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ESTHER SHABOT

Enlace Judío México | Dos situaciones casi simultáneas revelan que el gobierno turco encabezado por el primer ministro Erdogan, se guía fundamentalmente por criterios pragmáticos para determinar alianzas, acuerdos y rivalidades. La identidad islamista oficial del partido gobernante (AKP) no ha obstaculizado mayormente el mantener vivos los importantes vínculos de Turquía con Occidente, desarrollando al mismo tiempo relaciones con los más importantes actores del mundo musulmán a pesar de las numerosas divergencias inherentes, por ejemplo, a la rivalidad sunnismo-chiismo. Las últimas dos semanas son elocuentes de esta plasticidad del régimen de Ankara ya que tras realizar Erdogan una visita a la capital iraní en la que se entrevistó con el Ayatola Khamenei, envió casi de inmediato a una delegación oficial a Israel para concretar el acuerdo de reconciliación y restauración de las relaciones diplomáticas entre los dos países.

Turquía e Irán —sunnita el primero y chiita el segundo— han tenido una historia plagada de encuentros y desencuentros, de rivalidad y cooperación. Por ejemplo, los lazos políticos y económicos entre las dos naciones florecieron desde el fin de la primera guerra mundial hasta la década de los ochenta del siglo pasado, cuando la instauración de la República Islámica en Irán afectó negativamente las relaciones entre ambos países; ese deterioro se acentuó aún más con el derrumbe de la URSS y las consecuentes disputas alrededor del rediseño de las esferas de poder regionales. Pero la visita de Erdogan a Teherán hace diez días mostró que aún a pesar de la rivalidad sunnismo-chiismo, lo mismo que del profundo desacuerdo respecto a la guerra civil en Siria —en la que Turquía e Irán han asumido posturas radicalmente opuestas— es más importante para ambos, ahora que Irán se está reincorporando poco a poco a la comunidad internacional, cultivar la relación entre estos dos países vecinos en virtud de los intereses compartidos que en cifras de intercambio comercial alcanzaron en 2013 la cantidad de 20 mil millones de dólares. Geopolítica y económicamente son los países más fuertes de la región y en ese sentido y a contracorriente de las turbulencias del vecindario, parece ser que están optando por la cooperación y no por la confrontación.

Y es revelador también que unos cuantos días después de la visita de Erdogan a Irán, una delegación turca estuvo en Israel para restaurar las relaciones entre ambos países luego de tres años y medio de fuertes tensiones derivadas del incidente del Mavi Marmara, el cual afectó gravemente la tradicional cooperación que existía entre Ankara y Jerusalén. Tras una disculpa ofrecida por el gobierno de Netanyahu y la aceptación de un pago de 20 millones de dólares a título de indemnización por las bajas turcas infligidas por Israel cuando el Mavi Marmara intentó romper el bloqueo a Gaza, se abre un nuevo capítulo en el que se pretende retomar las condiciones de intercambio comercial y de cooperación en asuntos militares y de seguridad que prevalecían antes de la crisis. Para ambos se trata de una relación importante en términos geoestratégicos y económicos, y por lo visto Ankara sigue mostrando que posee la fuerza regional necesaria para retomar la relación con Israel a pesar del malestar que esto significa para otros actores musulmanes de la región —como Irán mismo— que siguen siendo enemigos acérrimos del Estado judío.

Finalmente, habría que señalar que el pragmatismo de Erdogan tiene también que ver con su política interna. Afectado su gobierno tanto por las protestas de hace unos meses con relación al Parque Gezi, como por escándalos graves de corrupción y descontento popular derivado de violaciones a derechos humanos, sobre todo en temas de libertad de expresión y respeto a la disidencia, Erdogan intenta que el brillo de su figura obtenido gracias a sus éxitos en política internacional lo beneficien a él y a su partido en las próximas elecciones nacionales que se celebrarán a fines de marzo próximo.

Fuente:excelsior.com.mx