Arnoldo Kraus-

ARNOLDO KRAUS

Enlace Judío México | Tras la expulsión de Rusia por haberse engullido a Crimea, el G-8 se convirtió en G-7. Con un miembro menos, los países amantes de la globalización, comparten más responsabilidades. Al mundo de los pobres la salida de Rusia no le servirá: los países globalizadores continuarán sus rutas, seguirán explotando a los pobres sin miramientos, y negociarán con los dignatarios que les convenga, independientemente si se ciñen o no a normas éticas. Una de las grandes irresponsabilidades de las naciones ricas, sin desdeñar la (co)participación de numerosos gobernantes sátrapas de países pobres es descuidar la salud de los pobres.

Basta comparar la esperanza de vida de los países occidentales con la de algunas naciones africanas. Mientras que la esperanza de vida en Europa es de 80 años, en África es de 50; a principios del siglo XX la media en Europa era de 50 a 65 años. Cuando se comparan países la diferencia es abrumadora y nauseabunda: la media en Japón es de 85 años y en Australia de 83; en Ángola la media es de 38 y en Suazilandia de 32 años. Si las diferencias retratan el fracaso de la globalización, el incremento de dos o más décadas de vida en Occidente a partir de los albores del siglo XX, ejemplifican dramáticamente la polarización de la humanidad. Sin salud, sin los elementos suficientes para contar con calidad de vida, las expectativas de los pobres son exiguas.

Comparto unos datos. Por facilidad los enumero: 1) 770 millones de personas carecen de agua potable. 2) Más del 80% de la población mundial, o no tiene protección social, o es de mala calidad. 3) Al aumentar el desempleo disminuye la cobertura social: Entre 20007 y 2012 se agregaron 29 millones de desempleados. De las personas que trabajan, el 27% de la población mundial (854 millones) sobrevive con menos de dos dólares diarios. 4) Aproximadamente 842 millones de personas padecen hambre. 5) Mil quinientos millones de personas sufren amenazas físicas; las amenazas merman salud y producen alteraciones psíquicas. Muchos son víctimas de guerras; otros padecen inseguridad crónica. 6) Uno de cada seis niños en países pobres sufre desnutrición; más de la tercera parte de las muertes en menores de cinco años se debe a desnutrición. 7) En todo el mundo las mujeres confrontan profundas desigualdades en relación a sus derechos reproductivos; la salud sexual de “muchas” mujeres —se desconoce la cifra— no es adecuada. 8) La mayoría de los 300 millones de indígenas en el mundo sufre discriminación y carece de elementos para acceder a una calidad de vida satisfactoria. 9) Cada día mueren 1400 niños por diarreas. 10) Tuberculosis, paludismo y sida matan a millones de personas en África.

Los datos previos son fragmentos de la realidad mundial. Se ha escrito mucho sobre el derecho a la salud y la obligación de los estados de proporcionarla. Se han gastado millones y millones de páginas a partir de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948), de la Conferencia Internacional sobre Atención Primaria de Salud de Alma Ata (1978), cuyo lema fue Salud para todos en el año 2000, y, entre otras, también ha fracasado la cumbre Objetivos de Desarrollo del Milenio (2000), entre cuyos propósitos destacan erradicar el hambre, disminuir la mortalidad infantil y mejorar la salud materna en el 2015.

Los documentos previos son, en el papel, dechados de buenos propósitos. Las declaraciones del nuevo G-7 son, en la boca de los líderes y durante sus reuniones, textos admirables. Los niños muertos por hambre, las madres muertas por sida, los indígenas muertos por falta de agua potable, los muertos porque dos dólares al día aplazan la muerte 24 horas, y los muertos por desempleo, contradicen lo que espetan políticos y dicen sus actas.

*Médico

Fuente:eluniversalmas.com.mx