ezra

EZRA SHABOT

Enlace Judío México | La apertura de Oriente hacia Occidente se ha conformado a lo largo de la historia como una sucesión de eventos trágicos y de encuentros desafortunados cuyas consecuencias han dañado seriamente la comprensión del otro. La destrucción del diferente como condición para sobrevivir, se convirtió en una constante en la relación entre dos o más culturas las cuales optaron en la mayoría de casos por aislarse para defenderse del exterior. El colonialismo que suponía la superioridad occidental sobre cualquier otra expresión humana, generó una buena parte de los conflictos nacionales y religiosos que subsisten a la fecha.

La necesidad de encerrarse para subsistir produjo a su vez el reforzamiento de modelos autoritarios, incluso cuando las revoluciones comunistas abanderaron el principio del internacionalismo proletario para derrotar al nacionalismo burgués y llevar así al poder a la clase obrera. La dictadura del proletariado en China con Mao Tse Tung hizo confluir el principio de la cerrazón total y control absoluto del poder, no sólo frente a Occidente, sino ante cualquier otra expresión ajena a su doctrina político-militar. El atraso y la falta de oportunidades para cientos de millones de chinos era compatible con la uniformidad social y el pensamiento totalitario impuesto por la clase política.

La apertura paulatina de China al mundo en general, desde la década de los 70 del siglo pasado, se presentó como proceso lento y complejo, pero limitado en gran parte por la fallida experiencia de la Unión Soviética en su camino para la modernización y la apertura. El desmembramiento del gigante ruso, y la desaparición del socialismo realmente existente en esa zona del planeta, sirvió de ejemplo a los dirigentes chinos para evitar caer en ese error, al diseñar una estrategia propia de modernización sin perder el poder como sus vecinos del norte.

En medio de luchas internas por el manejo del Partido Comunista Chino, la apertura del gigante asiático se basó en la combinación de un discurso que hacía compatible el surgimiento del capitalismo de Estado impulsado desde el poder, con la idea de un solo partido poseedor de la verdad absoluta y difusor de consignas que no permitían legitimar disidencia alguna. Así comenzó el impresionante crecimiento del gigante asiático que impulsó un esquema de mercado controlado por el gobierno, incorporando a la población de las áreas rurales a las ciudades, únicamente a partir de un modelo centralizado que autorizaba el traslado de esas personas en la medida que la nueva economía capitalista pudiera absorberlas.

Así, la experiencia china reconocía la necesidad de insertarse en la economía de mercado internacional, pero evitando que las libres fuerzas de la oferta y la demanda terminaran por destruir el sistema autoritario como en la Unión Soviética. De esta forma se crearon al menos dos países diferentes dentro del Estado nacional chino. El de la modernidad y el capitalismo salvaje de competencia y consumo, y el de las zonas rurales sometidas a férreos controles estatales, sólo evadibles a través de la emigración que ya cuenta en el mundo con millones de habitantes que no fueron absorbidos por el poderoso mercado chino, pero que tampoco se sometieron a los ritmos de crecimiento establecidos por el régimen.

Las dos Chinas no han generado un conflicto entre sí, pero aquella adinerada, pujante y capitalista difícilmente se mantendrá sometida a los dictados del partido único. Su nivel sociocultural y su contacto con el exterior generarán demandas de participación política de la cual ha estado excluida. Es cuestión de tiempo.

*Analista político

Fuente:eluniversalmas.com.mx