Crónicas Intrascendentes. Parte CVI

LEÓN OPALÍN PARA ENLACE JUDÍO

Joseph Stiglitz

Enlace Judío México | Dos meses atrás, Gerardo, investigador de tiempo completo en la Universidad Iberoamericana de Puebla, Doctor en Economía en la antigua Alemania Oriental, me pidió que expresara mi opinión en relación al manuscrito de su próximo libro: “Economistas Contemporáneos II, Un Resumen de Obras Selectas”, misma que aparecería en las conclusiones del libro junto a las de otros comentaristas. El libro a publicarse contiene las ideas principales de seis grandes economistas contemporáneos.

El libro de Gerardo, pulcramente redactado en 254 páginas, representa un trabajo monumental digno de elogio; no tengo antecedentes de que alguien en México haya realizado un esfuerzo de tal magnitud. Por su trascendencia y vigencia seleccioné a Joseph Stiglitz (JS) premio Nobel de Economía 2001; este autor es quizá el economista más asertivo en el diagnóstico de la crisis económica global, que se inició con la quiebra del Banco de Inversión Lehman Brothers en el 2008 y que en diferentes grados persiste hasta la fecha. JS, sin esconderse en el sofisticado lenguaje académico de los economistas, expresa sin ambages que el transfondo de la mayor crisis mundial, después de la Depresión de los treintas, se encuentra en la avaricia y el engaño de los Bancos y de Wall Street, que incurrieron en excesos que colapsaron la economía mundial.

JS representa el “yo acuso” a las empresas calificadoras que en su irresponsabilidad, avalaron instrumentos de inversión chatarra con altas notas y/o riesgo nulo, a sabiendas de que la mayor parte de los deudores de diferentes instrumentos, particularmente hipotecarios, no tenían la capacidad real de liquidarlos a su vencimiento; ello junto con la actitud irresponsable de la Reserva Federal de EUA, que aseguró su rescate en caso de quiebra y que desreguló “sin ton ni son” al sistema financiero, así como la falta de supervisión prudencial a las instituciones, abrieron el camino para la especulación y la instrumentación de maniobras fraudulentas en los mercados.

JS puso en evidencia el “déficit moral” que produce la sociedad global, sobre todo la Occidental, que se manifiesta en una tendencia exacerbada a generar utilidades y que finalmente entorpece el crecimiento económico, propicia elevados niveles de desempleo, produce daño a las finanzas públicas y causa desconfianza en el sistema financiero; con la crisis todo el mundo perdió, salvo los altos ejecutivos que se enriquecieron con la misma; estos últimos y el fracaso de la Reserva Federal de EUA “vulneraron la política y la ideología que suponía la infabilidad del sistema de libre mercado”.

La crisis a nivel mundial mostró que los gobiernos, las políticas y las empresas no toman en cuenta la opinión de la gente, de aquí las manifestaciones masivas de “los indignados” en todo el mundo, que se inició con una rebelión pacífica de jóvenes en España que protestaron principalmente contra la crisis económica y el sector bancario de EUA; asimismo, cuestionaron a los partidos políticos y rechazaron la participación directa de líderes en su movimiento, esto último probablemente fue el motivo principal de que este movimiento, que trascendiera las fronteras de Europa y se expandiera a varias ciudades de EUA, se apagará.

Para JS la crisis denotó que el modelo neoclásico fracasó al alejarse constantemente de la realidad y porque sus causas no solo derivan de la inefectividad del sistema financiero, sino que enfrenta retos estructurales como la subutilización de la capacidad productiva, el avance del desempleo, el cambio climático, la inequitativa distribución del ingreso en la sociedad, entre otros, lo que obliga al replanteamiento de un nuevo orden económico, en donde se dé énfasis al proceso de innovación tecnológica y una mayor eficiencia en el uso de los recursos naturales, empero, no a costa del desequilibrio ecológico y el empleo. En este sentido, también debió considerar otros factores que amenazan el buen desempeño de las economías y del orden social como son el racismo, el fundamentalismo religioso, el armamentismo, el narcotráfico y otras actividades en las que interviene el crimen organizado. Por lo demás, resulta conveniente encontrar un balance entre el Estado y el mercado.

En este contexto, después de que estallara la crisis, las leyes han cambiado y se han endurecido las regulaciones a las instituciones financieras para frenar sus juegos de azar; también se han reducido los subsidios implícitos de los contribuyentes que pagan los bonos de los banqueros, aunque en pequeña proporción. Sin embargo, la estructura básica del sistema con sus incentivos perversos institucionales para no quebrar a bancos demasiado grandes y ejecutivos demasiado poderosos para ser encarcelados, se mantiene intacta de manera que el propósito básico de las actividades bancarias sigue entremezclado con la especulación peligrosa y socialmente inútil.

Los contribuyentes continúan otorgando importantes subvenciones en forma de garantía que alientan a los bancos a tomar más riesgos. En la práctica no existe una competencia real, sino un “oligopolio de banqueros seniors” que prosigue estableciendo sus propias recompensas; los banqueros vuelven a salirse con la suya; instituciones como JP Morgan están dispuestas a pagar multas hasta de veinte mil millones de dólares para poder violar las leyes; los castigos hacen únicamente una pequeña mella en los ingresos extraordinarios que obtienen de los sectores productivos, incluso pueden deducirlos de impuestos. El poder y riqueza de los bancos siguen intactos, el preludio de una nueva crisis está a la vista.