Un homenaje del escritor a su madre: Palabras

Éste es el reportaje de Enlace Judío a Helen Kraus, sobreviviente mexicana del Holocausto.

ARNOLDO KRAUS

Para Helen, por todo lo que me diste.

Enlace Judío México | Las palabras no son neutras. Tienen destino. Son inocentes, culpables, efímeras, perpetuas; siembran amistad y condenan a muerte: siempre tienen significado. Algunas duelen como si fuesen heridas. Otras adoquinan la vida. No todas, como sucede con las computadoras, se borran: la tecla delete transforma, no suprime: llegan nuevas letras, reemplazan letras viejas. El ser humano no es silencio, es Palabra.

Las piras diseñadas para acabar con libros nunca han sido suficientes: las palabras viejas generan nuevos sonidos, las borradas renacen en otras personas. Todos los campos de exterminio terminan, siempre nace algo nuevo. “¿Qué ha dicho con una palabra?”, preguntaba Shakespeare, “Lo que llamamos rosa, bajo otro nombre, olería igual de bien”.

Aunque en ocasiones, las palabras aparentemente carezcan de sentido, nunca son banales. Cuando brota el lenguaje de los bebés, “mamá”, la existencia adquiere otros significados. Esos esbozos amorosos, trazados con tres, o cuatro letras, inauguran espacios inéditos. La primera palabra adquiere vida gracias a la primera escucha. El lenguaje, como la sangre, se transfunde. De ambos depende la vida. Sin palabras los seres humanos no seríamos humanos.

Gabriel Celaya, explicó, en Exploración de la poesía, la diferencia entre palabras nativas y las que no lo son. Las palabras no incluidas en el bagaje original, como “silla” y “lápiz”, no son nativas. “Mamá”, en boca de un bebé, o “luz” cuando la madre estimula a su pequeño, son palabras nativas: Describe lo que ven, lo que dicen. Lo mismo sucede cuando un viejo recuerda palabras y las repite con insistencia. Mi madre, a sus 89casi90 años, decía, tres meses antes de morir, “Voy a la escuela”.

Me gusta la idea de Amos Oz. En Una pantera en el sótano, escribe, “…me encantan las palabras: coleccionarlas, ordenarlas, mezclarlas, darles la vuelta, formarlas. Más o menos como hacen los que aman el dinero con las monedas y los billetes, o los que aman el juego con las cartas”. Cuando se escribe a mano, a la vieja usanza, con las manos, en cuadernos con rayas o sin rayas, las letras, al unirse, conforman tejidos.

La caligrafía, actividad (casi) en extinción no sólo consiste en trazar letras, es “algo” más: es “parte” de la geografía de la persona, de su tiempo, de su capacidad para hablar con él mismo y con otros. Lo mismo sucede con el habla: decir “mamá” por primera vez inaugura la vida. La primera palabra escrita o pronunciada es tan infinita como el infinito. Con la voz es lo mismo: la escucha vincula, absorbe. El otro deja de ser otro. En esos tejidos, las palabras, aisladas o urdidas, hablan y dan vida. Una rosa en la mano del vendedor en el semáforo no es una rosa en la mano de la amada. La prisa de una madre que desea acudir a la escuela, a los 89casi90 años, no es la del hijo que baja la escalera con la madre para ir al colegio.

El lenguaje humaniza y nos remite a la profundidad del ser, al amor y al desamor, a las razones por las cuáles actuamos. Las palabras significan la vida: reviven recuerdos, son las casas de otros tiempos, albergues de la memoria. Las palabras vinculadas con dolor producen movimiento. Dolor dictat sugerían los romanos: el dolor dicta, manda. Muchos confrontan el dolor por medio de la escritura. Recuperar el valor humano de las palabras es una vía para enfrentarlo. Recordar y anotar los dictados de la vida, reconforta, “Buen día, mamá. ¿Cómo estás?”, “Bien hijito, voy a la escuela”.

Mi madre murió hace pocos días. Tres o cuatro meses antes intentó regresar a la escuela, después, buscó a sus difuntos. Les hablaba en polaco, en yiddish, en español y en otros idiomas. En ocasiones su voz era inentendible. Poco importaba. Ella hablaba. Nosotros escuchábamos. Palabras escritas, escuchadas, compartidas. No todo muere con la muerte. Mucho sobrevive. Tras la muerte de Helen, escucho, leo, y releo sus palabras. Con ellas abrazo a mi madre.

*Médico

Fuente:eluniversalmas.com.mx

#DiaDeLasMadres

Arnoldo Kraus: Arnoldo Kraus es médico. Imparte clases de ética médica en el posgrado de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México. Es miembro del Colegio de Bioética. Colabora semanalmente en el periódico La Jornada, así como en diversas revistas culturales. Autor de textos indispensables en el debate nacional en torno a la bioética. Ha publicado ocho libros. Morir antes de morir. El tiempo Alzheimer (Taurus, 2007). En 2010 apareció bajo el sello Almadía un libro de ensayos intitulado Aproximaciones a la muerte.