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Enlace Judío México | Esta es la historia de una persona que con su habilidad le hizo frente al régimen nazi, el llamado “hombre de papel” debido a su aparente fragilidad, u “Mozart” debido a la belleza de su juego. Fue responsable del gol más controversial de la historia del fútbol. Su habilidad futbolística y repudio al régimen nazi le hizo acreedor a la antipatía de Hitler, lo que le costó su carrera, y su vida.

Días antes del comienzo de la Copa del Mundo Italia 1934, Benito Mussolini envió un telegrama a la concentración del equipo italiano con sólo 4 palabras: “vittoria o la morte”. Estas palabras demostraban la trascendencia que tenía para “Il Duce” esta competencia, ya que el triunfo italiano era el triunfo del fascismo.

La preocupación de los italianos radicada principalmente en el mejor equipo del momento, la selección austriaca, el llamado “Wunderteam” (equipo maravilla), que de la mano de su estrella, Matthias Sindelar, deslumbraba al mundo.

Sindelar nació el 8 de febrero de 1903 en Koslov, Moravia, lo que era en ese momento el imperio Austro-Húngaro, en el seno de una familia católica. A los 20 años, ya era la gran figura del FK Austria, equipo estrechamente ligado a la comunidad judía de Viena. Con este conjunto, ganó 5 copas de Austria y un torneo de liga. En este lugar, conoció a su última novia, Camila Castagnola, hija de judíos italianos.

El Wunderteam era candidato al título mundial pero tuvo un escollo impasable en las semifinales, más que por su nivel, por lo que implicaba enfrentarse a la Italia de Mussolini en Roma. La historia cuenta que los árbitros de aquel partido habían sido amenazados por el régimen fascista, lo que podría explicar los dos goles mal anulados a Sindelar que hubiera significado el paso a la final, lo que provocó que Italia clasificara a la final con solo un gol, del argentino Enrique Guaita. Esta fue la primera señal de las desventuras que se le iban a presentar a Sindelar.

Los sueños de Matthias y de toda Austria de tocar la Copa del Mundo debían esperar cuatro años, hasta el mundial de Francia 1938, pero esos sueños quedarían inconclusos. En marzo de 1938, el III Reich invadió territorio austriaco, y en abril de ese año, luego de un referéndum, la población aprobó la anexión a Alemania.

Conscientes del poder del fútbol y de las posibles consecuencias con el régimen, demostrado con el triunfo de la Italia fascista 4 años antes, una de las primeras medidas del gobierno de Arthur Seyss-Inquart, quien fuera juzgado en los juicios de Nuremberg debido al apoyo al III Reich, fue la disolución de la Federación de Fútbol, sacando a todo judío, tanto empleados, dirigentes y futbolistas, como comunistas y socialdemócratas, y realizó una “cordial” invitación a los integrantes del “Wunderteam” para unirse al seleccionado teutón.

Esta medida perjudicó gravemente al FK Austria Viena, donde su presidente, Michl Schwarz, fue apartado de su cargo por su origen judío. Se le prohibió terminantemente a todo funcionario relacionado al equipo acercarse a él. Ante esto, Matthias Sindelar empezó con su rebeldía ante el régimen, y no tuvo miedo de propagar su amistad con el presidente apartado, mostrándose públicamente, a pesar del peligro que eso significaba.

El punto de quiebre en esta relación llegó el 3 de abril de 1938, fecha en que se jugó el partido de despedida del Wunderteam. No era desconocido que se trataba de un partido amañado en el que Hitler había acordado que los futbolistas de Austria no le anotaran a Alemania. Matthias Sindelar logró, a cambio de acordar un 0-0, que Austria jugara con sus colores patrios, y no la nueva equipación pensada por los nazis. Estos accedieron.

