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DAVID HOFFS

Enlace Judío México | Independientemente del contenido religioso de las fiestas decembrinas, me encantan las calles llenas de casas adornadas y árboles iluminados (incluyendo aquellos que los rijosos incendian). Diciembre me recuerda a dulces buñuelos y buen ponche (con un toque de brandy para hacerlo especial).

En el último mes del año se cierran ciclos y se preparan nuevos; se evalúa lo hecho y se propone lo que hacer.
Si bien la crítica es un tono recurrente en los artículos de un servidor, también es verdad que si al momento de plantear objetivos y propósitos para un nuevo ciclo no se cuenta con optimismo, habrá poco que hacer pues los pensamientos derrotistas fácilmente se convierten en predicciones autocumplidas.

Aquellos que argumentan que hoy estamos peor que nunca, no solo son criticables por su amargura sino que también carecen de visión objetiva. Hoy 96% de los hogares cuentan con electricidad, 6% más que hace 20 años. El nivel de pobreza extrema de hoy en día es de 10.4%, mientras que hace diez años era más del 15% (no necesariamente quiere decir que haya menos pobres, sino que la pobreza ha sido mejor combatida). El ingreso per cápita hoy es de 10,689 USD mientras que hace diez años era de 6,481 USD (aunque deberíamos haber crecido más rápido). Hoy más personas tienen acceso a la educación pues 6.9% de la población es analfabeta mientras que en al 2000 era el 9.5% (aunque el sistema educativo deje mucho de desear).

Es verdad que en varios aspectos la situación de hoy puede ser peor que la de antes, como aquella referente a la inseguridad en distintos Estados, pero si me preguntan cuándo preferiría vivir, si hoy o en el pasado, sin lugar a dudas respondería: “hoy”. Ahora existen infinidad de nuevos tratamientos médicos que dan mayores esperanzas de alivio; tenemos vasta y rápida información a la mano gracias a Internet que nos permite dedicar tiempo a actividades de mayor preferencia (sean las que sean).

En muchos aspectos hoy vivimos como reyes. Luis XIV vivía en un palacio sin baños (y sin papel de baño), sin electricidad, sin elevador, tardaba días enteros para ir de una ciudad a otra y si contraía una infección estomacal podía morir (ya me hubiera yo muerto de comer tanta garnacha). Hoy la mayoría de la población, aun en malas condiciones económicas, tiene acceso a un baño con papel, a un celular, a transporte y a antibióticos básicos.

A veces me gustaría que el mundo y en particular nuestro México, avanzara más rápido. Me indigno ante situaciones y simplemente quisiera tener el privilegio de que me toque ver cómo algunos problemas se solucionan. Sin embargo esto no quiere decir que uno deba dejarse ocupar por la frustración o por la premura, y al contrario, creer que se puede mejorar es un principio fundamental que detona toda posibilidad de cambio positivo. Quien no cree que puede cambiar simplemente no cambia. No solo es un principio filosófico, sino uno administrativo que las mejores empresas conocen, aplican y que las mejores metodologías recomiendan siempre como primer paso.

La crítica es la brújula hacia el cambio, pero las ganas de cambiar son el origen. Ojalá los rijosos que quemaron el árbol puedan distinguir entre criticar para construir y luchar o simplemente destruir…

*Ingeniero Industrial y Maestro en Administración y Finanzas.
Profesor en el TEC de Monterrey y asesor financiero para el sector público y privado.

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