quiere vivir dignamente, gran parte del mundo árabe mantenía a su población sumida en el retraso y el autoritarismo, usando a Israel como arma política para unir en el odio, en lugar de permitir libre pensamiento y una vida en paz.

Un luchador como Mandela, tendría que haberse percatado de la diferencia, lo cual no significaba que debía haber calificado a Israel de santo y a los árabes de su antítesis. Pero con un mayor equilibrio en su política exterior , nada habría quitado a la grandeza de su liderazgo, sino todo lo contrario.

Es cierto que luego Arafat tomó la vía de la negociación con Israel. Sin embargo, lamentablemente, son claras las pruebas que indican que no dejó de avalar la violencia, que siguió destinando fondos a atentados cuando los creía convenientes. Podrá reconocerse cierto giro, podrá recordarse algunas palabras de reconciliación, pero lejos estaba Arafat de ser un ícone de gran estatura moral.

La inserción armada de la OLP bajo la comandancia de Arafat en territorio de Líbano tras la expulsión de sus hombres de Jordania por parte del Rey Hussein, oprimió al Libano y cobró un duro precio a la población civil. En aras de la “liberación” palestina, Arafat sumió a su pueblo en desgracia.Cobró sí renombre mundial como representante de los palestinos y logró dejar en muchos la imagen de gran luchador.

Pero si hubiera dedicado a la “causa palestina” la mitad de la dignidad que Mandela puso en la lucha contra el apartheid, los palestinos –así lo creemos- probablemente habrían tenido un Estado independiente cuando Arafat aún estaba vivo. Y Mandela habría podido ir a celebrarlo.

Fuente:uypress.net