En los palcos del estadio Prager, en Viena, estaba lo más granado del nacionalsocialismo, festejando el Anschluss (“anexión”), con toda la parafernalia que eso implicaba. Sindelar inquietaba constantemente, burlaba germanos con facilidad y cuando llegaba al área de sus rivales mandaba el balón para un lado, al igual que sus compañeros. Llegó el minuto 70 y las caras de los jerarcas nazis pasaron del festejo al odio, el “Mozart del fútbol” decidió entrar en la historia, y anotó un hermoso tanto con lo que el equipo austriaco pasaba al frente. La multitud festejó eufórica, como ningún alemán esperaba. No contento con el gol, Sindelar corrió frente al palco preferencial, y celebró efusivamente y comenzó a bailar en tono de burla, lo que representó una humillación para el régimen nazi. A veces, el hombre prefiere ser leal a su corazón: Sindelar jugó el mejor partido de su vida y lideró la victoria ante la escuadra nazi.

La necesidad de los nazis que miembros del “Wunderteam” jugaran por el equipo alemán provocó que no existieran represalias por aquel acto, pero el cabecilla de esta rebelión iba a quedar en la mira. Se negó constantemente a jugar para el seleccionado alemán, no le sentaba bien la dea de representar al equipo de Hitler, por lo que inventaba lesiones fingiendo una lesión de rodilla, y le solicitó al seleccionador teutón quedar afuera de la convocatoria. Estos sucesos no convencieron a las autoridades germanas. En ese momento, Sindelar era reportado desfavorablemente en los informes de la Gestapo, en los cuales era catalogado como “reacio a acudir a manifestaciones del partido” y como “amistoso a los judíos”, con lo cual ya era uno de los puntales de la lista negra de la policía nazi.

Demostrando su repudio al régimen y su apoyo a la comunidad judía, Sindelar fue más allá: compró un bar en un humilde barrio al sur de Viena, en el que vivió en su llegada a la capital austriaca. Lo particular de este bar es que era de un judío llamado Leopold Grill, quien estaba obligado por el régimen nazi a venderlo, ya que según escuchas de la Gestapo, era un “nido de sujetos contrarios al partido y de clara tendencia antialemana”. Este lugar estaba siendo vendido a un valor bastante menor al valor de mercado, pero Sindelar decidió comprarlo al precio estimado de mercado, rehusándose a sacar provecho de la situación, con lo cual siguió ganándose el rechazo de las autoridades.

Luego de estos sucesos, empezó a ser fuertemente acosado y vigilado por los nazis, tiempo en el cual intentó huir a Suiza, fracasando en el intento, y tuvo que esconderse, dejando de lado su pasión por el fútbol, ya que ni siquiera podía salir a la calle porque se estaba ofreciendo dinero por información acerca de su paradero. La persecución se hizo insoportable, hasta que llegó el día.

El 23 de enero de 1939, Gustav Hartmann, íntimo amigo de Sindelar, forzó la puerta del lugar donde se escondía junto con su novia y se encuentra con una escena dantesca. Matthias y su novia estaban muertos sobre la cama. La versión oficial entregada por los oficiales nazis fue la de un suicidio por inhalación de monóxido de carbono, pero evidentemente en las calles de Viena se acusaba a la Gestapo como el causante de este episodio. Sus más cercanos aseguran que Matthias Sindelar, a pesar del acoso el cual sufrió sus últimos días, nunca emitió señales de depresión o de demostrar tendencias suicidas, por lo que la versión oficial no convenció a nadie.

35.000 vieneses desafiaron a las autoridades y acompañaron a Sindelar y a Camila en su último adiós, algo que los nazis nunca esperaron. Como pudo, de un modo triste y sin retorno, el mejor jugador austriaco de la historia le hizo una gambeta al horror y a la locura de Hitler.

Fue así la historia de un futbolista que tuvo la valentía de enfrentar a Hitler y sostener sus ideales. Sin importar los riesgos que corrió y el precio que pagó. Todos los años se realiza un homenaje en el cementerio de Zentralfriedhof, donde a pesar del intento de los nazis de eliminar toda evidencia de esta historia, la leyenda de Sindelar sigue viva y seguirá viva para siempre.

Fuente:eldiariojudio.com